Tecnofascismo: el gobierno presionó a las empresas tecnológicas para que censuren sus usuarios

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    Por John & Nisha Whitehead

    “Las plataformas de Internet tienen un poderoso incentivo para complacer a importantes funcionarios federales, y el expediente de este caso muestra que funcionarios de alto rango explotaron hábilmente la vulnerabilidad de Facebook … No es sorprendente que estos esfuerzos hayan dado frutos. Facebook adoptó nuevas reglas que se ajustaban mejor a los deseos de los funcionarios, y muchos usuarios que expresaron opiniones desaprobatorias sobre la pandemia o las inoculaciones contra el covid-19, fueron ‘expulsados ​​de la plataforma’, o resultaron perjudicados de otro modo”. –Juez Samuel Alito, opinión en disidencia en Murthy v. Missouri.

    Mark Zuckerberg, director ejecutivo de Meta, finalmente admitió lo que ya sabíamos desde el inicio: Facebook conspiró con el gobierno para censurar a las personas que expresaban opiniones “desaprobatorias” sobre la pandemia de covid-19. La confesión de Zuckerberg llega tras una serie de fallos judiciales que hacen la vista gorda ante el tecnofascismo del gobierno.

    En una decisión de 2 a 1 en Children’s Health Defense v. Meta, el Tribunal de Apelaciones del Noveno Circuito desestimó una demanda interpuesta por Children’s Health Defense contra Meta Platforms por restringir las publicaciones, la recaudación de fondos y la publicidad de CHD en Facebook, tras las comunicaciones entre Meta y funcionarios del gobierno federal.

    En una decisión unánime en los casos combinados NetChoice v. Paxton y Moody v. NetChoice, la Corte Suprema de los Estados Unidos evitó pronunciarse sobre si los estados pueden aprobar leyes para prohibir la censura por parte de las grandes empresas tecnológicas en plataformas de redes sociales como Facebook, TikTok y YouTube.

    Y en un fallo de 6 a 3 en Murthy v. Missouri, la Corte Suprema eludió un desafío a los esfuerzos del gobierno federal para obligar a las empresas de redes sociales a censurar la expresión de los usuarios en virtud de la Primera Enmienda. Bienvenidos a la era de la tecnocensura.

    En el papel –bajo la Primera Enmienda al menos–, técnicamente somos libres de hablar. Sin embargo, en realidad ahora sólo tenemos la libertad de hablar que nos permita un funcionario del gobierno –o entidades corporativas como Facebook, Google o YouTube.

    Un ejemplo: los documentos internos publicados por el Subcomité Selecto del Poder Judicial de la Cámara de Representantes sobre el Uso de Armas del Gobierno Federal, confirmaron lo que sospechábamos desde hace tiempo: el gobierno ha estado trabajando en conjunto con las empresas de redes sociales para censurar la libertad de expresión.

    Con “censurar” nos referimos a los esfuerzos concertados del gobierno para amordazar, silenciar y erradicar por completo cualquier discurso que entre en conflicto con la narrativa aprobada por el propio gobierno. Ésto es la corrección política llevada a su extremo más escalofriante y opresivo.

    La confirmación de que Facebook trabajó en conjunto con la administración Biden para censurar contenido relacionado con el covid-19, incluidos chistes humorísticos, información creíble y la llamada desinformación, siguieron a un fallo de un tribunal federal en Luisiana que prohíbe a los funcionarios del poder ejecutivo comunicarse con las empresas de redes sociales sobre contenido controvertido en sus foros en línea.

    Al comparar los intentos de mano dura del gobierno de presionar a las empresas de redes sociales para que supriman el contenido crítico de las inoculaciones contra el covid o las elecciones, con “un escenario casi distópico”, el juez Terry Doughty advirtió que “el gobierno de los Estados Unidos parece haber asumido un papel similar al del ‘Ministerio de la Verdad’ orwelliano”. Ésta es la definición misma de tecnofascismo.

    Revestido de una autocomplacencia tiránica, el tecnofascismo está impulsado por gigantes tecnológicos –tanto corporativos como gubernamentales– que trabajan en conjunto para lograr un objetivo común.

    El gobierno no nos está protegiendo de las “peligrosas” campañas de desinformación: está sentando las bases para aislarnos de las “peligrosas” ideas que podrían hacernos pensar por nosotros mismos y, al hacerlo, desafiar el dominio de la élite de poder sobre nuestras vidas.

    Hasta ahora, los gigantes tecnológicos han podido eludir la Primera Enmienda gracias a su status no gubernamental, pero es una distinción dudosa en el mejor de los casos cuando marchan al paso de los dictados del gobierno.

    Como escriben Philip Hamburger y Jenin Younes para The Wall Street Journal: “La Primera Enmienda prohíbe al gobierno ‘restringir la libertad de expresión’. La doctrina de la Corte Suprema deja en claro que el gobierno no puede evadir constitucionalmente la enmienda trabajando a través de empresas privadas”. Nada bueno puede resultar de permitir que el gobierno eluda la Constitución.

    La constante y generalizada censura que nos están infligiendo los gigantes tecnológicos corporativos con la bendición de los poderes fácticos, amenaza con provocar una reestructuración de la realidad que parece sacada de 1984 de Orwell, en la que el Ministerio de la Verdad vigila la libertad de expresión y se asegura de que los hechos se ajusten a cualquier versión de la realidad que adopten los propagandistas del gobierno.

    Orwell pretendía que 1984 fuera una advertencia. En cambio, está siendo utilizanda como un distópico manual de instrucciones para diseñar socialmente una población que sea dócil, conformista y obediente al Gran Hermano.

    En un mundo cada vez más automatizado y filtrado a través de la lente de la inteligencia artificial, nos encontramos a merced de algoritmos inflexibles que dictan los límites de nuestras libertades.

    Una vez que la inteligencia artificial se convierta en una parte completamente integrada de la burocracia gubernamental, habrá pocos recursos: todos estaremos sujetos a los intransigentes juicios de los tecno-gobernantes.

    Así es como comienza. Primero, los censores fueron tras los llamados “extremistas” que difundían el llamado “discurso de odio”. Luego fueron tras los llamados “extremistas” que difundían la llamada “desinformación” sobre elecciones robadas, el Holocausto y Hunter Biden.

    Para cuando los llamados “extremistas” se encontraron en la mira por difundir la llamada “desinformación” sobre la pandemia del covid-19 y las inoculaciones, los censores habían desarrollado un sistema y una estrategia para silenciar a los inconformistas.

    Eventualmente y dependiendo de cómo el gobierno y sus aliados corporativos definan qué constituye el “extremismo”, “nosotros, el pueblo” podríamos ser considerados culpables de algún delito de pensamiento u otro.

    Todo lo que toleramos ahora –todo ante lo que “hacemos la vista gorda”–, todo lo que racionalizamos cuando se aplica a otros, ya sea en nombre de garantizar la justicia racial, defender la democracia o combatir el fascismo, acabará por volverse en nuestra contra, contra todos y cada uno de nosotros. Observen y aprendan.

    Todos deberíamos alarmarnos cuando se censura, silencia y hace desaparecer de Facebook, Twitter, YouTube e Instagram a cualquier individuo o grupo –prominente o no– por expresar ideas consideradas políticamente incorrectas, odiosas, peligrosas o conspirativas.

    Dado lo que sabemos sobre la tendencia del gobierno a definir su propia realidad y poner sus propias etiquetas a las conductas y los discursos que desafían su autoridad, ésto debería ser motivo de alarma en todo el espectro político.

    El punto es el siguiente: Ud. no debe simpatizar o estar de acuerdo con alguien que haya sido amordazado o hecho desaparecer en línea debido a sus opiniones. Pero ignorar las ramificaciones a largo plazo de esa censura es peligrosamente ingenuo, porque cualquier poder que Ud. permita que el gobierno y sus agentes corporativos reclamen ahora, eventualmente será usado en su contra por tiranos de su propia creación. Como escribe Glenn Greenwald para The Intercept:

    La flagrante falacia que siempre yace en el corazón de los sentimientos pro-censura es la creencia ingenua y delirante de que los poderes de censura se desplegarán sólo para suprimir las opiniones que a uno no le gustan, pero nunca las propias … Facebook no es un padre benévolo, amable y compasivo, o un actor subversivo y radical que va a vigilar nuestro discurso para proteger a los débiles y marginados, o servir como un noble control de las travesuras de los poderosos. Casi siempre van a hacer exactamente lo contrario: proteger a los poderosos de aquellos que buscan socavar las instituciones de élite y rechazar sus ortodoxias. Los gigantes tecnológicos, como todas las corporaciones, están obligados por ley a tener un objetivo primordial: maximizar el valor para los accionistas. Siempre van a utilizar su poder para apaciguar a quienes perciben que ejercen el mayor poder político y económico.

    Tenga cuidado: es una pendiente resbaladiza pasar de censurar las llamadas ideas ilegítimas a silenciar la verdad. Al final, tal como predijo Orwell, decir la verdad se convertirá en un acto revolucionario.

    Si el gobierno puede controlar el discurso, puede controlar el pensamiento y, a su vez, puede controlar las mentes de los ciudadanos. Como dejo claro en mi libro Battlefield America: The War on the American People y en su contraparte ficticia The Erik Blair Diaries, ésto ya está sucediendo.

    Cada día que pasa avanzamos más en el camino hacia una sociedad totalitaria, caracterizada por la censura gubernamental, la violencia, la corrupción, la hipocresía y la intolerancia, todo ello empaquetado para nuestro supuesto beneficio en el doble discurso orwelliano de seguridad nacional, tolerancia y el llamado “discurso gubernamental”.

    Lo que estamos presenciando es el equivalente moderno de la quema de libros, que consiste en acabar con ideas peligrosas (legítimas o no), y con las personas que las defienden.

    Más de 70 años después de que la novela de Ray Bradbury Fahrenheit 451 describiera un mundo ficticio en el que son quemados libros para reprimir las ideas disidentes, mientras que el entretenimiento televisado es utilizado para anestesiar a la población y hacer que sea fácil apaciguarla, distraerla y controlarla, nos encontramos navegando por una realidad inquietantemente similar.

     

     

     

    Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko

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