El nacionalsocialismo era socialismo

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    En la actualidad, a los partidarios del presidente Trump y de otros sectores de la derecha se les suele tildar de “fascistas”. Lo que se quiere decir con ésto es que apoyan a los nazis. Por ejemplo, la historiadora Ruth Ben-Ghiat dice: “Para que la gente pierda su aversión a la violencia, los autoritarios astutos también deshumanizan a sus enemigos. Eso es lo que está haciendo Trump. Hitler utilizó esta estratagema desde el principio, llamando a los judíos los ‘parásitos negros de la nación’ en un discurso de 1920. Cuando Hitler llegó al poder en 1933 y tradujo la retórica deshumanizadora en políticas represivas, los alemanes habían escuchado estos mensajes durante más de una década”.

    Como historiadora de la autocracia, con especialización en el fascismo italiano, el uso de la imagen de la “alimaña” me llamó la atención. Mussolini utilizó un lenguaje similar en su discurso del Día de la Ascensión de 1927, en el que expuso la intención del fascismo de someter a los izquierdistas y a otros a medidas de “profilaxis” “para defender al estado y a la sociedad italianos de sus nefastas influencias”. Pero nada podría estar más lejos de la verdad. Los nazis, como sugiere su nombre, nacionalsocialistas, eran partidarios de la economía de planificación centralizada. Aunque Trump apoya los aranceles y el gasto deficitario, no se opone al libre mercado y favorece medidas como los recortes de impuestos, que ayudan a la libre empresa.

    Como señala el gran economista Ludwig von Mises, hay dos tipos de socialismo. Uno se caracteriza por la propiedad explícita de la industria por parte del gobierno: la economía de planificación centralizada de la ex Unión Soviética es un ejemplo. En el otro, es conservada la propiedad privada de las empresas, pero el gobierno dice a los propietarios nominales qué producir y qué precios cobrar. Von Mises dice en Gobierno omnipotente: “Los sistemas socialistas alemán y ruso tienen en común el hecho de que el gobierno tiene el total control de los medios de producción. Decide qué se producirá y cómo. Asigna a cada individuo una parte de los bienes de consumo … El modelo alemán difiere del ruso en que (aparente y nominalmente) mantiene la propiedad privada de los medios de producción, y conserva la apariencia de precios, salarios y mercados ordinarios. Sin embargo, ya no hay empresarios, sino sólo gerentes de tiendas (Betriebsführer) … El gobierno, no los consumidores, dirige la producción. Ésto es socialismo bajo la apariencia externa del capitalismo. Se conservan algunas etiquetas de la economía de mercado capitalista, pero significan algo completamente diferente de lo que significan en una auténtica economía de mercado”.

    Investigaciones posteriores han apoyado la explicación de von Mises sobre la economía nazi. Uno de los relatos más completos de la economía nazi se encuentra en el libro de Adam Tooze, The Wages of Destruction, y Tooze confirma que los industriales alemanes tuvieron que seguir la dirección de los nazis. Tooze llama especialmente la atención sobre la importancia del Plan de Cuatro Años de Hermann Goering: “Las empresas que se mostraban reacias a seguir los planes del Nuevo Orden fueron obligadas a alinearse. Una ley permitió al gobierno imponer carteles obligatorios. En 1936, el Plan de Cuatro Años encabezado por Hermann Goering cambió la naturaleza de la economía alemana. El 18 de Octubre de 1936 Goering recibió la autorización formal de Hitler como general plenipotenciario para el Plan de Cuatro Años. En los días siguientes presentó decretos que lo facultaban para asumir la responsabilidad de prácticamente todos los aspectos de la política económica, incluido el control de los medios de comunicación económicos”.

    Además, Hitler admiraba la economía soviética, y los nazis esperaban transformar su tipo de socialismo en una planificación centralizada en toda regla después de la guerra. Los nazis no revelaron públicamente sus intenciones, porque durante la guerra necesitaban la cooperación de las empresas, pero Hitler y otros dirigentes nazis dejaron claras sus intenciones en privado. Como señala Rainer Zitelmann, la máxima autoridad en la ideología económica de los nazis: “Los nacionalsocialistas tenían la intención de ampliar la economía planificada durante el período posterior a la guerra, como sabemos por muchos de los comentarios de Hitler. Como ya se ha mencionado, Hitler admiraba cada vez más al sistema económico soviético. Y ésto no dejó de afectar a sus opiniones sobre la cuestión de la propiedad privada. ‘Si Stalin hubiera seguido trabajando durante diez o quince años más’, dijo Hitler en un monólogo en el cuartel general del Führer en Agosto de 1942, ‘¡la Rusia soviética se habría convertido en la nación más poderosa de la Tierra, podrían pasar 150, 200, 300 años, es un fenómeno único! No puede haber ninguna duda de que el nivel de vida general aumentó. La gente no padeció hambre. En conjunto, podemos decir: se han construido fábricas aquí, donde hace dos años no había más que pueblos olvidados, fábricas tan grandes como la fábrica Hermann Göring. En varias ocasiones, el dictador mencionó a sus colaboradores más cercanos que era necesario nacionalizar las grandes sociedades anónimas, la industria energética y todas las demás ramas de la economía que producían ‘materias primas esenciales’ (por ejemplo, la industria del hierro). Por supuesto, la guerra no era el entorno adecuado para implementar nacionalizaciones tan radicales. Hitler y los nacionalsocialistas eran muy conscientes de ello”.

    En sus primeros años, Hitler era escéptico sobre la viabilidad de la planificación central al estilo soviético, pero cambió de opinión durante la guerra. Según Wilhelm Scheidt, ayudante que tuvo acceso a las declaraciones privadas de Hitler: “La admiración de Hitler por el sistema soviético también se confirma en las notas de Wilhelm Scheidt quien, como ayudante del ‘representante de Hitler para la historia militar’ Walther Scherff y miembro del grupo del Cuartel General del Führer, tuvo un estrecho contacto con Hitler, y a veces incluso participó en las ‘reuniones informativas’. En sus notas de posguerra, Scheidt observa que Hitler experimentó una ‘conversión al bolchevismo’. De las observaciones de Hitler, dice, se pueden derivar las siguientes reacciones: ‘En primer lugar, Hitler era lo bastante materialista como para ser el primero en reconocer los enormes logros armamentísticos de la URSS en el contexto de su fuerte, generosa y abarcadora organización económica’”.

    Scheidt escribe que, en vista de tales impresiones, Hitler había reconocido y expresado “la relación interna de su sistema con el bolchevismo, al que se oponía tan acaloradamente, por lo que había tenido que admitir que “este sistema del enemigo se desarrolló de manera mucho más completa y directa. Su enemigo se convirtió en su admirado ejemplo secreto”. La “experiencia de la Rusia comunista”, en particular la impresión de la supuesta superioridad del sistema económico soviético, había producido una fuerte reacción en Hitler y en el círculo de sus fieles: “Los otros sistemas económicos parecían no ser competitivos en comparación”. Sobre la impresión de la organización racional de la agricultura en la URSS, y las “gigantescas plantas industriales que daban un testimonio elocuente a pesar de su destrucción”, Hitler, dice Scheidt, había sido “entusiasmado”.

    En resumen, el nacionalsocialismo era socialismo. Hagamos todo lo posible para protestar contra la forma en que la izquierda lunática denuncia a los estadounidenses decentes como “fascistas”. Los verdaderos fascistas son el “presidente” Joe Biden, con su cerebro muerto, y su pandilla de partidarios neoconservadores, así como su sucesora designada, “Kamala la carcajeante”.

     

     

     

    Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko

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