Presidente Trump: ¡acabe con la guerra ahora!

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    Hace apenas unas semanas, en este espacio insté al presidente Trump a aceptar un acuerdo con Irán que le permitiera continuar desarrollando energía nuclear civil, garantizando al mismo tiempo que no desarrollaría armas nucleares. Irán indicó estar listo para firmar dicho acuerdo, pero repentinamente el enviado especial de Trump, Steve Witkoff, cambió la postura de Estados Unidos y exigió que no fuese enriquecido uranio nuclear con fines civiles.

    El gobierno estadounidense comprendió que Irán no podía aceptar tal exigencia ‒ya tenía ese derecho como signatario del Tratado de No Proliferación Nuclear‒, pero Witkoff cambió de postura de todos modos. Apenas unos días antes de la sexta ronda de negociaciones, Israel echó por tierra todo el proceso con un ataque sorpresa contra Irán, y aquí estamos, poco más de una semana después, ante la Tercera Guerra Mundial.

    Si no hubiese sido aplicada la estrategia de cebo y el posterior ataque israelí, probablemente estaríamos presenciando una rápida mejora en las relaciones comerciales con Irán y en toda la región, lo que habría enriquecido a todas las partes. Paz y prosperidad. Habría sido beneficio mutuo para todos.

    Pero los neoconservadores y su líder, Benjamin Netanyahu, no soportaban la perspectiva de que fuese instaurada la paz en la región, así que retomaron sus viejas mentiras sobre las “armas de destrucción masiva” de la época previa a la guerra de Irak, y pronto las conversaciones se vieron hundidas bajo una lluvia de bombas y misiles israelíes ‒y, a partir del fin de semana pasado, estadounidenses.

    La decisión del presidente Trump de gastar incontables miles de millones de dólares en lo que parece ser poco más que un bombardeo “simbólico” de las instalaciones nucleares iraníes, ya desocupadas, sin duda tuvo la intención de hacerse pasar por un duro. Desafortunadamente para él, ha tenido el efecto contrario.

    Ha demostrado al mundo que no fue más capaz de resistir las exigencias de los neoconservadores y de los belicistas que sus predecesores, y al abandonar sus promesas de ser el presidente que ponga fin a las guerras en lugar de iniciar otras nuevas, también ha abandonado al sector más entusiasta de su base.

    Lo que el presidente Trump parece no entender es que la verdadera fuerza no se mide en cuántos misiles se le pueden enviar al “Hitler del mes”, como lo designan los belicistas. La verdadera fuerza proviene de defender los principios que uno declara ante la enorme presión que inevitablemente se ejercerá sobre uno.

    La verdadera fuerza es la fuerza de carácter. A menudo proviene de la capacidad de decir “no” cuando todos a nuestro alrededor exigen que renunciemos a nuestros principios a cambio de promesas de riqueza y gloria.

    Al momento de escribir ésto, nos encontramos al borde de una gran guerra en Oriente Medio, la que amenaza con involucrar a actores mucho más grandes, como Rusia y China. Los neoconservadores, llenos de una vanagloria injustificada, dan la bienvenida a tal enfrentamiento, porque no serán ellos quienes luchen y mueran. Ellos serán quienes se lleven las recompensas financieras y de otro tipo. Como siempre.

    Desafortunadamente, el presidente Trump ha dañado gravemente su credibilidad al involucrarnos en una guerra que no es nuestra guerra. Haría bien en cambiar de rumbo de inmediato, buscar salidas, hacer la paz con Irán y, de una vez por todas, desterrar a todos los neoconservadores y belicistas de su administración. De lo contrario, el “MAGA” pasará a la historia como una simple broma cruel.

     

     

     

    Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko

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