En Contra la Democracia, el profesor libertario y filósofo político Jason Brennan argumenta que votar es perjudicial para la mayoría de las personas. Basándose en 65 años de datos, muestra la completa y eficiente desinformación que recibe el electorado sobre temas cruciales en cada elección. La mayoría de los votantes incluso ignora qué partido gobierna y, por ejemplo, durante una elección presidencial, sólo una minoría sabía qué candidato era más “conservador” o “liberal”. Votan con esta falta de conocimiento, lo cual nos afecta negativamente. Brennan escribió: ” Ignorantes e irracionales imponen estas decisiones a personas inocentes”. En otras palabras, según Brennan votar no es un delito sin víctimas. Brennan declara: “El mantra ‘¡Vaya a votar! ¡Cada voto cuenta!’ es peligroso. La mayoría de los ciudadanos no nos hacen ningún favor al votar. Pedirles a todos que voten, es como pedirles a todos que nos tiren basura”.
Numerosos estudios demuestran que las personas consumen información política de forma sesgada. No se trata sólo de su elección de fuentes sesgadas, sino que no procesan la información de la misma manera que lo harían con información no política. Padecen sesgo de confirmación, y rechazan los hechos que contradicen sus ideas preconcebidas. En resumen, no son capaces de razonar sobre cuestiones políticas.
Al consumir datos fuera de una situación política, los sujetos de prueba están bien; pero los mismos datos, colocados en un contexto político, los harán ajustarse automáticamente a sus sesgos. En otras palabras, cuando se trata de política, nos negamos a aceptar hechos contrarios a nuestras preferencias. Es más importante estar dentro de nuestro grupo, que admitir que podríamos estar equivocados.
En Democracia para Realistas, y coincidiendo con Brennan, los profesores Christopher H. Achen y Larry M. Bartels argumentan que la mayoría de los votantes tienen muy poca comprensión de la política. Por ejemplo, en una encuesta, sólo 44% de los votantes pudo nombrar al menos una rama de nuestro gobierno. El conocimiento del votante típico se reduce a lo que se puede obtener de los titulares y los temas de debate. La mayoría de los votantes no comprende las políticas ni cómo les afectarán las acciones.
Los votantes no sólo ignoran la información relevante necesaria para emitir su voto, sino que también creen en muchas falsedades al entrar en las urnas. A menudo, sin saberlo, votan en contra de sus propios intereses declarados y de las razones por las que votaron. Un gran sector de votantes de ambos partidos cambiaría de partido si estuviera mejor informado. Por ejemplo, muchos observadores de medios conservadores votarían por el demócrata, pero lo que “saben” del partido les impide hacerlo. Lo mismo ocurre con los observadores de medios de izquierda: si estuvieran “expuestos” a toda la verdad, muchos votarían por el republicano.
En El mito del Votante Racional, la investigación del profesor libertario Bryan Caplan también corrobora estas opiniones. Como descubrió, “los votantes son peor que ignorantes; son, en una palabra, irracionales, y votan en consecuencia … la emoción y la ideología … influyen poderosamente en el juicio humano”. Caplan argumenta que, dado que una persona no tiene poder para cambiar una elección, y que no recibe consecuencias negativas directas de un voto desinformado, dedicar tiempo a investigar y tomar una decisión bien informada no es considerado como una inversión de tiempo ni de energía. Como resultado, la mayoría de los votos están basados en emociones e ideologías, en lugar de hechos y decisiones razonadas e informadas.
Desde la década de 1940, investigadores de la Universidad de Columbia han medido el conocimiento de los votantes. Nunca ha sido impresionante, pero su deterioro ha aumentado en las últimas décadas. Brennan cita a Ilya Somin, autor de Democracia e Ignorancia Política: “La profunda ignorancia de la mayoría de los votantes individuales es impactante para muchos observadores que no están familiarizados con la investigación”. Esta ignorancia prevalece sobre una amplia gama de temas entre los simpatizantes de ambos partidos en cada elección.
El votante promedio no sólo necesita adquirir conocimientos sobre política básica y sobre cómo funciona nuestro gobierno, sino que también necesita comprender que lo que cree saber, es a menudo inexacto. Votaría de otra manera si estuviera mejor informado. Los votantes desconocen cómo les afectarían las políticas, la postura de los políticos sobre los temas, y cómo actúan los funcionarios electos después de las elecciones. Desconocen qué candidato apoyó qué postura, y están desinformados en muchos otros aspectos. Fuera de las elecciones presidenciales, la mayoría de los votantes no sabría a quién votar sin una “D” o una “R” junto al nombre del candidato.
Como los votantes generalmente desconocen lo que sucede, no pueden exigir responsabilidades a los políticos después de ser elegidos. Además, la gran mayoría de los estudiados sólo pudo repetir información errónea sobre el partido opositor, en lugar de describir sus posturas reales. En otras palabras, los votantes sólo tenían una opción, porque lo que “sabían” sobre el otro candidato y su postura era falso. Ésto hace que la supuesta rendición de cuentas de los políticos ante los votantes parezca un mito.
Achen y Bartels también argumentan que los políticos rara vez rinden cuentas de sus acciones, ya que la mayoría de los votantes desconocen las políticas promulgadas y cómo les afectan. Además, los votantes a menudo mantienen o destituyen a los políticos en el poder. basándose en algo ajeno a la política; es decir, en cómo se desarrollan las cosas en épocas electorales. Su juicio rara vez se basa en el desempeño del político, sino en otras influencias, como los desastres naturales, e incluso el éxito de los equipos deportivos locales.
La emoción, más que el análisis y el razonamiento, es lo que motiva a la mayoría de los votantes. El filósofo George Tollefson escribió:
“La Revolución Francesa liberó fuerzas irracionales en la civilización occidental … en la que la emoción era considerada como el principal órgano de la comprensión y de la verdad. Creían que las personas podían reflexionar y decidir sobre cuestiones políticas y éticas, basándose en cómo se sentían … La mayoría de los humanos casi nunca razonan. Estos últimos individuos emiten opinión, prejuicio, ilusiones, en la superstición y el egoísmo”.
En consonancia con ésto, Gustave Le Bon escribió: “Las masas nunca han anhelado la verdad. Se apartan de la evidencia que no les agrada … Quien pueda proporcionarles ilusiones, es fácilmente su amo; quien intente destruir esas ilusiones, es siempre su víctima”.
De igual manera, Scott Simon reveló esta verdad cuando escribió: “Un simpatizante exclamó una vez: ‘Gobernador Stevenson, todos los pensadores están con usted’, y Adlai Stevenson respondió: ‘Eso no es suficiente. Necesito la mayoría’”.
Basándose en su investigación, Brennan clasifica a los votantes en varios grupos. En primer lugar, los “vulcanos” representan un pequeño porcentaje de la población votante, los que no se ven afectados por la degradación mental y emocional de la política. Como resultado, pueden consumir información política de forma racional y analítica, y tomar decisiones meditadas. Los siguientes son los “hobbits”, aquellos a quienes la política no les importa, no saben mucho y no les interesa; simplemente quieren que los dejen en paz. El atractivo de controlar a otros mediante la fuerza del gobierno no los domina, similar al atractivo de los hobbits del Anillo Único, al que tan bien resisten.
Sin embargo, los “vándalos” constituyen la mayor parte de la población votante. Ven la política como un deporte de equipo, y están “acosados por sesgos cognitivos, como el sesgo de confirmación o el sesgo intergrupal”. Para muchos, los partidos políticos se convierten en un deporte de equipo, en el que ambos rivales ondean banderas y símbolos y gritan consignas. Como resultado, se enfurecen y sienten odio hacia los del equipo contrario. La política saca lo peor de algunos, dividiendo familias, iglesias y comunidades. He notado ésto entre mis clientes; cuando los más activos políticamente conocen a alguien por primera vez, suelen recitar una sección del credo del partido, haciendo una señal para ver si reciben una respuesta amistosa. Una vez que lo logran y saben que están en el mismo equipo, se sienten con el poder de empezar a criticar duramente al partido disidente.
En política, los vándalos dejan de pensar con lógica y adoptan una mentalidad tribal de bien contra mal. No pueden comprender a quienes están en el otro bando, y esta mentalidad genera odio. La involucración en política es como un vector viral de la fonemofobia [miedo a pensar]. Creo que es en parte por eso que cada partido demoniza al otro; para justificar los abusos que les infligirán al llegar al poder. Deben demonizar al otro bando ante sus votantes para justificar moralmente la destrucción del autogobierno de sus enemigos. Deben mostrarles a sus votantes que el otro bando no puede gobernarse a sí mismo.
Involucrarse en política genera odio; demonizamos a quienes no pertenecen a nuestra tribu, lo que nos hace discurrir irracionalmente. Brennan dice: “La política … nos separa, nos embrutece, nos corrompe y nos convierte en enemigos civiles”. Escribe:
“Los hooligans son fanáticos fervientes de la política … consumen información política, aunque de forma sesgada. Suelen buscar información que confirme sus opiniones políticas preexistentes, pero ignoran, evaden y rechazan de plano la evidencia que las contradice o refuta … seleccionan datos cuidadosamente y tienden a informarse sólo sobre investigaciones que respaldan sus propias opiniones … Sus opiniones políticas forman parte de su identidad, y se enorgullecen de ser miembros de su equipo político. Para ellos, pertenecer a los demócratas o republicanos … influye en la autoimagen, de la misma manera que ser cristiano o musulmán influye en la autoimagen de las personas religiosas. Suelen despreciar a quienes discrepan con ellos, considerando que quienes tienen visiones alternativas del mundo, son estúpidos, malvados, egoístas o, en el mejor de los casos, profundamente equivocados. La mayoría de los votantes habituales, participantes políticos activos, activistas, miembros registrados de partidos y políticos, son hooligans”.
Numerosos estudios de múltiples investigadores demuestran que las emociones se entrelazan al hablar de política, y las personas dejan de pensar. El cerebro libera respuestas de placer cuando los miembros de un partido reciben información que revela la hipocresía de los políticos opositores, lo que les permite ser criticados. Lo mismo ocurrió cuando defendieron a miembros de su partido por acciones idénticas. Muchos creen que esta respuesta de placer se vuelve adictiva, como la nicotina y el alcohol. Asimismo, las personas ven sus programas políticos favoritos por la misma razón: su cerebro genera estas respuestas químicas a medida que la fuente refuerza su postura y ridiculiza a la oposición.
Los votantes están dispuestos a aceptar y defender las acciones de los miembros de su partido que condenan en otros. Cuando se les decía que el partido opositor tenía una postura, la condenaban duramente, pero cuando se revelaba que era la postura de su partido, daban un giro de 360 grados y ahora la defendían. La hipocresía es innata en el pensamiento del votante típico. Preferimos trabajar menos y creer en lo que deseemos, que trabajar más y cuestionar nuestras opiniones más arraigadas.
Un estudio alarmante demostró que si nueve personas (las que, sin que la décima lo supiera, eran agentes del investigador) respondían incorrectamente a una pregunta sencilla y directa, la décima, al ser el sujeto de prueba, respondía incorrectamente 75% de las veces. El análisis cerebral demostró que estos sujetos realmente creían que sus afirmaciones eran veraces; no sólo intentaban encajar. Precisamente por eso la política de masas (democracia) es el sistema político perfecto para que la población acepte falsedades.
Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko








