La guerra proxy en Ucrania y el genocidio en Gaza fatalmente exponen la hipocresía y la bancarrota moral de Occidente

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Los líderes e instituciones occidentales han caído en un descrédito sin precedentes debido a su complicidad en el genocidio contra el pueblo palestino. Ésto se ve aún más amplificado por la guerra proxy de la OTAN en Ucrania.

No sólo queda expuesta la complicidad occidental en crímenes de guerra, sino que lo que se muestra al mundo entero es la sorprendente doble moral y la hipocresía de los líderes occidentales. Estos individuos son mentirosos, psicópatas y criminales.

Lo que estamos presenciando es algo profundamente histórico: el colapso fundamental de las imágenes occidentales de presunta autoridad democrática y moral.

En todo el mundo se están acumulando enormes protestas públicas contra la atroz masacre de civiles en Gaza y Cisjordania por parte de las fuerzas estatales israelíes. Ciudades europeas y norteamericanas, incluidas Washington DC, Londres, Berlín y París, están viendo a millones de ciudadanos marchar en protesta, no sólo contra los crímenes del estado israelí, sino también
–igualmente importante– contra la depravada culpabilidad de sus propios gobiernos al facilitar la destrucción genocida en curso del pueblo palestino.

La indignación popular está siendo expresada incluso por empleados comunes, diplomáticos y otros trabajadores dentro de gobiernos y parlamentos. Las protestas de los trabajadores han impedido que los puertos envíen armas occidentales a Israel. Los periodistas dentro de las corporaciones de medios occidentales también están denunciando la parcialidad de sus organizaciones, quejándose –con razón– de que la cobertura noticiosa comprometida está ayudando e incitando al genocidio.

El presidente estadounidense Joe Biden y otros líderes occidentales están siendo abucheados en público por su complicidad en el genocidio. Entre los manifestantes se encuentran organizaciones judías e individuos que sobrevivieron al holocausto nazi.

A la oleada de ira pública se suma la respuesta reaccionaria de las instituciones occidentales que afirman que las protestas son ilegítimas. Las autoridades han intentado –sin éxito– prohibir las marchas, basándose en la reprobable afirmación de que los manifestantes son simpatizantes del terrorismo y antisemitas. Esta difamación de millones de ciudadanos comunes y corrientes que se han movilizado para condenar el genocidio, no hace más que intensificar aún más el desprecio hacia los gobiernos y los medios de comunicación occidentales.

En Gaza, la bárbara y atroz matanza en masa de civiles –principalmente mujeres y niños– continúa desde hace más de cuatro semanas, sin parar. El acontecimiento desencadenante del 7 de Octubre, en el que el grupo militante palestino Hamas mató a cientos de israelíes, es completamente desproporcionado con el genocidio que siguió. Según informes, más de 40.000 civiles palestinos han sido asesinados o mutilados. Toda una población de 2,3 millones de personas está siendo sometida a atroces castigos colectivos en el territorio bloqueado. La matanza de niños a causa de los bombardeos israelíes utilizando armas estadounidenses y de la OTAN, es particularmente horripilante.

Estados Unidos, la Unión Europea, la OTAN y el G7 se han negado a pedir un alto el fuego tras la matanza. En cambio, han instado a “pausas humanitarias”, que el régimen israelí de Benjamín Netanyahu ha concedido últimamente, sin duda bajo la presión de los líderes occidentales que temen una revuelta entre sus poblaciones. Pero esas “pausas” patéticamente insignificantes no hacen más que superponer un insulto tras otro.

El mundo entero, incluidas Rusia y China y la gran mayoría de las Naciones Unidas, exige el fin inmediato del asesinato en masa de personas inocentes. No hay “pausas” sin sentido para el rearme y nuevos ciclos de matanza. Hay un renovado y enérgico llamado en todo el mundo por una justicia histórica para el pueblo palestino, que ha soportado décadas de vil ocupación y agresión por parte del régimen sionista, tales cosas habilitadas por los gobiernos occidentales.

Las armas estadounidenses –pagadas por los contribuyentes estadounidenses e indirectamente por el resto del mundo, debido al fraude privilegiado del dólar estadounidense– se están utilizando para perpetrar la aniquilación de civiles en Gaza. Y el gobierno de los Estados Unidos tiene la intención de aumentar el suministro de máquinas de matar con U$S 14.000 millones en ayuda adicional. La Casa Blanca de Biden y el Pentágono dicen descaradamente que no hay líneas rojas para restringir la forma en que Israel utiliza la potencia de fuego estadounidense. Ya se han lanzado sobre Gaza unas 25.000 toneladas de explosivos, lo que equivale a la fuerza de dos bombas atómicas con las que Estados Unidos atacó Hiroshima en Agosto de 1945.

En la región se encuentra reunida una formidable armada de buques de guerra estadounidenses y de otros países de la OTAN, incluidos portaaviones de propulsión nuclear. Dada la posición oficial de los gobiernos de los Estados Unidos y la OTAN de apoyar a Israel –bajo la falsa afirmación de su “derecho a la autodefensa”–, es ineludiblemente evidente que las potencias occidentales están respaldando plenamente el genocidio. Esta abominable política es descaradamente clara para los ciudadanos occidentales y para el mundo entero.

La hipocresía y la duplicidad de los líderes occidentales, sus gobiernos y sus medios de comunicación, están siendo condenados como los criminales de guerra que son. Hace sólo unos meses, estos mismos charlatanes occidentales denunciaban a Rusia por presuntos crímenes de guerra en Ucrania. Biden, Von der Leyen, Scholz, Macron y Sunak y otros líderes occidentales, pronunciaban sermones piadosos sobre los presuntos crímenes rusos contra Ucrania, aunque en realidad esa guerra fue instigada por la OTAN, armando y apoyando a un régimen nazi en Kiev.

Ahora que Rusia ha derrotado en gran medida al régimen de Kiev respaldado por la OTAN, apenas se menciona la guerra en los medios occidentales o por parte de los gobiernos occidentales.

Sin embargo, lo que resulta sorprendente es la ausencia de cualquier preocupación genuina entre los líderes occidentales por los crímenes de guerra reales a escala masiva en Palestina.

Biden y sus cómplices occidentales hablan de “lamentar muertes inocentes”, mientras arman y apoyan el terrorismo de estado israelí.

La barbarie que está ocurriendo en Gaza y Cisjordania es impactante. Lo que resulta aún más repugnante es la culpa explícita de los estados occidentales por permitir el genocidio.

Lo que los crímenes están revelando en su cruda realidad es la naturaleza absolutamente diabólica del poder estatal occidental. Los crímenes del régimen israelí son la manifestación del imperialismo occidental; la verdadera, grotesca y pútrida naturaleza del poder occidental. Durante décadas, de hecho siglos, los Estados Unidos y sus socios europeos han llevado a cabo una farsa de pretender ser modelos de democracia, mientras al mismo tiempo explotan y corrompen al resto del planeta.

Ahora todos sus engaños y corrupción están completamente a la vista. Se trata de regímenes criminales, cuyas historias de colonialismo e imperialismo belicosos fueron con demasiada frecuencia encubiertas por un control preponderante de los medios de comunicación y un atractivo autoproclamado. Ahora está muy claro lo que realmente representa el “Occidente colectivo” (una élite minoritaria global): muerte y destrucción.

La gran pregunta es hasta dónde y hacia dónde conducirán la enorme ira y el desprecio del público. Una revuelta histórica está en marcha. ¿Que viene después? ¿Se puede movilizar de manera constructiva para derrocar las dictaduras decadentes de la oligarquía capitalista que han dominado a los estados occidentales bajo el disfraz de “democracia”?

Una cosa se evidencia. Los sistemas de élite occidentales están dañados sin posibilidad de reparación y rehabilitación. La crucifixión del pueblo palestino ha creado una caja de Pandora. La corrupción occidental –corrupción histórica, profunda y sistemática– ya salió a la luz, y no puede ser nuevamente reprimida por los gobernantes de élite que intentan encubrirla.

Esta vez, los crímenes genocidas de las potencias occidentales no pueden pasar desapercibidos ni ser explicados. La duplicidad y la quiebra son perjudiciales para el núcleo existencial.

Sin embargo, en última instancia, puede haber esperanza de un mundo mejor, más justo y más equitativo. Pero antes que nada, el viejo orden dominado por Occidente tiene que desaparecer, a pesar del inmenso dolor y sufrimiento que implica.

 

 

 

Traducción: Cristian Vasylenko

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