Cuando se asume el papel de policía del mundo, no es sorpresa que países que no pueden pelear sus propias guerras llamen al “911”. Eso es exactamente lo que le está sucediendo a Estados Unidos en dos frentes, y está llevando a nuestro país a la bancarrota, agotando el ejército que debería servir a nuestro propio interés nacional, y amenazando con arrastrar a Estados Unidos a una Tercera Guerra Mundial.
La semana pasada, el “presidente” de Ucrania, Vladimir Zelensky, presentó públicamente su “Plan de Victoria”. Es delirante: membresía inmediata de Ucrania en la OTAN, ataques de la OTAN contra los misiles rusos entrantes, y permiso para utilizar misiles occidentales de largo alcance para ataques contra el interior de Rusia, incluyendo Moscú y San Petersburgo.
La verdadera intención no es difícil de comprender. Ucrania está al borde de perder su guerra con Rusia, y está desesperada por atraer al ejército de Estados Unidos a la lucha. Hubo numerosas oportunidades para evitar esta sangrienta guerra, pero a cada paso, el liderazgo ucraniano escuchó a los neoconservadores occidentales –como Boris Johnson– y decidió seguir luchando contra Rusia hasta el último ucraniano.
Pero ahora que ya casi no les queda más que un solo ucraniano, nos piden que intervengamos y luchemos contra el país con más armas nucleares del planeta –Rusia–, en una batalla que no podría estar más alejada de nuestros intereses reales.
La respuesta de Washington debería ser sencilla pero firme: “No más armas, no más dinero. Están solos. Hagan la paz”.
¿Resultaría mortalmente herido Estados Unidos si se permitiera a la gente del este de Ucrania separarse de Kiev y unirse a Rusia? ¿Alguien, excepto los neoconservadores obsesionados con Rusia en los centros de estudios de Washington, se daría cuenta?
Lo mismo ocurre con Israel. En respuesta al ataque de Hamas del 7 de Octubre de 2023, Tel Aviv lanzó una guerra para aniquilar a los palestinos de Gaza, invadir y ocupar el sur del Líbano, degradar el ejército de Irak y Siria, y enfrentarse a Irán. Pero el ejército israelí no tiene ni de lejos la capacidad para librar tantas guerras simultáneas en tantos frentes, por lo que ha exigido cada vez más la participación de Estados Unidos en los conflictos. Estados Unidos ya ha suministrado unos U$S 23.000 millones adicionales en ayuda militar a Israel, y ha empleado los activos militares estadounidenses en la región para derribar misiles y proporcionar más armas e inteligencia.
Pero aún no es suficiente para Israel. Para luchar contra Irán, con sus importantes capacidades militares, Israel parece desesperado por arrastrar al ejército estadounidense a la batalla. El estacionamiento de uno o quizás dos sistemas de defensa aérea THAAD, cada uno con 100 tropas estadounidenses para operarlos, es parte de ese esfuerzo. Esos 100-200 soldados estadounidenses participan ilegalmente en el combate, pero lo que es peor es que están siendo utilizados como una trampa. Los líderes estadounidenses e israelíes entienden que serán considerados objetivos legítimos para cualquier ataque con misiles iraníes adicionales, pero tan pronto como las tropas estadounidenses comiencen a morir, en Israel habrá una presión masiva para una mayor participación estadounidense. Imaginen la propaganda de guerra de los principales medios dominantes de comunicación si sucede algo tan terrible.
Esa no es forma de utilizar a los miembros de las fuerzas armadas estadounidenses. Es lo opuesto a apoyar a nuestras tropas.
La respuesta de Washington a los intentos de Israel de arrastrarnos a su guerra con Irán debería ser la misma que la de Ucrania: “No más armas, no más dinero. Depende de ustedes. Hagan la paz”. Así es una política exterior pro-estadounidense. Nuestros fundadores la comprendieron muy bien, y escribieron sobre ella a menudo. Se llama “no intervención”.
Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko