Los conservadores no entienden la discriminación

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Los liberales, progresistas y otras personas de tendencia izquierdista, han hecho de la discriminación una mala palabra. Su cruzada contra todas las formas de discriminación en el empleo, la vivienda, los establecimientos públicos, las organizaciones privadas y la vida en general, es un ataque a la propiedad privada, la libertad de reunión, la libertad de asociación, la libre empresa y la libertad de contratación.

Sin embargo, ésto no significa que los conservadores se opongan a las leyes antidiscriminatorias y a otros intentos gubernamentales de prevenir actos de discriminación. Lejos de eso. Simplemente son muy inconsistentes y selectivos en cuanto a qué actos de discriminación debería intentar prevenir el gobierno. Ésto hace que sea muy doloroso leer lo que la mayoría de los conservadores escriben sobre la discriminación, incluso cuando en su mayoría tienen razón.

A principios del mes pasado, Richard Garnett, profesor de derecho en la Facultad de Derecho de Notre Dame, escribió el ensayo de apertura (“¿Proteger la igualdad o corregir pensamientos?”) en un simposio sobre Ley y Libertad, en el que discutió la discriminación y el caso de la Corte Suprema de 303 Creative LLC v. Elenis (2022), el que involucró a Colorado utilizando sus leyes antidiscriminatorias “para exigir que una empresa de diseño gráfico brinde servicios personalizados y expresivos de planificación de bodas a una pareja del mismo sexo”. Luego contribuyeron con las respuestas al profesor, Garnett R. Shep Melnick, profesor de política en Boston College; Thomas Powers, profesor de ciencias políticas en Carthage College; y Jesse Merriam, profesor asociado de gobierno en Patrick Henry College.

En un artículo final (“El uso y abuso de la ley antidiscriminación”) escrito por Garnett, afirma:

Al igual que Melnick, no considero que las leyes contra la discriminación en general, ni las leyes sobre alojamiento público en particular, sean intrusiones inadmisibles o interferencias injustificadas. Aún así, es importante que se construyan y desplieguen de manera prudente, sensible al contexto y con maneras ideológicamente modestas.

Estoy de acuerdo [con el profesor Powers]; no es productivo –ni creo que sea deseable o defendible– imaginar estrategias para eliminar todas las normas legales que prohíben o restringen la discriminación que limita el acceso en ciertos contextos, por motivos particulares, al menos en la medida en que lo hagan de manera consistente. con un respeto apropiado por el pluralismo, la distinción público-privada, y la autonomía limitada de las asociaciones no estatales.

Aquí también [Merriam y yo] no estamos de acuerdo: creo que el Congreso tenía y tiene el poder de regular lo que regula esa Ley, e insistiría en que es exagerado caracterizar la Ley como que convierte “los conflictos interpersonales privados en una cuestión de importancia nacional”.

También creo que es un error [de Merriam] –error que pasa por alto largos períodos de grave injusticia en Estados Unidos– caracterizar las leyes de alojamiento público apropiadamente enfocadas, como “gestión de la toma de decisiones asociativas”.

Los objetivos igualitarios de las autoridades políticas deben ser modestos y proceder con el respeto adecuado del papel y los derechos de las instituciones y sociedades no estatales y prepolíticas.

Los poderes del gobierno para supervisar la sociedad civil pueden ser a veces válidos, pero deberían tener límites claros y celosamente guardados.

Básicamente, cree que el gobierno debería tener leyes contra la discriminación siempre que sean limitadas, justas y buenas.

¿Y quién decide si son lo suficientemente limitadas, justas y buenas? Bueno, los conservadores, por supuesto.

Comparemos ésto con la simple y consistente posición libertaria sobre la discriminación: dado que la discriminación (contra cualquier persona, por cualquier motivo y por cualquier razón) no es agresión, fuerza, coerción, amenaza o violencia, entonces, en lo que respecta a la ley, el gobierno no debe prohibirla, tratar de impedirla o castigar a quienes la practican. Entonces, ¿qué dice el libertarismo sobre los últimos ataques contra la discriminación? Aquí hay dos de ellos.

La propietaria de una peluquería en Michigan anunció que no prestará servicios a personas transgénero. Christine Geiger, propietaria de Studio 8 Hair Lab –“una empresa CONSERVADORA privada que no atiende a ideologías woke”–, dijo: “Si un humano se identifica como algo que no sea un hombre o una mujer, busque servicios en un peluquero local de mascotas”, porque “no es bienvenido en este salón”. Aunque Geiger sostuvo que no tiene ningún problema en atender a personas lesbianas, gays o bisexuales, agregó que su postura “fue adoptada para asegurar que los clientes tengan la mejor experiencia, y admito que, dado que no estoy dispuesta a jugar el juego de los pronombres, ni a atender solicitudes fuera de lo que percibo como normal, probablemente ésta no es la mejor opción para ese tipo de cliente”.

Un portavoz de la fiscal general de Michigan, Dana Nessel, dijo que la oficina ha recibido “varias quejas” sobre el salón, y señaló que cualquier residente de Michigan que experimente discriminación, podría presentar un informe ante el departamento de derechos civiles del estado. Nathan Triplett, presidente del capítulo de Michigan de la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles, sostuvo que “contrariamente a lo que afirma la dueña de este salón”, negarse a atender a alguien debido a su identidad de género, viola la ley de Michigan.

En la ciudad de New York, una ley reciente agregó “peso y altura” a la lista de características protegidas contra la discriminación en el empleo, la vivienda y los alojamientos públicos, “junto con raza, género, edad, religión y orientación sexual”. El alcalde de New York, Eric Adams, declaró: “No debería importar qué tan alto es o cuánto pesa cuando busca trabajo, está de paseo o intenta alquilar un departamento. Esta ley ayudará a nivelar el campo de juego para todos los neoyorquinos, creará lugares de trabajo y entornos de vida más inclusivos, y protegerá contra la discriminación”.

“La discriminación por tamaño es una cuestión de justicia social y una amenaza para la salud pública. A las personas con diferentes tipos de cuerpo se les niega el acceso a oportunidades laborales y a salarios iguales, y no han tenido ningún recurso legal para impugnarlo. Peor aún, a millones se les enseña a odiar sus cuerpos. Como faro global de tolerancia, es justo que la ciudad de New York lidere el esfuerzo nacional para poner fin a la discriminación por tamaño, con la firma de esta ley hoy”, declaró el concejal de la ciudad de New York Shaun Abreu, quien patrocinó la ley.

Sin embargo, en una sociedad libre, cualquier propietario de negocio tendría derecho a negarse a servir o alojar a cualquier persona por cualquier motivo, incluido el derecho a no contratar ni alojar a nadie por ningún motivo.

Por lo tanto, en una sociedad libre, las leyes que prohíben la discriminación por motivos de raza, color, religión, sexo u origen nacional deben se consideradas tan absurdas como las leyes que prohíben la discriminación por motivos de altura, peso, orientación sexual o identidad de género.

 

 

 

Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko

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