El dióxido de carbono no ocasiona calentamiento; ningún gas ocasiona calentamiento

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El esquema del cambio climático y la política de carbono neto cero se basan en la falsa noción de que el dióxido de carbono y otros gases ocasionan calentamiento global. No es así. No tenemos que efectuar conjeturas al respecto. Tenemos pruebas empíricas y científicas.

Cómo es que se equivocó el mundo académico

En 1988, James Hansen se “convirtió” del “enfriamiento global” al “calentamiento global” como algo peligroso.

Al Gore alimentó el miedo con U$S 22.000 millones anuales de financiamiento para que universidades y profesores estudiaran el asunto. La afirmación de Hansen es falsa. La gente se traslada a climas más cálidos por su salud. Consideremos todas las especies, en los reinos vegetal y animal, que prosperan cerca del ecuador, y ninguna sobrevive en los polos.

Sin embargo, desesperados por el dinero, los profesores se arrinconan para intentar demostrar que una falsedad es cierta. Para ello, hay que mentir. Cada mentira creó nuevas falsedades, hasta que han hecho que la física de los gases parezca el dormitorio desordenado de un niño sembrado de teorías.

Casi todo lo que hemos oído sobre el calentamiento global durante los últimos treinta y cinco años ha venido del mundo académico –lo que ha constituido una teoría no probada. ¿Cuántas veces se han cumplido sus declaraciones y predicciones? Como su mundo es teórico, utilizan la revisión por pares para su aprobación.

En el sector privado no existe la revisión inter pares. Todo se prueba, y funciona o no funciona. Los ingenieros que diseñan los instrumentos de física de los gases deben estar en lo correcto, o sus instrumentos fallan; los edificios podrían arder y, desde luego, serían despedidos.

Hay dos árboles de la física de los gases: el árbol teórico-docente en el mundo académico, que comenzó en 1662, y la física de los gases en el mundo real, enseñada por ingenieros del sector privado a partir de 1836. El árbol teórico comenzó en 1662 con la ley de Boyle (pv=k; a mayor presión, menor volumen). Los ingenieros de American Meter Company inventaron el gasómetro en 1836, el mismo medidor de doble fuelle que hay en el frente de su casa. Así empezó el árbol no teórico que se apoya en la ciencia real: las pruebas.

En la última mitad de ese siglo, John D. Rockefeller empezó a utilizar instrumentos de American Meter (turbinas y contadores de diafragma) para medir miles de pies cúbicos de gas natural comprimido en grandes depósitos y transportarlos en tren a New York. Al parecer, un cliente cuestionó la cantidad de gas enviada. American Meter probó los diafragmas que medían el caudal de salida a baja presión, y las turbinas de alta presión que medían el gas que entraba en los depósitos. Comprobaron que los contadores eran precisos; sin embargo, las lecturas eran significativamente diferentes.

Para probar el factor de corrección de la ley de Boyle, American Meter construyó una instalación de pruebas de alta presión en el norte de Pennsylvania, la que todavía existe. La recorrí con ellos. Determinaron que la ley de Boyle es errónea. Cuanto mayor es la presión, más errónea es. Hicieron pruebas meticulosas y crearon cálculos que coincidían con las pruebas. Estos cálculos se llaman fórmulas de supercompresibilidad. A lo largo de los años, han creado quince fórmulas, de la AGA 1 a la 15. Ninguna de ellas aparece en mi libro de física avanzada. El libro tiene páginas de cálculos derivados de fórmulas que son erróneas. Ni siquiera la fórmula de la ley de los gases ideal (o universal) es exacta. Tendría que cambiar con cada gas para seguir siendo exacta.

No existe un plan de estudios de física de los gases en el mundo académico. Las clases de ingeniería y física se limitan a tocar el tema con postulados centenarios (y engañosos) como la continuidad de la energía y la termodinámica. Los profesores han utilizado estos postulados para llegar a la conclusión de que la energía no puede destruirse o, al menos, que no deja de migrar. Esto también es falso.

La física teórica de los gases es como las matemáticas teóricas conduce a conclusiones falsas.

La auténtica ciencia

La energía no migra indefinidamente. La energía cinética (movimiento) es continuamente destruida en un campo gravitatorio. Dicho sin rodeos: un niño de seis años puede ver que una pelota de béisbol rueda hasta detenerse.

Toda la materia, incluidos los gases, es afectada por la gravedad. La temperatura es la medida de la energía cinética. La definición de temperatura es “una indicación de la velocidad a la que se mueven los átomos y las moléculas” [Enciclopedia de Ciencias Dorling Kindersley, página 140]. Una fuente de calor hace que se aceleren, choquen entre sí y, cuando se enfrían, se frenan. No van a ninguna otra parte.

Los profesores se saltan esta sencilla verdad, la definición de temperatura. La temperatura simplemente se acelera y se ralentiza, como los átomos en un termómetro de mercurio. Cualquier migración de energía termina abruptamente, como la arena bajo una pelota de béisbol rodante.

La prueba empírica de que un elefante pesa más que un ratón es la observación. La prueba científica es poner a ambos en una balanza y pesarlos. Todos están de acuerdo en que, de 1950 a 1985, nuestra atmósfera se enfrió muy ligeramente. Lo mismo ocurrió entre 1997 y 2015. Durante ambos periodos, los niveles de dióxido de carbono aumentaron drásticamente.

Eso es una prueba empírica de que el dióxido de carbono no causa calentamiento. Son cincuenta y cinco años de pruebas. Es el elefante en la habitación.

Tenemos que dejar de pensar: “Tiene que causar al menos algo de calentamiento”. No, es evidente que no. La pregunta que deberíamos hacernos es: “¿Por qué el dióxido de carbono no causa calentamiento?”. Eso nos lleva a la conclusión científica adecuada: medirlo.

En nuestra primera prueba, realizamos un ensayo con aire atmosférico vaporoso (70% de humedad) que incluía dióxido de carbono, conteniendo gases traza. La mezcla de aire y dióxido de carbono se ajustaba a las condiciones reales.

La mezcla de aire y dióxido de carbono fue aislada en nuestra sala de pruebas climatizada, y fue calentada. Una vez interrumpida la fuente de calor, la temperatura descendió de forma constante aproximadamente 1° F cada 32 minutos. Durante un típico día soleado, nuestra atmósfera absorbe unos 22° F. La mezcla vaporosa de aire y dióxido de carbono de esta prueba se enfrió 22 grados en unas 11 horas y 45 minutos. Ésto –no por casualidad– coincide con la velocidad de enfriamiento de nuestra atmósfera.

En nuestros siguientes experimentos, probamos dióxido de carbono puro. Medimos el tiempo que el dióxido de carbono tardaba en enfriarse 22° F una vez retirada la fuente de calor. El tiempo de enfriamiento varió entre 3 y 10 minutos, dependiendo del tipo de recipiente. El tiempo de enfriamiento más rápido fue en un recipiente de plástico, con 3 minutos y 47 segundos. Cualquier recipiente ralentizará el enfriamiento, por lo que el gas en la atmósfera abierta se enfría más rápido que lo que indica la prueba. Por lo tanto, el dióxido de carbono atmosférico se enfriará tan rápido como el Sol y el aire vaporoso permitan que se enfríe.

Incluso la mezcla vaporosa de todos los gases se enfría más rápido que en 24 horas. La temperatura no se acumula ni puede acumularse en nuestra atmósfera.

Sí, algunos gases absorben más calor que otros; sin embargo, ¿durante cuánto tiempo mantiene alguno de ellos esa temperatura una vez eliminada la fuente de calor? La respuesta es, desde luego, no el tiempo suficiente como para que la teoría del efecto invernadero sea cierta o provoque el calentamiento. Sus defensores afirman que los gases de efecto invernadero retienen la temperatura de un día para otro. No es cierto.

Y también es falsa la idea de que un aumento del número de partes por millón (ppm) de dióxido de carbono en la atmósfera provoque calentamiento. Una metáfora puede ayudarnos. El motor de su automóvil, que se calienta a casi 1.000° F, se enfría por la mañana. No importa si hay 200 o 400 coches en su vecindario. Tampoco importa si el motor es grande o pequeño. Sin una fuente de calor, todos se enfrían rápidamente y casi a la misma velocidad.

En otras palabras, el dióxido de carbono no es un gas de efecto invernadero. Sólo en la teoría académica existen gases de efecto invernadero que conservan la temperatura de un día para otro. En el mundo real no existen. La razón por la que el dióxido de carbono no provoca calentamiento en nuestra atmósfera es que se enfría demasiado rápido.

Estas pruebas demuestran además que ningún gas –dióxido de carbono, nitrógeno, metano, ni siquiera el aire atmosférico húmedo– conserva el calor de un día para otro. Todos se enfrían con demasiada rapidez. El calentamiento prolongado, si se produce, está causado por el Sol.

A los detractores les decimos: demuéstrenlo. Demuéstrenlo o dejen de inventar leyes y normas destructivas, basadas en teorías falsas.

A los académicos les decimos que lo midan como verdaderos científicos. Construyan un laboratorio como el nuestro o como el de Thomas Alva Edison. Intenten que el dióxido de carbono conserve la temperatura de un día para otro.

Es una prueba sencilla. Utilizamos instrumentos de precisión. Sin embargo, es una prueba repetible que cualquiera puede efectuar con instrumentos de ferretería.

 

 

Traducción Ms. Lic. Cristian Vasylenko

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