Cuando un Lunes cualquiera de finales de Abril colapsó la red eléctrica española, los sueños de energía renovable y el equipo de transición verde se desvanecieron con ella.
Ryan McMaken se apresuró a señalar que, bajo convicciones políticas similares al Pacto Verde Europeo, la asequibilidad y la fiabilidad no son virtudes que resaltar precisamente de la red eléctrica europea. Inyectar demasiada basura odiosa en una sola red eléctrica está destinado a romperse.
Mientras la historia está aún en desarrollo, y las autoridades españolas han negado que las energías renovables fueran la causa de la pérdida de frecuencia que dejó sin electricidad a unos 60 millones de personas en España y Portugal, varios comentaristas y expertos han confesado públicamente que la abrumadora dependencia de la energía solar en el momento del apagón fue la culpable.
La manipulación de los medios de comunicación tradicionales y corporativos, cada vez más irrelevantes, fue en su mayoría muy triste. Curiosamente, el autor del artículo de propaganda en Reuters intentó desviar la culpa de las deidades verdes, diciendo que no era culpa de las energías renovables, sino de las “renovables en la red moderna”. Ah, ahora sí.
Retrocedamos. ¿Han oído hablar últimamente de ESG (ambiental, social y de gobernanza)? Yo tampoco. Hubo un cambio radical en el uso corporativo de “ESG” en tan solo unos años. De ser un concepto abarcativo, pronunciado por todos los directores ejecutivos, e impuesto a la fuerza a todos los empleados por todos los departamentos de RR.HH. en todas las empresas lo suficientemente grandes, sencillamente desapareció. Casi de la noche a la mañana, a nadie le importó. Una encuesta reciente sugirió que sólo 7% de quienes fueron contratados hace un par de años para trabajar en ESG corporativo, siguen empleados para eso hoy. ¡Puf!, se acabó.
Y todo sucedió en silencio. Matt Levine, conocido por su participación en “Money Stuff” de Bloomberg, ha planteado repetidamente la hipótesis de que ESG -como tantas otras cosas-, era un fenómeno de bajos tipos de interés. Una vez que los tipos y la inflación empezaron a afectar, la gente abandonó rápidamente las iniciativas de justicia ambiental y social, basados en señales de “virtud”.
He aquí una predicción a la luz del desastre español: La “ola verde” -o la ominosa transición energética- que tala bosques, elimina cultivos e instala paneles solares en todos los tejados, y cubre el paisaje de turbinas eólicas, sufrirá un destino similar.
¿Por qué? Además de arruinar las redes eléctricas y aparecer en el discurso político y social, no está logrando gran cosa. La “transición” verde ha logrado casi nada en los más de 30 años que ha dominado las mentes de intelectuales y políticos. ¿No me creen? Consulten un gráfico del consumo energético primario mundial por fuente, y compruébenlo ustedes mismos.
En 1991 -por tomar un año al azar de la década de 1990, cuando el movimiento por el cambio climático se puso realmente en marcha- 77,5 % del consumo energético provenía de petróleo, gas y carbón. En 2023, tras billones de dólares gastados en instalar plantas eólicas y solares fotovoltaicas, ponerles una red de transmisión, y subvencionar todo ésto, junto con gran cantidad de iniciativas ecológicas; tras descomunales esfuerzos sociales y políticos para volar menos, consumir alimentos sostenibles, reciclar plástico, etc., esa misma cifra se sitúa en 76,55%. Tres décadas de fuerza, dinero y propaganda, y ni siquiera han logrado cambiar la situación.
Resulta que la gente quiere su energía, sus vehículos, sus pertenencias, sus viajes y, en definitiva, sobrevivir. Cualquier medida que sea tomada desde arriba para impedirlo, sólo tiene efectos marginales.
Lo que se ha hecho es desestabilizar muchas redes eléctricas en todo el mundo. Las energías eólica y solar fotovoltaica han desplazado a la biomasa y a la nuclear en porcentajes de un solo dígito, y las redes ya están colapsando. Por ejemplo, en España. Y no es que no lo supiéramos. Enterradas en informes de investigación y documentos informativos de la Comisión Federal Reguladora de la Energía al Instituto de Estudios Energéticos de Oxford, las conclusiones son claras: menos fiabilidad, menor inercia, mayor riesgo de colapsos de frecuencia que provoquen un apagón total.
Los enormes cambios, históricamente hablando, que supusieron la sustitución del biocombustible por carbón, y luego por gas natural, ya habían sido completados en gran medida a finales de los años ‘70. La lección que se desprende del historial de la humanidad y su relación con el mundo natural, es que obtenemos más y mejor (más barato, más rápido, más seguro, más estable); no peor, más caro ni menos fiable. “Todas las transiciones energéticas que hemos tenido”, escribí el año pasado, “han sido aditivas”. Como civilización, no “sustituimos” ni “eliminamos progresivamente” las fuentes de energía; sencillamente las complementamos con otras mejores. Y, como indica el desastre eléctrico español, las energías poco fiables como la eólica y la solar no son mejores.
Al igual que los criterios ESG, están desapareciendo silenciosamente de la atención de casi todos. Es de esperarse que la obsesión de todos por lo ecológico simplemente desaparezca.
La ley de la política climática -a la que Roger Pielke Jr. dio su nombre- afirma que “siempre que los objetivos ambientales y económicos se oponen, la economía siempre triunfa”.
Esa es la lección de las últimas tres décadas en cuanto a la formulación de políticas y propaganda ecológicas, así como del más reciente fenómeno ESG. Cuando los factores financieros y económicos se imponen, las pesadillas (en realidad) de “crisis” climáticas y sus urgentes propuestas políticas, se desvanecen. Ahora que la mayoría de las redes eléctricas en Occidente se han saturado con energía eólica y solar fotovoltaica, provocando que los precios se disparen y los apagones sean más frecuentes, los sueños verdes simplemente terminarán.
Con el tiempo, la magnitud de la “transición verde” pasará a ser una curiosidad histórica, que sólo interesará a sociólogos e historiadores políticos. ¡Qué alivio!
Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko