El problema del análisis político es que a menudo carece de perspectiva histórica y se limita en su mayor parte a los acontecimientos recientes.
El análisis actual de la guerra israelí contra Gaza cae víctima de este pensamiento estrecho. El acuerdo de alto el fuego, firmado entre grupos palestinos e Israel bajo la mediación de Egipto, Qatar y Estados Unidos en Doha el 15 de Enero, es un ejemplo.
Algunos analistas, incluidos muchos de la región, insisten en enmarcar el resultado de la guerra como consecuencia directa de la dinámica política de Israel. Argumentan que la crisis política de Israel es la principal razón por la que el país no logró sus objetivos de guerra declarados y no declarados; a saber, obtener “control total de la seguridad” sobre Gaza, y limpiar étnicamente a su población.
Sin embargo, este análisis supone que la decisión de ir a la guerra o no está completamente en manos de Israel. Sigue elevando el papel de Israel como la única entidad capaz de dar forma a los resultados políticos en la región, incluso cuando esos resultados no favorecen a Israel.
Otro grupo de analistas se centra exclusivamente en el factor estadounidense, afirmando que la decisión de poner fin a la guerra en última instancia recaería en la Casa Blanca. Poco después de que fuera oficialmente declarado el alto el fuego en Gaza, un canal de televisión panárabe preguntó a un grupo de expertos si era la administración Biden o la administración Trump la que merecía el crédito por supuestamente “presionar a Israel” para que aceptara un alto el fuego.
Algunos sostienen que fue el enviado de Trump a Israel, Steve Witkoff, quien negó al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, todo margen de maniobra, obligándolo así, aunque a regañadientes, a aceptar los términos del alto el fuego.
Otros contraatacan diciendo que el acuerdo fue presentado inicialmente por la administración Biden. Argumentan que la diplomacia supuestamente activa de Biden condujo finalmente al alto el fuego.
Este último grupo no reconoce que fue el apoyo incondicional de Biden a Israel lo que sostuvo la guerra. El rechazo constante de su enviado a la ONU a los llamados a un alto el fuego en el Consejo de Seguridad, hizo que los esfuerzos internacionales para detener la guerra fueran irrelevantes.
El primer grupo, sin embargo, ignora el hecho de que la sociedad israelí ya estaba en un punto de quiebre. La guerra en Gaza había demostrado la imposibilidad de ser ganada. Ésto significa que, independientemente de si Trump presionó a Netanyahu o no, el resultado de la guerra ya estaba sellado. Continuar la guerra hubiera significado la implosión de la sociedad israelí.
Del lado palestino, algunos análisis, afiliados a una u otra facción, explotan el resultado de la guerra para obtener beneficios políticos. Este tipo de pensamiento es extremadamente insensible y debe ser rechazado por completo.
También hay quienes esperan desempeñar un papel en la reconstrucción de Gaza, para ganar influencia política y financiera y aumentar su influencia. Esta es una postura vergonzosa, dada la destrucción total de Gaza y la urgente necesidad de recuperar los miles de cuerpos atrapados bajo los escombros, así como de curar a los heridos y a la población en su conjunto.
Una cosa que todos estos análisis pasan por alto, es que Israel fracasó en Gaza porque la población de Gaza demostró ser inquebrantable. Tales nociones a menudo son descuidadas en los debates políticos dominantes, que tienden a comprometerse con una línea elitista. Esta línea está completamente alejada de las luchas diarias y las opciones colectivas de la gente común, incluso cuando logran hazañas extraordinarias.
La historia de Gaza es una historia de dolor y orgullo. Se remonta a civilizaciones antiguas e incluye una gran resistencia contra la invasión, como el asedio de tres meses por parte de Alejandro Magno y su ejército macedonio en el año 332 a. C.
En aquel entonces, los habitantes de Gaza resistieron y aguantaron durante meses antes de que su líder, Batis, fuera capturado, torturado hasta la muerte, y la ciudad fuera saqueada.
Esta legendaria resistencia y sumoud (firmeza) resultó crucial en muchas otras luchas contra los invasores extranjeros, incluida la resistencia al ejército de Napoleón Bonaparte en 1799.
Aunque parte de la población actual de Gaza no conozca esa historia, es producto directo de la misma. Desde esta perspectiva, ni la dinámica política israelí, ni el cambio de administración estadounidense, ni ningún otro factor, son relevantes.
Ésto es conocido como “larga historia” o longue durée. Lejos de ser meramente un concepto académico, el largo legado de resistencia contra la injusticia, ha moldeado la mentalidad colectiva de la población palestina de Gaza a lo largo de los años. ¿De qué otra manera podemos explicar cómo una población pequeña, aislada y empobrecida, que vive en un pedazo de tierra tan pequeño, logró resistir una potencia de fuego equivalente a muchas bombas nucleares?
La guerra terminó porque Gaza la resistió, no por la bondad de un presidente estadounidense. Es crucial que enfaticemos este punto una y otra vez, en lugar de buscar respuestas inconcluyentes e irracionales.
Poco importa cómo definamos la victoria y la derrota de una nación que todavía sufre las consecuencias de una guerra de aniquilación. Sin embargo, es importante reconocer que los palestinos de Gaza se mantuvieron firmes, a pesar de las inmensas pérdidas, y prevalecieron. Ésto sólo puede ser atribuido a ellos, una nación que históricamente ha demostrado ser inquebrantable. Esta verdad, arraigada en una “larga historia”, sigue siendo válida hoy.

Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko