La importancia de Abundancia, Generosidad y estado, innovador libro de Hülsmann

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Abundancia, Generosidad y estado, de Guido Hülsmann, ofrece a los lectores una explicación de la naturaleza y las causas de los bienes gratuitos. Hülsmann demuestra cómo los mercados libres están impregnados de gratuidad, tanto intencionada como no intencionada, y cómo las intervenciones represivas y permisivas del estado moderno conducen a su destrucción.

Este trabajo es desesperadamente necesario, y representa un logro notable de una de las principales figuras de la Escuela Austriaca de nuestro tiempo. Es el primer tratamiento exitoso y sistemático de esta categoría subestimada de acción humana. Por lo tanto, no es exagerado decir que pertenece a los grandes avances de la ciencia económica, y puedo decir –sin dudarlo– que estará al lado de obras como Socialismo, de Ludwig von Mises, y Poder y Mercado, de Murray N. Rothbard. El conocimiento y la comprensión que proporciona, tanto para economistas como para no economistas, es ciertamente un regalo.

Hülsmann abre nuevos caminos en la economía política de los bienes gratuitos, que encaja perfectamente en el campo de la praxeología –teoría de toda acción humana. Esta subcategoría de la praxeología ha sido en gran medida ignorada, incluso por quienes siguen la tradición austriaca. Mientras tanto, la verdadera naturaleza, causas y consecuencias de los obsequios y las gratificaciones, han sido malinterpretadas por científicos sociales ajenos al campo de la economía. Además, los mejores y más recientes intentos por abordar el tema, no han logrado evaluar adecuadamente el impacto del intervencionismo en la economía de los obsequios. Hülsmann destaca el trabajo de Kenneth Boulding, Catherine Gbedolo y John Mueller, como contribuciones recientes y útiles. Pero a pesar de los mejores esfuerzos de estos académicos, Hülsmann reconoce que “la generosidad, los obsequios y la abundancia inmerecida todavía están al margen de la economía”. Afortunadamente, Abundancia, Generosidad y estado arroja una nueva y penetrante luz sobre el asunto, y de manera convincente ofrece una visión misesiano-rothbardiana de la naturaleza de la generosidad, y las depredaciones del estado sobre la misma, en un sólido trabajo de economía política.

Como suele hacer un gran maestro, Hülsmann proporciona al lector definiciones claras y concisas de sus términos. Lo más importante es que ilumina la naturaleza esencial de los obsequios y donaciones genuinos, que quedan definidos por cuatro condiciones clave. A saber, “el donante pretende beneficiar alguna causa o persona distinta de él mismo, no busca compensación alguna, consiente libremente la transferencia, y su donación consiste en ahorros personales”. Las violaciones de cada una de estas condiciones producen un tipo diferente de no-donación. Los donantes otorgan subvenciones en lugar de donaciones si buscan su propio beneficio privado, y sus transferencias tienen precios ocultos si esperan reciprocidad. Si la donación no cuenta con su consentimiento, los donantes son en realidad “desplumados”, y dado que quien reparte no posee legítimamente lo que está transfiriendo, simplemente está repartiendo el “botín”.

Estas definiciones se incluyen sistemáticamente a lo largo del libro, proporcionando al lector una gran claridad. Una vez hechas estas distinciones, es posible que los lectores ya “huelan una rata” –el intervencionismo–, responsable de impulsar a un gran número de personas a cambiar sus acciones, desde la generosidad genuina, hacia dudosos “pseudo-obsequios”. Éste es el propósito explícito de un trabajo sobre economía política –proporcionar una demostración sobre cómo se ve la acción humana en condiciones de protección de la propiedad privada, versus las condiciones de vida cuando ese principio es violado por el estado. Hülsmann describe acertadamente esta última situación como un panorama sombrío de un mundo desprovisto de dones genuinos, y en el que prolifera una auténtica avaricia y una atomización social.

Lo que sigue es un resumen de los hallazgos clave de Hülsmann, junto con varios intentos por iluminar su importancia para el avance de la ciencia económica, así como algunas de sus implicancias.

El autor identifica su motivo desde el principio como un intento por responder a la encíclica Caritas in veritate (2009), del papa Benedicto XVI, que exhortaba a las personas de buena voluntad a “demostrar, en pensamiento y comportamiento, … que en las relaciones comerciales, el principio de gratuidad y la lógica del don como expresión de la fraternidad, pueden y deben encontrar su lugar dentro de la actividad económica normal”. Lo que Hülsmann demuestra es que en una economía verdaderamente libre, cada intercambio de mercado está involuntariamente pletórico de bienes gratuitos.

Además, la relación entre economías en crecimiento y generosidad no es simplemente una correlación positiva común y corriente entre riqueza y caridad. Más bien, explica, “los bienes y mercados gratuitos no son meramente complementarios, sino simbióticos. Se alimentan unos de otros. Para comprender los mercados, es necesario comprender por qué y cómo ciertos bienes económicos se transfieren sin pago”.

Para ampliar esta conclusión, Hülsmann amplía las observaciones de F. A. Hayek sobre la naturaleza de la competencia en el mercado. Hülsmann nos recuerda que la competencia se entiende mejor como “un proceso de mejoras graduales … eso mejora los términos en los que se atiende a los clientes”. Lo que surge de este proceso es una gratuidad no intencionada o espontánea. De hecho, el proceso de competencia en un mercado libre de obstáculos, es el mecanismo mediante el cual la sociedad recibe libremente bienes de mayor calidad a precios más bajos. El autor observa además que “el comportamiento competitivo en el sentido de Hayek, implica beneficios adicionales para otros participantes del mercado. Estos beneficios son gratuitos porque en los casos que imaginó Hayek, los individuos o las empresas no tienen la obligación de mejorar nada en absoluto y sus clientes no tienen ningún derecho a reclamar dichos beneficios. Además, estos beneficios son proporcionados de forma espontánea”.

Estas observaciones iniciales ofrecen al lector moderno munición intelectual contra el antiguo postulado de equivalencia. Esta idea aristotélica todavía ocupa las mentes de muchos que ven el intercambio económico como un juego de suma cero. Además, se recuerda al lector que “tan pronto como realizan un intercambio, no pueden evitar la doble gratuidad que inexorablemente genera”. Dicho de otra manera, el intercambio voluntario sólo se produce debido a la mejora de la situación que produce para ambos participantes. La implicación es que en el mercado libre hay una relación que se refuerza mutuamente, donde la gratuidad conduce a más intercambio, y más intercambio conduce a una mayor gratuidad.

Otra conclusión importante del tratado de Hülsmann es su distinción clara y sistemática entre dones genuinos y “pseudo-dones”. Señala acertadamente que, incluso en una sociedad libre, habrá personas cuyos corazones sean engañosos, y que extenderán lo que parecen ser regalos o donaciones genuinas mientras –como dicen los proverbios bíblicos– son internamente calculadores. Estas personas cuentan secretamente con la reciprocidad –y al mismo tiempo parecen dar obsequios genuinos que no requieren ni siquiera la más mínima forma de devolución. Hülsmann se abstiene de emitir juicios severos sobre la práctica de la reciprocidad, incluso reconociendo su importancia en varios casos. De hecho, observa acertadamente que “la reciprocidad no contradice la naturaleza sacrificial de las donaciones. Por el contrario, el tipo particular de reciprocidad que se encuentra en la amistad y en las relaciones amorosas entre los miembros de la familia, sólo puede entenderse ante el trasfondo de un sacrificio genuino”.

En otro lugar, Hülsmann ilustra los peligros de crear generalizaciones excesivas sobre el motivo de la reciprocidad, llamando nuestra atención sobre los excesos de los trabajos del antropólogo francés Marcel Mauss y sus seguidores, quienes sostenían en gran medida que los regalos genuinos son, de hecho, imposibles. Los trabajos de Mauss de principios de la década de 1920 sobre las sociedades primitivas, presentaban la opinión de que “estrictamente hablando, no existe en absoluto un obsequio puro … En el mundo real, argumentó [Mauss], todas las relaciones sociales se basan en la reciprocidad, pero las obligaciones respectivas no pueden ser definitivas y concluyentes”. No sorprende, entonces, que Mauss y sus discípulos buscaran “desarrollar una teoría de la acción humana en oposición deliberada a la economía”, motivados por su falta de voluntad para aceptar las “implicaciones políticas (a favor del libre mercado) de la economía”. Además, los maussianos “ignoraron alegremente los beneficios que surgen de las leyes y contratos de propiedad”. En su réplica, Hülsmann hace la destacada observación de que “sólo cuando las obligaciones de cada persona están claramente definidas, como tiende a estarlo en una economía basada en el principio de la propiedad privada, es posible hacer algo más allá y por encima de lo establecido” en las obligaciones de uno. Sólo entonces pueden concebirse regalos auténticos. Sólo entonces la verdadera gratuidad se hace realidad”.

Por supuesto, si bien los humanos siempre han sido y seguirán siendo menos que divinos en sus motivos en todas las cosas, este problema de los “pseudo-dones” antes mencionados también existirá siempre. Ésto no está en duda. Sin embargo, la tarea del economista político es demostrar el contraste entre la economía de las donaciones bajo la propiedad privada y bajo el intervencionismo.

Hülsmann hace precisamente eso basándose en algunos de sus trabajos anteriores para explicar los impactos del intervencionismo represivo y permisivo en la generosidad. Los primeros incluyen impuestos, prohibiciones y regulaciones, todos los cuales “frenan el ejercicio de los ciudadanos de sus derechos de propiedad ordinarios”, y tienen el efecto de arruinar la iniciativa individual. Los últimos crean clases especiales de personas a las que se protege y, de hecho, se les alienta a participar en “irresponsabilidad y comportamiento francamente frívolo”.

Como es su maravillosa costumbre, Hülsmann señala el intervencionismo monetario como una forma devastadora de intervencionismo permisivo. Al manipular el dinero y el crédito, el estado crea las condiciones para la cultura inflacionaria. Aquí son de esperar trampas de racionalidad y espirales de intervención, aunque puedan surgir lentamente. Hülsmann observa acertadamente que a medida que esta cultura comienza a afianzarse, “la voluntad de hacer donaciones de tiempo y bienes materiales se ve comprometida. Se dedica menos tiempo a actividades desinteresadas, ya sea lectura, música, deportes, educación de los hijos, adoración, o pasar tiempo con los demás”.

Los efectos antisociales del intervencionismo monetario no pueden ser ignorados, especialmente cuando la gente es cada vez más tacaña a la hora de compartir tiempo con sus hijos, su comunidad religiosa o sus organizaciones cívicas –todas las cosas se disfrutan por sí mismas. Éstas no son las únicas cosas que Hülsmann nos recuerda que hemos perdido con esta invención estatista. De hecho, la confianza, la cohesión social y la amistad misma –los dones normales de la vida– han sido erosionados.

En marcado contraste con los efectos perniciosos del intervencionismo monetario sobre la economía del obsequio, está la realidad del mercado libre de dinero. El profesor Hülsmann recuerda a sus lectores que en un mercado libre, el acaparamiento de dinero tiene efectos gratuitos. De hecho, cuando ésto ocurre, el nivel de precios cae y los espectadores que esperaban pagar más por los bienes, se encuentran en un entorno de precios a la baja. Es fácil ver que esta situación beneficia a quienes no atesoran su dinero, ¡y los beneficios no terminan ahí! Con este nuevo poder adquisitivo, es más probable que la gente haga regalos genuinos. Tenemos muestras más bellas de riqueza compartida debido a los efectos gratuitos del acaparamiento de dinero. Hülsmann también nos recuerda que en un mercado libre, libre de intervencionismo monetario, tenderá a haber una mayor tendencia a ahorrar e invertir, lo que conducirá a menores rendimientos de la inversión de capital, y será más probable que los miembros más ricos de la sociedad hagan sacrificios genuinos. Esta forma de sacrificio es “una abundancia elegida de bienes económicos, que bien podrían ser utilizados para la autogratificación. El donante limita deliberadamente el uso personal de sus recursos”. A pesar de todo lo que se habla sobre cómo el capitalismo y el libre mercado conducen al consumismo, la frivolidad, el despilfarro, la avaricia y la codicia insaciable, Hülsmann nos proporciona un argumento lúcido y coherente sobre por qué es todo lo contrario. De hecho, es el mercado libre de obstáculos –reforzado por gente virtuosa que evita la promesa de poder que viene con el intervencionismo– lo que permite a la gente vivir libre y generosamente.

Desafortunadamente, las formas permisivas de intervencionismo no son las únicas que acechan en las sombras del estatismo. Las formas represivas del intervencionismo no son menos destructivas para la generosidad y la economía de los obsequios. Hülsmann ilustra poderosamente cómo la represión introducida por los impuestos –sólo una forma de intervención represiva– crea conflictos de intereses entre “pagadores y receptores de impuestos; el gobierno y los ciudadanos; empleadores y empleados; hombres y mujeres; negros y blancos; viejos jubilados y jóvenes profesionales”. Esta observación resalta la importancia de reconocer que es la misma autoridad impositiva la que debe ser abolida para poner fin a lo que se ha convertido verdaderamente en una guerra de todos contra todos. Esta guerra no es el resultado del estado libre natural de los hombres, sino más bien una imposición que destruye la amistad, el compañerismo y el parentesco. Cuando se han afianzado todos los efectos de los impuestos –observa el autor–, los individuos atomizados y desintegrados deben “organizarse para obtener poder suficiente para saquear a otros o defenderse de otros saqueadores … la amistad característica del intervencionismo represivo es la banda de atracadores”. El inexorable descenso de muchas ciudades occidentales hacia un caos tribal generado políticamente, ofrece una visión inquietante de la intervención represiva en acción.

El autor hace otra contribución a la economía de la generosidad al referirse a los trabajos de Hans-Hermann Hoppe y Gordon Tullock. En varios puntos, Hülsmann también nos recuerda que el intervencionismo –especialmente en los sistemas democráticos– contribuye a la creación de toda una clase política que se sustenta en los “precios ocultos” que se imponen al público. Algunos de los ejemplos más claros de esta realidad pueden verse claramente en el aparato estatal de guerra del bienestar, que proporciona el pseudo-regalo de subsidios a cambio de lealtad política. Por supuesto, el estado moderno continúa utilizando su maquinaria propagandística para “desplumar” al público, alentándolo a renunciar a su riqueza privada como forma de pagar su “parte justa”, o exhibir un verdadero patriotismo. Mientras tanto, la clase política se enriquece y distribuye el “botín” entre los pocos favorecidos. De hecho, estas actividades son claramente perjudiciales para el público y, como tales, deben considerarse un mal gratuito. Hülsmann, en su tono notablemente moderado, nunca afirma que un daño excesivo e irrazonable sea imposible en el libre mercado. Sin embargo, recuerda al lector que “el mal gratuito es, por regla general, intencional y puede ser un efecto secundario regular y permanente de la acción humana sólo en circunstancias excepcionales (bajo un orden legal y político corrupto)”. El mal gratuito se produce con mayor frecuencia bajo una intervención permisiva, y Hülsmann nos recuerda que ésto “no es un accidente, sino la tendencia natural de los sistemas democráticos modernos. Por la propia lógica de la política electoral moderna, no es probable que el estado de bienestar ayude a los pobres: lo probable es que los empobrezca aún más”.

Los hallazgos de Abundancia, Generosidad y estado han derribado por completo la noción de externalidades positivas como una falla del mercado, y han prescindido por completo de la teoría de la externalidad en su conjunto. Lo que los economistas tradicionales han considerado “efectos de derrame”, “externalidades positivas” y “efectos de red”, como las llamadas fallas del mercado, no son fallas en absoluto. De hecho, el autor demuestra claramente –como se señaló anteriormente– que los bienes gratuitos tienen una relación simbiótica con todos los intercambios de mercado. Además, los males gratuitos son minimizados y los males gratuitos son descartados cuando se abolen las intervenciones permisivas y represivas. Debería quedar muy claro para los observadores entusiastas del estado intervencionista que la teoría de la externalidad es una de las falacias plausibles más importantes que el estado utiliza para lograr que el público acepte su poder. Al derribar esta falsedad y defender la bondad que surge del intercambio genuinamente libre, Hülsmann haya hecho tal vez más posible un futuro más generoso y benévolo.

Sería negligente si no mencionara que la excelencia de este tratado es superada por la excelencia del hombre mismo. Guido Hülsmann ha encarnado la generosidad intencional hacia sus alumnos y hacia todos aquéllos que sirven, estudian y hablan con el objetivo de que la libertad, la belleza, la virtud y la verdad prevalezcan en nuestro tiempo. Es cierto que la ciencia de la economía ha avanzado a través de este trabajo. De hecho, algunas de las doctrinas económicas más nocivas y duraderas que defienden al estado intervencionista –el postulado de equivalencia, la falacia del juego de suma cero, y la teoría de la externalidad– han sido recortadas por la poderosa pluma de Hülsmann. Además, la importancia de este tratado es fácilmente reconocible: reside principalmente en su clara demostración de que el estado intervencionista está en la raíz de la cultura cada vez más repugnante, autodestructiva y tacaña de la sociedad occidental. El autor ha regalado nuevos conocimientos económicos, y quienes tienen la suerte de conocerlo, tienen el regalo aún mayor de conocer y experimentar su bondad y amistad gratuitas. ¡Bravo, profesor!

 

 

 

 

Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko

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