Lucha de clases: la explotación de los pagadores de impuestos por parte de los empleados federales

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    La semana pasada, Associated Press informó: “Los trabajadores de todo el país respondieron con ira y confusión” en respuesta a los despidos de empleados en período de prueba por parte de la administración Trump. CBS News nos dice que “los trabajadores federales expresan conmoción y enojo por los despidos masivos”, y The New York Times escribe que las obras federales enfrentan “insomnio, ira y lágrimas”.

    Algunos empleados iniciaron demandas contra la administración Trump. Otros aparecieron en programas de televisión de medios tradicionales para afirmar que habían sido maltratados.

    Las entrevistas en los medios, las demandas, las protestas y las cartas abiertas tocan un asunto similar: que es incorrecto e injusto que los empleados del gobierno, financiados por los pagadores de impuestos, tengan que buscar trabajo en el mercado como la gente común. Después de todo, los trabajadores comunes –el tipo de trabajadores sin empleos federales de los que es prácticamente imposible ser despedido– a menudo tienen que cambiar de trabajo cada vez que hay una reestructuración, una fusión, una quiebra o un recorte presupuestario. Ésta es la vida fuera del cómodo mundo de fantasía del empleo federal. Naturalmente, a los empleados federales no les gusta en absoluto cómo suena eso.

    Los medios tradicionales han retratado todo ésto como un conflicto entre “la gente trabajadora e inocente de la fuerza laboral federal” por un lado, y “los villanos insensibles de la administración Trump” por el otro. Sin embargo, hay una tercera parte en todo ésto que los medios prácticamente nunca mencionan: los pagadores de impuestos, que son los que pagan todo.

    La tercera parte olvidada: los pagadores de impuestos

    Después de todo, los salarios de los empleados federales sólo existen porque el dinero les es transferido, por la fuerza, desde los pagadores de impuestos hacia los empleados federales. Si un pagador de impuestos no quiere pagar los innumerables programas de propaganda izquierdista de USAID en todo el mundo, entonces no tiene otra opción. Tiene que pagar o ir a la cárcel por evasión fiscal.

    Por lo tanto, cualquier discusión sobre los empleados federales que no mencione a los pagadores de impuestos que pagan los salarios de los burócratas, es fundamentalmente deshonesta e incompleta. Donald Trump no está pagando por estos empleos. Los trabajadores de comida rápida estadounidenses, los agentes de seguros y los vendedores de teléfonos celulares son los que están pagando por todo.

    De hecho, en Estados Unidos hay más de diez millones de empleos financiados por impuestos federales, incluidos empleados federales contratados directamente, contratistas y beneficiarios de subvenciones. Estos empleos son pagados por unos 131 millones de trabajadores del sector privado. Eso es un empleado federal por cada 13 trabajadores privados. Dado que los impuestos sobre la renta son la principal fuente de ingresos federales, cada empleado federal debe casi todo a los 13 trabajadores que los pagan. Los empleados federales también tienden a disfrutar de salarios muy superiores a la media nacional, lo que significa que las personas que pagan las facturas son a menudo personas con salarios más bajos y menos beneficios que los empleados federales.

    Los empleados federales y sus defensores tienen una respuesta preparada para ésto. Insisten en que todos los empleos federales son absolutamente esenciales, y que los contribuyentes están recibiendo una ganga por el dinero que se ven obligados a pagar en concepto de salarios federales. ¿Están de acuerdo los contribuyentes? Una forma fácil de averiguarlo sería darles a los contribuyentes la opción de quedarse con el dinero que pagan en concepto de salarios federales. Si los contribuyentes creen que están recibiendo una gran oferta, estoy seguro de que estarán encantados de seguir pagando voluntariamente. Por ejemplo, podríamos preguntarle a la madre de tres hijos que trabaja en el drive thru de Burger King si quiere seguir pagando al gerente de subvenciones de USAID, que recibe U$S 120.000 por trabajar desde casa. Naturalmente, le explicaríamos amablemente a la trabajadora del drive thru que sin este trabajador de USAID, tal vez no haya nuevas óperas transgénero en Colombia el año que viene. Para facilitar las cosas, incluso podríamos incluir una casilla para marcar en las declaraciones de impuestos que diga “sí, pónganme impuestos para pagar a los agentes del FBI que me investigarán por criticar a la junta escolar local”.

    Si pensamos que la respuesta a todo ésto podría ser “no”, entonces ésto ilustra un problema fundamental de obligar a los trabajadores del sector privado a pagar todos esos salarios federales.

    Teoría clásica de la explotación liberal

    Tenemos una palabra para esta relación entre los empleados federales y los pagadores de impuestos. La palabra es “explotación”. Otra expresión para todo ésto podría ser “conflicto de clases”. Como sea que la llamemos, la relación es la siguiente: con todo su poder coercitivo, el estado extrae dinero de un grupo de personas y se lo entrega a otro grupo de personas. En esta relación, la clase gubernamental explota a la clase del sector privado. En un sentido más amplio, ésto describe la relación general entre el estado y los pagadores de impuestos que pagan por ello.

    Los marxistas tenían razón en que existe la lucha de clases, pero se equivocaban sobre la naturaleza de las clases. El conflicto no es entre los capitalistas y los trabajadores. El conflicto es entre la clase productiva de los pagadores de impuestos que paga todo, y la clase parásita que explota a la clase productiva.

    De hecho, contrariamente al mito a menudo difundido por los conservadores, no fueron los marxistas quienes inventaron la idea del conflicto de clases o la lucha de clases. Fueron, más bien, los liberales del laissez-faire, también conocidos como “liberales clásicos” o “libertarios”, quienes fueron pioneros de la idea. Es fácil ver por qué. Los liberales comprendían que la producción de mercado se basa en el intercambio voluntario. En el mercado, nadie está obligado a pagar por lo que no quiere. Los antiguos liberales identificaban a las clases de mercado como los dueños de negocios, los trabajadores del sector privado, y todos aquellos que eran contribuyentes netos, y cuyos ingresos provenían del libre comercio.

    Pero también había otras clases. Se trataba de las clases no mercantiles que dependían de los salarios, contratos y subsidios gubernamentales para obtener ingresos. En el siglo XIX, los liberales ya lo tenían todo claro: las clases de mercado son las explotadas. Las clases gubernamentales son los parásitos.

    O, como lo expresó el historiador Ralph Raico, se trata de un conflicto en el que se enfrentan “la clase que ‘devora impuestos’ contra la clase que ‘paga impuestos’”.

    No obstante, la narrativa de los medios de comunicación sobre este asunto ha sido consistentemente que la clase que devora impuestos es la víctima. Son víctimas de Trump, de Elon Musk o de cualquier figura pública que pueda servir de némesis a los presuntos “servidores públicos” desinteresados. A pesar de todo, el pagador de impuestos sigue siendo invisible.

    Por suerte, la misma narrativa mediática nos convence de que no debemos preocuparnos demasiado por los empleados que han sido despedidos. Nos han dicho durante años que los empleados federales son la flor y nata: excepcionalmente competentes, trabajadores, altamente educados y servidores dedicados del interés público. Si este es el caso, entonces estos empleados despedidos no tendrán problemas para encontrar nuevos empleos muy pronto.

     

     

     

    Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko

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