Conservadores contra el “discurso de odio”

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Es muy triste ver a los conservadores discutir como izquierdistas, pero ahora sucede en todas partes. No hace mucho, ridiculizaron y descartaron con razón la idea del “discurso de odio”, pero ahora que se dice que el problema es el “antisemitismo”, de repente la idea del discurso de odio está bien.

De hecho, ¿recuerdan cuando la izquierda dijo que el “discurso de odio” no era “libertad de expresión”? Parece que algunos republicanos decidieron que, después de todo, los izquierdistas tenían razón. En Oklahoma, el gobernador republicano Kevin Stitt acaba de abandonar el viejo “Todos estamos a favor de la libertad de expresión en Oklahoma. Pero el discurso de odio no será tolerado”.

¿Recuerdan cómo los conservadores solían argumentar que los izquierdistas estaban cerrando preventivamente la discusión sobre temas importantes, invocando encantamientos de palabras mágicas como “racismo”? Aparentemente, cuando reemplazamos “antisemitismo” por “racismo”, de repente ya no hay riesgo de que ésto suceda.

En Texas, el gobernador Greg Abbott, que intenta presentarse como un inconformista audaz, cuando lo único que hace es seguir los vientos políticos (como durante el covid), ha pasado de apoyar la “libertad de expresión” en los campus universitarios, a imponer ahora restricciones que son vagas –lo suficiente como para hacer que una discusión política obviamente común, sea potencialmente peligrosa para estudiantes y profesores.

Incluso la Fundación para los Derechos Individuales de Expresión, que no es conocida por su hostilidad hacia Israel o sus políticas, dice que la orden del gobernador “se basa en una definición de antisemitismo que llega al discurso político dominante”.

Mi idea radical es que, para bien del número cada vez menor de gente normal que queda, la izquierda y la falsa derecha dejen de actuar como niños, para que en lugar de vilipendiar a la gente gritándole cosas como “¡supremacistas blancos!” ó “¡antisemitas!”, intenten dar un argumento real. Lo entiendo: ésto es más difícil de hacer que gritar, pero esperemos de todos modos.

Mientras tanto, de entre el público en general nos llegan los datos de la encuesta del Pew Research Center: aunque 73% de los estadounidenses considera que la libertad de prensa es de gran importancia para el bienestar de la sociedad, 51% de los encuestados dice que “siempre debe ser evitada la publicación de información falsa, incluso si eso significa que la libertad de prensa se vea limitada”.

Imagínese estar tan despistado en 2024, después de todo lo que hemos pasado.

Primero, ¿quién decidirá qué constituye “información falsa”? Probablemente las mismas personas que nos informaron sobre las armas iraquíes de destrucción masiva, sobre el Russiagate, sobre cómo las vacunas evitarían que contraigas covid, Jesse Smollett fue atacado por partidarios negros de Trump en el centro de Chicago, Nick Sandmann fue el villano en su enfrentamiento con el estafador nativo americano Nathan Phillps, etc. ¿A alguien de ese 51% le preocupaba que las grandes instituciones difundieran más “noticias falsas” que todos los llamados teóricos de la conspiración juntos?

En segundo lugar, determinar qué es verdadero o falso, ¿es siempre sencillo y, por lo tanto, cualquiera que se equivoque en algo, es automáticamente un malvado? En el curso normal de la búsqueda de la verdad, ¿no es inevitable que cometamos errores y no debamos ser castigados por ellos? Una cosa que ayudaría, es que menos personas hubieran reemplazado sus cerebros con televisores, y fueran capaces de ver más allá de la última obsesión de la élite.

 

 

 

Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko

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