Durante el último año, la prensa alternativa ha escrito mucho sobre el genocidio israelí contra los palestinos y otros crímenes de guerra cometidos en Líbano, Siria, Irán, etc. A menudo, ésto ha sido visto en el contexto histórico de la fundación del autoproclamado estado sionista de Israel en 1948 hasta la actualidad. Pero se ha dicho mucho menos sobre la historia de terrorismo del movimiento sionista racial-nacionalista-colonialista para apoderarse de Palestina, y matar y exiliar a los palestinos, que se remonta a más de un siglo.
Para quienes piensan que el reciente anuncio de Donald Trump de que Estados Unidos tomará el control de Gaza y obligará a los palestinos asediados a abandonar su país es chocante, la historia presentada por Thomas Suárez los desencantará de esa idea. El sionista Trump está declarando sin rodeos el objetivo final de la limpieza étnica de todos los no judíos de Palestina, que ha sido el objetivo de los sionistas desde el principio y que está detrás de Biden, quien se considera sionista, y del reciente apoyo de Trump al genocidio israelí de los palestinos en Gaza y Cisjordania.
Cuando en 1937 se le preguntó por qué apoyaba los esfuerzos de los líderes sionistas para expulsar a los palestinos de su tierra, Winston Churchill, respondió: “No admito que el perro del hortelano tenga el derecho final al hortelano, aunque haya estado allí durante mucho tiempo”.
Como escribe Suárez, investigador histórico afincado en Londres, ex residente de Cisjordania, violinista y compositor, “Negó que ‘se haya cometido un gran daño a los indios piel roja de América o al pueblo negro de Australia’ al reemplazarlos por ‘una raza de grado superior’”. Esta retórica racial de alto nivel es racismo, puro y simple, y los sionistas la han aplicado a los palestinos desde el principio. Perros, alimañas, etc. Hitler estaría orgulloso.
No es nada nuevo. La supremacía étnica y un estado judío puro siempre han sido el objetivo, incluso cuando los sionistas utilizaron la retórica y las tácticas nazis que supuestamente aborrecían, mientras trabajaban con los nazis para llevar a los judíos alemanes a Palestina, y a ningún otro lugar. Lo que fue conocido como el Acuerdo de Transferencia de Haavara es prueba de ello.
Cuando en Enero de 1933 Hitler llegó al poder como canciller alemán, hubo llamamientos internacionales a un boicot a los bienes y servicios alemanes, apoyados por judíos y cristianos prominentes. El boicot causó un duro golpe a la economía del Reich. Pero los sionistas llegaron a un acuerdo con Hitler para sortear el boicot y proporcionar a Alemania el capital necesario, y Hitler permitió a los judíos alemanes con suficiente riqueza emigrar a Palestina a cambio de que compraran bienes y equipos alemanes, un acuerdo quid pro quo que proporcionó a Alemania una victoria propagandística, al afirmar que el acuerdo para romper el boicot había sido hecho por judíos. En un viaje a Palestina cuatro años después, Adolph Eichmann participó en un esfuerzo de seguimiento con la milicia terrorista sionista, la Haganah, y su representante Feival Pokes, para que los nazis presionaran a los grupos judíos alemanes para que instaran a los judíos a ir sólo a Palestina y a ningún otro país.
La ironía de la declaración racista de Churchill es que, a pesar de la Declaración Balfour del Reino Unido de 1917, que declaraba su apoyo al “establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío”, los sionistas se volvieron contra sus cómplices británicos, que estaban en Palestina como “administradores” bajo un mandato de la Liga de las Naciones después de la Primera Guerra Mundial, con una salvaje campaña terrorista para expulsar a los británicos. Ésto dio a los sionistas un mito propagandístico narrativo que han explotado hasta el día de hoy, de que fueron víctimas de la ocupación en su propia tierra, mientras que fueron los sionistas quienes, a través del terrorismo, expulsaron a los palestinos de la tierra que fue suya durante mucho tiempo.
La traición de esta naturaleza define la historia de todos los que se alinearon contra los palestinos desde el principio, como hoy, y Trump no es una excepción.
Suárez deja en claro que los “palestinos también cometieron ataques terroristas, y el enfoque de este libro en el terrorismo sionista e israelí nunca debe ser malinterpretado como una excusa para la violencia palestina contra inocentes”, pero el “terrorismo palestino ocurrió principalmente durante los levantamientos de fines de la década de 1920 y fines de la década de 1930, después de años de ser discriminados institucionalmente y asesinados en beneficio de los sionistas, y después de que la resistencia no violenta –diplomacia, súplicas, huelgas, boicots– resultara inútil”. Por lo tanto, su objetivo en este libro es documentar y ofrecer un análisis integral y estructural de la campaña de terror que el movimiento de colonos racial-nacionalista sionista utilizó durante décadas para aniquilar a los árabes “inferiores”, “perros del hortelano”.
Las campañas terroristas gemelas de los sionistas contra los palestinos y los británicos obligaron a estos últimos a retirarse en 1948. Luego, centraron toda su atención en el exterminio de los palestinos, lo que dio lugar a lo que los palestinos llaman la Nakba: la purga de casi un millón de palestinos de su tierra, y la destrucción de más de quinientos de sus pueblos (lo que el líder sionista Chaim Weizmann, el primer presidente de Israel, llamó “una simplificación milagrosa de nuestra tarea”). Fue entonces cuando comenzó el asedio de Gaza, no como el primer ministro israelí Netanyahu y sus cómplices afirman que comenzó después del ataque de Hamas del 7 de Octubre de 2023.
Como escribe Suárez, “El asedio de Gaza comenzó en 1948, 58 años antes de la elección de Hamas en 2006, que Israel utiliza ahora para justificarlo. Entonces sirvió para el mismo propósito que sirve hoy: impedir que personas de la etnia equivocada regresen a sus hogares”.
Desde el principio, el proyecto de colonización sionista se basó en un mesianismo fanático, comercializado como el mito de que estos colonos judíos modernos simplemente regresaban a la tierra hebrea de la Biblia, después de una ausencia de 2000 años, tierra que les pertenecía aunque nunca habían vivido allí. Simplemente regresaban a su hogar soberano, decretado por Dios, y los palestinos, sin importar cuánto tiempo llevaran viviendo allí, eran usurpadores a los que había que expulsar de sus hogares, matar o forzar al exilio. La marca del estado judío “Israel”, un nombre arraigado en la cultura mesiánica judía y cristiana de Occidente, fue crucial, ya que evocaba toda la nostalgia por la Tierra Santa de antaño, y todas las imágenes del “verdadero” regreso a casa. Ésto fue crucial para obtener el apoyo cristiano en Occidente.
Palestine Hijacked (Palestina Secuestrada) (2022) es un libro de investigación histórica profundamente documentada (686 notas finales detalladas), que devela la narrativa que pinta al sionismo como una fuerza benigna. Mediante una asidua investigación de archivos de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), los Archivos Nacionales Británicos, la Biblioteca del Congreso, la Organización Sionista de América, la Agencia Telegráfica Judía, etc., a los que se ha accedido con dificultad, Suárez utiliza documentos originales para lanzar sus propios petardos contra los conocidos dirigentes sionistas, a menudo con sus propias palabras, palabras que nunca se suponía que salieran a la luz. Se expone a Chaim Weizmann, Theodore Herzl, David Ben-Gurion, Menachem Begin, Yitzhak Shamir y Moshe Sharett como mentirosos, y a los tres últimos como terroristas despiadados, mientras que los tres primeros están totalmente de acuerdo con sus tácticas terroristas. Se demuestra que lo mismo es cierto para aquellos dirigentes occidentales que apoyaron la toma terrorista de Palestina por un movimiento de colonos racial-nacionalistas sionistas, los que no tenían ningún derecho legal o moral sobre la tierra, como no lo tienen hoy. Suárez describe el escenario al comienzo de la página 14:
A lo largo de las décadas siguientes [desde los primeros días del sionismo], desde líderes de la corriente dominante como David Ben-Gurion y Chaim Weizmann, hasta la fanática banda terrorista Lehi, los pronunciamientos ideológicos del proyecto de colonización fueron formulados en el lenguaje del mesianismo. El sionismo estaba construyendo el Reino final, el Tercer Templo bíblico, una resurrección que se alzaba de las cenizas del legendario Segundo Templo y el Templo de Salomón. Las batallas del sionismo, sus enemigos, sus conquistas, sus tragedias, eran bíblicos, y su establecimiento del estado de Israel en 1948 fue vendido como la reanudación, la reconstitución del reino bíblico. Como dijera Ben-Gurion: “la Biblia es nuestro mandato” para tomar Palestina.
Una vez más, como en el caso del pronunciamiento de Trump, lo viejo es nuevo, y lo nuevo, viejo; por eso hoy tenemos el apoyo apasionado de los evangélicos cristianos conservadores estadounidenses (cristianos sionistas) a los crímenes de guerra de Netanyahu, justificados y bendecidos por la patraña bíblica que sigue viva en la narrativa propagandística promovida por Israel y los medios corporativos.
Todo está aquí, en la crónica de Suárez. No sólo detalles sobre los ataques terroristas sionistas bastante conocidos, como la colocación de explosivos en el King David Hotel, lo que podría convertirse en propaganda sionista, sino todos los años de matanzas de palestinos, viejos y jóvenes, hombres, mujeres y niños, en pequeñas aldeas y mercados, en hogares, en las carreteras y en los campos, perpetradas sin piedad, y llevadas a cabo con júbilo por fanáticos que hacen la “voluntad de Dios”. Da escalofríos en el alma leer los detalles de la larga historia de semejante genocidio. Suárez escribe:
El atentado en el King David Hotel sigue siendo el ataque terrorista icónico de los años del Mandato, y los libros de historia lo citan falsamente como el más mortífero. El atentado de 1940 contra el Patria [un barco de inmigrantes] fue tres veces más mortífero, asesinando a unas 267 personas, y las dos atrocidades son idénticas en la afirmación de que sólo las infraestructuras, no las personas, fueron los objetivos.
De los ataques en los que el asesinato fue el propósito reconocido, al menos uno de los ataques con explosivos del Irgun [el Irgun, el Lehi y el Haganah eran los tres principales grupos terroristas sionistas] de los mercados palestinos asesinó a más personas (el 6 de Julio de 1980, unas 120), y la matanza que los ejércitos sionistas llevaron a cabo en pueblos como Deir Yassin –todavía durante el Mandato– también asesinaría a más personas que el ataque en el King David Hotel.
Si desea comprender la naturaleza terrorista del gobierno israelí actual, debe leer este libro.
Si cree que el uso reciente de buscapersonas explosivos por parte de Israel no tiene precedentes, aprenda sobre el uso que los sionistas hicieron de los panfletos explosivos hace mucho tiempo.
Si cree que el uso que hacen los críticos del término nazi para describir el genocidio en curso de los palestinos es exagerado, aprenda sobre la historia de las colaboraciones sionistas con Hitler y el fascista italiano Mussolini.
Si cree que los planes y ataques de Israel contra Líbano y Siria son algo nuevo, piénselo de nuevo.
Si le sorprende la pregunta: ¿Tiene Israel derecho a existir?, descubra la naturaleza ilegal e inmoral de sus reivindicaciones de ese derecho. Luego, pregúntese qué responder.
Si tiene miedo de aprender estas cosas por temor a que lo llamen antisemita, aprenda cómo los fundadores sionistas de Israel utilizaron ese término como arma hace mucho tiempo, contra sus compañeros judíos y contra cualquier otra persona que se atreviera a cuestionar su legitimidad, y cómo sus progenitores y el gobierno de los EE. UU. que los apoya, ahora están condenados con razón como partidarios del genocidio.
Si usted piensa que el sionismo y el judaísmo son sinónimos, se ha tragado un paquete de mentiras envuelto como un regalo traicionero; porque los judíos con conciencia saben que el proyecto sionista es una terrible mancha en su nombre. Thomas Suárez ha escrito un libro valiente y grandioso. Él debería tener la última palabra:
La razón por la que Israel mantiene a millones de seres humanos bajo distintos niveles de apartheid, la razón por la que mantiene a millones más languideciendo en campos de refugiados, no es que sean palestinos ni árabes.
Es más bien, estrictamente, porque no son judíos. Si fueran judíos, ya fueran palestinos o árabes o cualquier otra cosa, serían bien recibidos, y se les daría un generoso subsidio para mudarse desde cualquier parte del mundo en la que vivieran, y ocupar una casa cuyo propietario fue expulsado porque no es judío.
Nada en la historia del sionismo, del estado israelí, o del llamado conflicto, puede ser entendido divorciado de ésto.
Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko