Biden no gobierna. Entonces, ¿quién?

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    Después de un debate desastroso de hace dos semanas, y de una débil entrevista sobre control de daños el Viernes pasado, finalmente ha quedado claro para casi todos que el presidente Joe Biden no dirige el gobierno federal.

    Se supone que cada cuatro años debemos pretender que un solo individuo, a quien elegimos colectivamente en las urnas, se haga cargo del gobierno federal, y actúe como lo haríamos nosotros para abordar los problemas que enfrentamos en el país y en el extranjero.

    La incapacidad de Biden para superar sin problemas un debate y una entrevista, destruye la ilusión de que es él quien dirige las cosas en Washington y en toda la esfera de influencia de Estados Unidos en todo el mundo.

    Entonces, si Biden en realidad no dirige el gobierno, ¿quién lo hace?

    Por supuesto, están las personas que rodean a Biden. Algunos de sus familiares, como su esposa, Jill Biden, y su hijo, Hunter Biden, han estado especialmente cerca de él estas últimas semanas, mientras el presidente capea las consecuencias del debate. También están los asesores y confidentes políticos más cercanos de Biden, como Mike Donilon, Ron Klain, Anita Dunn y Ted Kaufman, que han estado al lado del presidente desde que decidió postularse en 2020. Finalmente, está el personal de la Casa Blanca que hace mucho, si no todo, del trabajo del día a día.

    Pero este grupo constituye sólo una pequeña parte de la estructura de poder más amplia en Washington. Para entender dónde reside realmente el poder federal, tenemos que tomar distancia.

    En Estados Unidos la clase política está formada por innumerables organizaciones, departamentos y facciones. Sin embargo, pueden definirse cuatro grupos singulares.

    Primero, están los políticos y todos aquellos que son nombrados por los políticos. Piense en presidentes, senadores y representantes, pero también en miembros del gabinete, embajadores y jueces federales. Éstos son muchos de los miembros más visibles de la clase política. Son lo que la gente imagina cuando piensa en la política estadounidense.

    En segundo lugar, están todos los burócratas no electos que constituyen los componentes administrativos permanentes del gobierno federal. Puede encontrarse la mayoría de éstos en las docenas de agencias ejecutivas ubicadas en Washington, DC y sus alrededores. Mientras que el primer grupo está formado por un par de miles de personas, el segundo representa cerca de tres millones. Es la mayor parte del gobierno federal.

    El tercer grupo es el que podemos llamar “intelectuales oficiales” o “de la corte”. Estos son los “expertos” del mundo académico y de los think tanks, así como los “periodistas” de los medios de comunicación más destacados, que excusan y justifican las acciones y ambiciones del resto de la clase política.

    Como explicó Murray N. Rothbard en el tercer capítulo de Anatomía del Estado, las autoridades políticas siempre han confiado en los intelectuales para afirmar la legitimidad del estado en la mente de la población en general. Los intelectuales, que a menudo se sienten frustrados por lo poco que la gente está dispuesta a pagar por sus servicios intelectuales, se ven fácilmente atraídos a servir a los intereses del estado a cambio de reconocimiento oficial, acceso y dinero de los impuestos.

    El cuarto y último grupo son los plutócratas. Son las personas y empresas que deben sus ganancias y riqueza a las acciones del gobierno federal, y que presionan y pagan para usar el poder del gobierno para llenar sus billeteras. Pensemos en los directivos de los grandes bancos y de las empresas armamentísticas que suministran la maquinaria de guerra para Washington.

    Estos cuatro grupos forman la coalición que conforma la clase política. El “sistema” se refiere sencillamente a la clase política establecida o actual. Y, juntos, esta coalición trabaja para empoderarse y enriquecerse a expensas de todos los demás.

    Los intelectuales de la corte utilizan su “experiencia” sancionada por el establishment para argumentar que los problemas de la sociedad deben ser resueltos con intervenciones gubernamentales. Los políticos ofrecen implementar estas intervenciones a cambio de votos y donaciones. Los plutócratas trabajan para distorsionar las intervenciones en su propio beneficio, y luego presionan y pagan a los políticos para que legislen intervenciones aún más lucrativas. Una vez promulgadas, los intelectuales y políticos de la corte utilizan las malas consecuencias fácilmente predecibles de las intervenciones para justificar más intervenciones ulteriores.

    Mientras tanto, el grupo burocrático gana empleos, dinero y poder, y trabaja con los intelectuales de la corte para protegerse y expandirse. Las intervenciones cada vez mayores aumentan el poder del gobierno, que luego se ofrece a compradores plutocráticos interesados. Mientras tanto, los políticos libran peleas falsas entre sí por diferencias políticas menores, junto con sus rituales electorales y legislativos para oscurecer la estafa y hacernos creer a todos que vivimos en una república democrática representativa.

    Éste es el ciclo que se agita en Washington, DC. El hecho de que el presidente tenga un deterioro cognitivo, es esencialmente irrelevante.

    A menos que el público estadounidense comience a despertar sobre el hecho de que el gobierno no trabaja para nosotros, como nos enseñaron en la escuela. Pero hasta entonces, la agitación continúa.

     

     

     

    Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko

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