
Una de las falacias más difíciles de reconocer, definir y combatir, es la falsa analogía: dos cosas pueden compartir algunas similitudes, y se asume que son también iguales en otros aspectos, pero sin pruebas suficientes. A veces, una falsa analogía es obvia. Por ejemplo, el tenis y el fútbol usan pelotas y se juegan en campos rectangulares; por lo tanto, son iguales. Sin embargo, otras falsas analogías son más sutiles y suelen comenzar con: “Es como …” o “La vida es como …”.
El lector quizá recuerde la famosa frase de Forrest Gump: “… la vida era como una caja de bombones“. Para que la analogía sea válida, debe existir una verdadera conexión entre las dos cosas que son comparadas (en el ejemplo, la vida y una caja de bombones), pero las analogías siempre son, en el mejor de los casos, limitadas. Generalmente existe alguna conexión entre las dos cosas que se comparan, pero se omiten otras consideraciones, hasta el punto de que la analogía oscurece la realidad en lugar de aclararla. Ésto puede ser visto en la popular analogía de “la vida es como una carrera”, o la de los “diferentes puntos de partida”.
Diferentes formas de analogía
La analogía del punto de partida, la línea de partida, o la raza, adopta otras formas, pero posiblemente fue mejor expresada por Lyndon B. Johnson, citado en el párrafo a continuación. Más recientemente, Ibram X. Kendi afirmó en su libro Cómo ser antirracista:
El único remedio a la discriminación racista es la discriminación antirracista. El único remedio a la discriminación pasada es la discriminación presente. El único remedio a la discriminación presente es la discriminación futura. Como dijo el presidente Lyndon B. Johnson en 1965: “No se toma a una persona que, durante años, ha estado encadenada, y se la libera, se la lleva a la línea de salida de una carrera, y luego se le dice: ‘Eres libre de competir con todos los demás’, y aun así creer con razón que se ha actuado con justicia”. Como escribió el juez de la Corte Suprema de Estados Unidos, Harry Blackmun, en 1978: “Para superar el racismo, primero debemos tener en cuenta la raza. No hay otra manera. Y para tratar a algunas personas por igual, debemos tratarlas de manera diferente”.
Para ser justos, la población negra en Estados Unidos se encontraba bajo un sistema de castas raciales legalizado. Sin embargo, Kendi y otros con opiniones similares, no quieren eliminar los sistemas de castas raciales, sino revertirlos. Cabe destacar que la analogía del punto de partida o de la raza es clave en su argumentación: nada puede ser justo hasta que se igualen los puntos de partida en la vida. John Rawls presenta un argumento similar en “Una teoría de la justicia”, donde plantea su analogía del “velo de la ignorancia”: si estuviéramos de alguna manera tras este velo de ignorancia y pudiéramos elegir cómo debería ser el sistema mundial antes de nacer, sin conocer nuestras circunstancias al nacer, entonces elegiríamos el igualitarismo simplemente para estar seguros.
Otra expresión popular de esta analogía, especialmente en las escuelas, es cuando se establece una “carrera” manipulada, pero se les dice a los participantes que avancen dependiendo de circunstancias no elegidas en sus vidas (por ejemplo, si ambos padres siguen casados, etc.). Ésto pretende demostrar que, en la vida de cualquier persona, existen muchos factores y circunstancias no elegidos que facilitan o dificultan otras cosas.
Entendida correctamente, esta analogía podría tener varios puntos positivos. Podría enseñarnos circunspección, empatía, gratitud, humildad, compasión, a mirar más allá de nosotros mismos, a estudiar las causas de las diferencias (además de la explicación monocausal de la discriminación sistémica), etc. Sin embargo, este ejercicio suele ser malinterpretado, para concluir que las diferencias y desigualdades son necesariamente resultado de injusticias y discriminación, que estos son los únicos factores relevantes a ser considerados, y que la justicia exige igualitarismo –impuesto por el estado– para brindar igualdad de oportunidades (“puntos de partida”) a todas las personas, que se medirán en resultados igualitarios.
Lo que la analogía acierta
La analogía de la raza o del punto de partida es desafiante, porque no es del todo errónea. La analogía reconoce algunos hechos fundamentales sobre la experiencia humana: los seres humanos tienen diferencias, elegidas y no elegidas, que los hacen desiguales entre sí, tanto en oportunidades como en resultados.
De ésto se trata la interseccionalidad: pertenecer o no a ciertos grupos que se considera que poseen o carecen de ciertos niveles de poder/privilegio (véase La Rueda de Interseccionalidad: Privilegio y Poder). Si bien podemos debatir la legitimidad de algunas categorías (p. ej., gordo versus delgado, etc.), y si bien deberíamos rechazar la categorización colectivista de los individuos, podemos señalar legítimamente que existen muchas diferencias –posiblemente innumerables– que se entrecruzan entre los seres humanos, y contribuyen a las desigualdades entre ellos. Por ejemplo, un hombre blanco nacido en Estados Unidos de padres casados y cariñosos, tendrá oportunidades y experiencias diferentes de las de una niña nacida en un barrio marginal de la India, o de una persona tetrapléjica inglesa. De hecho, estos seres humanos tendrán oportunidades diferentes y desiguales entre sí y respecto de cualquier otro individuo a lo largo del tiempo y el espacio. La experiencia humana es casi infinitamente diversa.
En La búsqueda de la justicia cósmica, Thomas Sowell argumenta que todos los factores que hacen a los humanos desiguales, son tan diversos, específicos e incuantificables, que se requeriría omnisciencia para conocer y calcular el impacto de todos estos factores en cada individuo. En resumen, la interseccionalidad no es suficiente, ya que aún considera a las personas colectivamente en clases que se intersectan. Nadie tiene el conocimiento como para comprender siquiera todos los factores que contribuyen a las diferencias entre los individuos. Por lo tanto, la conclusión lógica de la interseccionalidad debería ser el individualismo. Dado que los individuos y las circunstancias son tan únicos, cada persona debe ser tratada como un individuo, no como un colectivo.
El error de la analogía reside en sus suposiciones sobre la naturaleza y la justicia de las diferencias, sus implicancias y sus conclusiones.
En lo que la analogía yerra
Existen varios problemas de presuposiciones, errores, y aquéllo que dicha analogía pasa por alto e implica. El primero es que comete el error fundamental relativo a la posibilidad y la justicia de la “igualdad de oportunidades”. Muchos, especialmente entre los conservadores, entienden que la igualdad de oportunidades significa imparcialidad legal o igualdad ante la ley; es decir, existe un standard uniforme para todo individuo, independientemente de las categorías grupales que se intersecten. Sin embargo, lo que la analogía de la raza o del punto de partida revela, es que muchas personas creen firmemente que la igualdad de oportunidades es posible, y que debe ser utilizado el poder estatal para lograrla. Thomas Nagel explica: “Para brindar igualdad de oportunidades, es necesario compensar de alguna manera las desigualdades en los puntos de partida que ocupan las personas, tanto social como económicamente”.
Absolutamente nadie tiene ni puede tener idéntico “punto de partida” que otra persona. Dos seres humanos que hayan existido, existan ahora, o existan en el futuro, no pueden ni podrán tener jamás las mismas oportunidades. Ésto es literalmente imposible. Los seres humanos siempre y necesariamente existen en un mundo de escasez, incertidumbre, cambio, temporalidad, finitud, diversidad, valoración subjetiva, juicio, acción y elección. Murray N. Rothbard escribe que “[la humanidad] se caracteriza singularmente por un alto grado de variedad, diversidad y diferenciación; en resumen, desigualdad”. Dadas estas realidades, no hay razón para esperar que dos seres humanos diversos, y mucho menos más seres humaos, sean iguales o se les iguale, ni en cuanto a “oportunidades” ni en “resultados” exactos.
Incluso si obviamos el problema de los seres humanos únicos y diversos con diversas preferencias subjetivas calculadas numéricamente, la supuesta igualdad entre los seres humanos no puede existir en un mundo cambiante, con diversidad de espacio, tiempo, acción y elección. Sólo las cantidades no humanas, que no actúan, no eligen, y que existen en un estado de equilibrio estático, podrían siquiera acercarse a la “igualdad”.
Supuesto erróneo: Todas las diferencias son resultado de injusticia o discriminación
El problema con la analogía racial no reside en la observación de diferencias significativas que hacen a las personas desiguales, sino en la suposición, las supuestas implicancias y/o las conclusiones. Supone que todas las diferencias y desigualdades son resultado de la injusticia. Hay tantos factores que contribuyen a las diferencias entre individuos únicos y dinámicos, que simplemente presuponer discriminación, es irresponsable.
A menudo, estos debates se basan en el concepto de “privilegio inmerecido”; es decir, que las personas tienen ventajas o desventajas que no eligieron, lo cual es cierto. Por ejemplo, nadie elige la época, la ubicación geográfica ni los padres de los que nace. El campesino medieval de la Europa del año 1300 no tenía el “privilegio inmerecido” ni la electricidad que tenemos hoy en Estados Unidos. Sin embargo, ésto no significa que se haya producido necesariamente una injusticia debido a la disparidad. Es cierto que quienes disfrutaban de la iluminación artificial tenían un punto de partida y oportunidades diferentes, pero éste es un ejemplo de desigualdad sin injusticia.
Supuesto erróneo: Un mundo estático
La analogía racial asume que la vida es una competencia estructurada y finita, con un objetivo común. Pero la vida no es de suma cero ni lineal. Las personas tienen diferentes objetivos subjetivos, y valoran cosas distintas. La vida y los seres humanos son dinámicos, no estáticos. La analogía racial pasa por alto gran parte de la naturaleza dinámica de los agentes que actúan y eligen.
La vida no es una carrera. La analogía de una carrera puede coincidir con la vida en ciertos puntos de conexión, pero la analogía es inherentemente limitada (como todas las analogías). Al criticar lo que él llama “el error común” de equiparar la justicia con la igualdad de oportunidades, donde “los contendientes parten del mismo punto”, Rothbard afirma:
La vida humana no es una especie de carrera o juego en el que cada persona deba partir del mismo punto. Es un intento de cada persona por ser lo más feliz posible. Y cada persona no podría comenzar desde el mismo punto, porque el mundo no acaba de nacer; es diverso e infinitamente variado en sus partes. El mero hecho de que un individuo nazca necesariamente en un lugar diferente al de otro, garantiza inmediatamente que su oportunidad heredada no pueda ser la misma que la de su vecino. La búsqueda de la igualdad de oportunidades también requeriría la abolición de la familia, ya que cada progenitor tiene capacidades desiguales; requeriría la crianza comunitaria de los hijos. El estado tendría que nacionalizar a todos los bebés y criarlos en guarderías estatales en igualdad de condiciones. Pero incluso en este caso, las condiciones no pueden ser las mismas, porque los distintos funcionarios estatales tendrán distintas capacidades y personalidades. Y la igualdad nunca puede ser lograda debido a las necesarias diferencias de ubicación.
Conclusión errónea: Nivelación radical vía el estado
El argumento implica una nivelación radical de todas las diferencias humanas mediante el estado (lo que es imposible e injusto). Aunque no siempre se exprese, el non sequitur implícito de estos argumentos es inculcar culpa, y proponer al estado como solución para, al menos, igualar los puntos de partida. A ésto se le suele llamar “equidad” en lugar de “igualdad”. Se supone que, debido a las múltiples desigualdades, el estado debería tener el poder y los recursos como para tratar a las personas desiguales de forma desigual, a fin de lograr una raza más justa. La analogía también implica que, si a ciertas personas se les otorga un poder desmesurado para reestructurar sistemáticamente la sociedad, todas podrían tener las mismas oportunidades o los mismos puntos de partida. Ésto es literalmente imposible, y es injusto.
Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko