El estado es una institución satánica

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    Antes de citar algunos crímenes diabólicos cometidos por las autoridades estatales, y reflexionar sobre los perversos incentivos del gobierno, me gustaría analizar primero la naturaleza del estado, para que podamos entender verdaderamente qué es el aparato estatal. El debate sobre la necesidad y legitimidad del estado y de los sistemas de gobierno, es amplio y ha estado presente desde hace tiempo en las teorías sociales y políticas. Podemos citar a un intelectual muy relevante en esta discusión, como el sociólogo alemán Franz Oppenheimer. Este pensador alemán hizo una importante contribución a la discusión sobre la naturaleza real del estado. De hecho, su teoría fue utilizada por Murray N. Rothbard en su libro Anatomía del Estado para explicar el modus operandi del estado, el que se basa en la dominación y la explotación; es decir, el uso de la violencia para esclavizar a personas pacíficas.

    Según Oppenheimer, el aparato estatal -al que prefiero llamar monopolio de la violencia o Leviathan- no surgió como resultado de un pacto social legítimo, o de una mera necesidad de organización social cooperativa y civilizada, sino como una verdadera arma de conquista.

    De esta manera, Oppenheimer clasificó dos formas de adquirir riqueza. El primero es el entorno económico, que consiste en la producción de bienes y servicios y el posterior intercambio de estos productos. Este medio pacífico, que podemos llamar comercio, se basa en la cooperación y la libertad de mercado. El segundo medio de adquisición de riqueza se basa en la expropiación violenta del trabajo ajeno, lo que en el fondo consiste en robar y esclavizar a la gente productiva; a ésto podemos también llamarlo recaudación de impuestos.

    Éste es el modus operandi de todo tipo de ilegítimo estado y gobierno: instituciones controladas por una élite selecta con poder político, que domina al pueblo. Citando también una frase de Hans-Hermann Hoppe sobre la naturaleza del estado: “El estado es una organización que detenta el monopolio obligatorio de la jurisdicción final sobre un territorio determinado, y que financia sus actividades mediante impuestos; es decir, mediante ingresos obtenidos por coacción”.

    Es también bastante evidente, considerando los vicios y errores humanos -y que no todos los seres humanos tienen buenas intenciones- que, al obtener tanto poder en las propias manos, sin tener posibilidad alguna de castigo real, ésto representa un camino libre para la práctica del mal y de toda clase de delitos. Esta comprensión es muy simple y realista, y desmantela cualquier falacia del contrato social y el consentimiento, o de que los gobiernos tienen buenas intenciones.

    A lo largo de la historia, bajo el yugo del estado ninguna persona ha tenido la oportunidad de elegir si quiere participar en ese arreglo político en el que está inserto. Por lo tanto, para posibilitar su existencia, el estado viola constantemente el derecho natural a la autopropiedad que cada persona tiene.

    Por tanto, es evidente que, al ser una institución antisocial, violenta y criminal, si se pretende servir al bien común, ningún estado no puede ser meramente reformado o mejorado, porque la naturaleza de esta institución es la concepción misma de la violencia como algo a normalizar y legalizar.

    Por eso, los defensores del derecho natural a la propiedad privada, como los famosos libertarios Murray Newton Rothbard y Hans-Hermann Hoppe, aborrecen la existencia del estado, ya sea éste monárquico, comunista, teocrático o república socialdemócrata. Y esa es la visión libertaria correcta sobre la cuestión de la legitimidad del estado.

    Por otra parte, el único sistema que respeta el derecho natural e inviolable a la propiedad privada, es un modelo de organización social que podemos llamar anarcocapitalismo, que elimina el aparato de coacción monopólica, y lo sustituye por el verdadero orden espontáneo. La sociedad está formada por individuos, y cada individuo tiene acceso a información que puede utilizar para alcanzar sus objetivos y mejorar su vida, incluso si no lo sabe todo. Aunque no es omnisciente, cada persona sabe más que un político -al que ni siquiera conoce- lo que es mejor para ella y lo que debe hacer para mejorar su vida.

    No hay ningún secreto ni misterio, y nada de ésto es utópico. Los seres humanos racionales y civilizados pueden cooperar perfectamente, apuntando tanto a un aumento de la satisfacción como al aumento de la riqueza, del bienestar social y de la paz, para lograr sus objetivos sin explotar a sus conciudadanos.

    Después de todo, cualquier teoría económica seria ha demostrado con creces que la mejor manera de aumentar la riqueza y el bienestar social de una sociedad, es respetando la institución de la propiedad privada y permitiendo un mercado capitalista libre. Ésto es lo que dice la Ciencia Económica, la praxeología de Ludwig von Mises, y no hay nada que discutir sobre su método.

    A diferencia de los métodos empíricos o estadísticos utilizados en otras ciencias, la praxeología parte de deducciones lógicas basadas en un axioma central: los seres humanos actúan con un propósito. “El hombre actúa”. Ésto implica que los seres humanos realizan acciones conscientes para lograr fines, utilizando los medios disponibles. Éste es considerado un axioma evidente, porque al intentar refutarlo, el intento en sí mismo es una acción que lo valida lógicamente. Éste es el uso correcto de la buena y vieja lógica para entender la Economía, que es una ciencia de la acción humana.

    No es necesario profundizar demasiado en los modelos de países que se han acercado a ésto, como Suiza, Hong Kong y Estados Unidos los que, a pesar de las diversas imperfecciones del proceso, se han convertido en regiones extremadamente ricas y seguras para vivir.

    Y no necesito insistir aquí en el hecho de que toda la pobreza que existe hoy en Estados Unidos es causada por una serie de políticas criminales, como la inflación de dinero, la recaudación de impuestos, las regulaciones del mercado y la burocracia, y las leyes belicistas responsables de financiar guerras en varias partes del mundo.

    Siempre digo que el estado norteamericano es tan criminal y sus miembros son tan corruptos, sociópatas y sádicos, como cualquier otro estado que haya existido en la historia, así que no utilizaré este artículo para romantizar al estado norteamericano ni a ningún otro.

    Por lo tanto, no es difícil entender que, en este modelo de socialdemocracia, el estado occidental moderno necesita de una serie de falacias y propaganda para legitimarse, e incluso comprar el apoyo de la gente.

    A los políticos de hoy les encanta hablar de la importancia de promover la igualdad –término bastante amplio en su interpretación–, del mismo modo que lo hicieron los bolcheviques que vivieron en Rusia hace 100 años, y que acabaron creando uno de los peores y más asesinos regímenes totalitarios de la historia de la humanidad. Todo ésto es sólo una táctica para convencer a la sociedad de que el gobierno tiene una tarea beneficiosa e importante que realizar, orientada al bien común. No es más que lavado de cerebro, una táctica de control mental.

    Si profundizamos en el análisis del marxismo, y de los ideales socialistas y comunistas –teorías que continúan siendo utilizadas en los distintos gobiernos socialdemócratas de Occidente–, veremos que son ideologías antihumanas, adoptadas por muchos ingenieros sociales que quieren crear una falsa igualdad material, algo que es imposible. La planificación económica central, y los objetivos finales del comunismo, sólo son establecidos mediante el uso de la fuerza contra personas pacíficas, mediante una dictadura socialista; e incluso entonces, estos objetivos son imposibles porque violan la naturaleza humana. Por eso, muchos mueren en el proceso, y la utopía nunca es alcanzada.

    Dado que los seres humanos son únicos en muchos aspectos, y nacen en familias completamente diferentes, que transmiten enseñanzas y experiencias completamente únicas, la simple idea de querer crear, desde arriba hacia abajo, la igualdad material entre cientos de miles o millones de personas, es algo rayano en lo absurdo, una utopía del tipo más ridículo posible.

    No existe tal posibilidad de igualdad material y de resultados, pues infinitos factores que influyen en nuestra vida, actuarán contra esta pretensión de igualdad.

    Y, aunque fuera posible, para que haya creación de riqueza, debe haber desigualdad. Los visionarios y emprendedores siempre serán diferentes al promedio, y estas personas son capaces de lograr grandes resultados que, en el capitalismo, benefician a todos. Siempre habrá empresas más productivas y menos productivas, así como habrá profesionales más prósperos y otros más pobres.

    Por lo tanto, este ideal de igualdad, algo que se ha convertido en una especie de mantra principal de la religión secular del estado, es una de las ideas antihumanas propagadas a diario por los políticos, y es algo que incluso podemos considerar diabólico.

    Sólo puedo imaginar que el ser que vive de la mentira, de promesas utópicas y que quiere alterar por la fuerza la naturaleza humana, sólo puede ser el mismo satanás. Con cada día que pasa, se afirma mi convicción de que hay un elemento sobrenatural en esta tragedia que es la historia humana en este planeta.

    ¿Las guerras, los genocidios, los crímenes contra los niños, los ancianos, los discapacitados y los hombres inocentes, son mera coincidencia, o son parte de la naturaleza del estado y sus incentivos? ¿Hemos estado en una gran batalla espiritual desde el comienzo de la historia humana?

    Este tipo de reflexiones cabría en un largo libro, y si hay un buen escritor al que le gusta reflexionar sobre los males del espíritu humano, ese es el ruso Fiodor Dostoyevski. Así pues, nada mejor que dejar como recomendación la obra Los Demonios que es, al mismo tiempo, una crítica política, un análisis psicológico y un tratado espiritual.

    Pero, volviendo al punto central de mi texto, me gustaría reflexionar más sobre los incentivos diabólicos de los políticos, y cómo la gente común parece no darse cuenta de ésto –e incluso normaliza los crímenes de estado.

    Daré un ejemplo de un político considerado conservador, y que tendría algún standard moral según la perspectiva de la derecha estadounidense y brasileña. Me refiero a Donald Trump, un multimillonario polémico, quien es visto como un auténtico outsider que asusta al “sistema”, el poderoso estado profundo estadounidense.

    Recientemente leí sobre la masacre de la plaza Nisour, que tuvo lugar en 2007 en el contexto de la guerra de Irak y fue llevada a cabo por empleados de Blackwater, empresa militar privada contratada por el gobierno de Estados Unidos.

    El crimen ocurrió cuando empleados armados de Blackwater abrieron fuego contra civiles pacíficos en una concurrida intersección de Baghdad. Debido al ataque incendiario, 17 civiles iraquíes murieron, y más de 20 resultaron heridos. Este triste episodio provocó mucha indignación internacional, así como fricciones diplomáticas entre Estados Unidos e Irak.

    Aunque algunos de los responsables de los crímenes fueron condenados a penas severas -tres de ellos recibieron 30 años de prisión, y uno fue condenado a cadena perpetua- en 2020, el “buen y conservador político” Donald Trump -quien supuestamente se preocupa por la justicia y los valores estadounidenses- decidió conceder su indulto presidencial a los cuatro individuos.

    Me pregunto: ¿cuál es el verdadero interés de Trump en ésto? ¿Ganó algún dinero? ¿No veía este crimen contra la humanidad como algo absurdo y diabólico? ¿Y cómo es que todavía tiene tanto apoyo de gente que se dice cristiana? Para mí es absurdo e increíble, y la única respuesta es la infinitud de la ignorancia humana -y del lavado de cerebros.

    Muchos derechistas que todavía toman en serio a políticos como Trump, quizá ni siquiera sepan de este indulto a criminales, pero ¿qué pasaría si lo supieran? ¿Relativizarían y justificarían el acto de Trump? ¿Hasta cuándo seguiremos viendo a la derecha minimizando los crímenes contra la humanidad, ya sea en Baghdad o en Gaza? ¿Y qué pasa cuando Trump utiliza dinero robado a trabajadores estadounidenses para financiar políticas belicistas y criminales, como lo ha hecho al ayudar al proyecto de dominación del gobierno israelí? ¿Está bien expropiar a ciudadanos estadounidenses para que puedan ser perpetrados crímenes de lesa humanidad al otro lado del mundo?

    Podemos citar varias cosas diabólicas practicadas por el gobierno norteamericano, que incluso miembros de la derecha estatista conservadora minimizan y pretenden no ver.

    Estoy seguro de que, hasta el día de hoy, innumerables ciudadanos norteamericanos encuentran justificables las dos bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki, utilizando como excusa la supuesta muerte de muchos soldados norteamericanos en una posible invasión.

    Hay que recordar que las bombas no fueron lanzadas sobre objetivos militares, como la industria armamentística japonesa, sino que fueron únicamente soltadas sobre ciudades con civiles [[1]], los que no representaban ninguna amenaza real para el gobierno estadounidense o para el mundo.

    Los verdaderos responsables de cualquier tipo de crimen de guerra perpetrado por el estado japonés eran miembros de la élite política japonesa y nada más, aparte de los empleados estatales que prestaban el servicio. La mayoría de la gente está engañada acerca de los verdaderos objetivos del gobierno y de sus guerras.

    Y es obvio para cualquier persona pensante, que ningún gobierno lanza dos bombas atómicas sin una poderosa propaganda dirigida a convencer a la gente de que no había otra manera de poner fin a la guerra. Todo gobierno necesita la aprobación de la opinión pública, en mayor o menor grado, incluso si es sólo un consentimiento pasivo. Así pues, siempre habrá propaganda, sesgada y mentirosa, por parte del gobernante en el poder.

    Aquí en el Instituto Rothbard hay varios artículos que exploran el contexto del uso de las bombas atómicas en Japón, y que revelan los errores de este crimen de guerra perpetrado por el gobierno estadounidense. Algunos títulos incluyen: “El bombardeo del catolicismo japonés”, “Justificar el mal”, “Hiroshima y Nagasaki fueron crímenes de guerra vergonzosos” y “La bomba de Hiroshima: el crimen y el encubrimiento”.

    Dejo estas importantes recomendaciones de lectura, que mostrarán a los lectores que hay mucho de extraño en esta historia sobre la necesidad de utilizar armas atómicas contra Japón, incluso después de la rendición incondicional de sus principales aliados durante la Segunda Guerra Mundial. Este asunto requiere ser explorado más a fondo. Incluso décadas después del fin de la Segunda Guerra Mundial, es un asunto que nos hace reflexionar sobre la naturaleza criminal y diabólica del estado, y sobre cómo la gente está dispuesta a aceptar y relativizar los crímenes contra la vida humana.

    Otro crimen diabólico de estado que quería mencionar en este artículo, fue un experimento realizado por el gobierno alemán, llamado Experimento Kentler, que me dejó muy impactado. Entre fines de la década de 1960 y principios de la década de 2000, las autoridades estatales de Berlín, en lo que entonces era Alemania Occidental, permitieron que niños huérfanos o vulnerables fueran puestos al cuidado de hombres conocidos por ser pedófilos. Este espantoso experimento fue diseñado y supervisado por el psicólogo y sexólogo Helmut Kentler.

    Durante décadas, ninguna autoridad local lo impidió, y estoy seguro de que ningún ser humano sensato y normal, con ciertos parámetros éticos y morales, aceptaría tal perversidad. Sólo personas enfermas y sociópatas participarían en una política así sin cuestionar la moralidad de la misma.

    Aunque Kentler era un monstruo -además de defender el contacto sexual entre adultos y niños con la excusa de que era beneficioso—, ocupó cargos influyentes en instituciones educativas de Alemania, jugando un papel muy activo en la formulación de políticas públicas relacionadas con la juventud. En otras palabras, el pueblo alemán se vio obligado por ley a financiar a un gobierno que colocó a un partidario y practicante de la pedofilia para formular políticas tan importantes para los niños. Obviamente, ésto hubiese sido un gran escándalo, si no hubiera sido porque estuvo oculto durante tanto tiempo.

    La principal justificación del Experimento Kentler es que, al colocar a los niños al cuidado de hombres pedófilos, estos hombres serían padres adoptivos “especialmente cariñosos” debido a sus “preferencias sexuales”.

    Increíblemente, este experimento fue financiado y apoyado por el Senado de Berlín Occidental, e increíblemente, en su informe de 1988 Kentler afirmó que los resultados fueron un éxito total.

    Cuando leí sobre este caso, me impactó cómo la institución estado permite crímenes tan perversos y cómo el estado, monopolio de la violencia, organización de poder, tiene mecanismos internos que protegen a estos psicópatas en posiciones de poder. Simplemente permite que estos monstruos continúen cometiendo sus crímenes sin temor a ningún castigo.

    Lo cierto es que basta con tener buenos contactos con gente poderosa en las instituciones del estado, y la impunidad está garantizada. Las personas que se encuentran más abajo en la jerarquía, no tienen mucho poder más allá de seguir órdenes para conservar sus empleos. Los más poderosos, sin embargo, son capaces de pervertir la ley a su favor para proteger a sus criminales aliados. Los mayores criminales de la historia no han estado en barrios marginales, tribus o pequeños grupos sin poder, sino sentados en grandes escaños de poder político, rodeados de aduladores, juristas, intelectuales y burócratas que legitiman sus decisiones.

    Después de todo lo aquí expuesto, es innegable que el estado es de hecho una institución satánica, incluso si la mayoría de sus miembros no se dan cuenta de ello, o no adoran al diablo. En este artículo no pretendí detenerme en los innumerables crímenes diabólicos de gobiernos comunistas, como los de Pol Pot, Mao Tse Tung, Stalin, Lenin, Fidel Castro y muchos otros, como el despótico Tercer Reich de Adolf Hitler, porque exponer la perversidad y la maldad de los socialistas y comunistas, es mucho más fácil y sus crímenes están claros para todos. Tenemos un montón de documentales, libros y artículos que abordan varios episodios brutales como el Holodomor, la masacre de Katyn, los planes económicos de Mao que resultaron en millones de muertes, así como los terribles crímenes de Pol Pot en Camboya, Josef Stalin, Lenin y los nazis. Todo el mundo conoce el carácter enfermizo y antihumano de los pensadores y activistas del nacionalsocialismo alemán, además de las ideas diabólicas de los marxistas, como he mencionado anteriormente.

    Pero es importante destacar que ningún gobierno escapa a ésto, y que muchos gobiernos que no han cometido grandes genocidios masivos, como Brasil, Argentina o Canadá, seguramente lo harían dependiendo de su poder militar y de las circunstancias. Y, sin embargo, podemos decir que, diariamente, estos tres gobiernos mencionados cometen otros crímenes de menores proporciones contra sus ciudadanos. Así como fue diabólico que el gobierno nazi creara campos de concentración y enviara a millones de personas inocentes a esos campos simplemente por ser quienes eran, es diabólico que el gobierno estadounidense bombardee Siria, Irak, Camboya, Vietnam o Japón. Y es igualmente diabólico que los funcionarios del gobierno estadounidense laven el cerebro a inocentes niños, haciéndoles creer que son del sexo opuesto, y los sometan a criminales experimentos médicos.

    La idea aquí es entender cómo es imposible que haya bondad en el estado, independientemente del contexto histórico y del modelo de régimen político. Todos aquellos que tienen algún standard moral, son cristianos o tienen fe en el amoroso y misericordioso Dios, necesitan ser antiestatistas y luchar contra esta institución satánica que es el estado, independientemente de qué político esté en el poder. Estamos, efectivamente, en una batalla espiritual, y necesitamos elevarnos espiritualmente para luchar correctamente contra esta fuerza del diablo que ha estado esclavizando a la humanidad durante milenios e imponiendo terrible sufrimiento a este mundo.

    Esta es una realidad difícil de aceptar para muchos, especialmente para aquellos que fueron educados desde pequeños con la idea de que el estado es necesario y beneficioso para la convivencia social. Pero lo cierto es que cuanto más estudiamos los incentivos de las instituciones estatales, sus orígenes históricos, los intereses detrás de la formación de gobiernos, y los innumerables crímenes cometidos por estas instituciones a lo largo de los siglos, más claro se vuelve que el estado no es una solución, sino un problema mayor.

    La creencia en la autoridad política, es decir, en la legitimidad de un grupo de personas para ejercer control coactivo sobre, otros basándose en leyes arbitrarias, es una de las mayores ilusiones jamás aceptadas en masa. Muchos todavía creen que mediante el voto es posible elegir buenos representantes, y cambiar el sistema desde adentro hacia afuera. Sin embargo, el problema no reside sólo en las personas que asumen el poder, sino en la existencia misma del poder coactivo centralizado, como han señalado acertadamente los libertarios Hoppe y Rothbard.

    Ningún acuerdo político que dependa de la imposición, la amenaza, la violencia o el robo legalizado e institucionalizado (como los impuestos), puede ser considerado justo o legítimo bajo forma alguna. La única forma verdaderamente ética de organización social, es aquella basada en el voluntariado, el respeto a la propiedad privada, la libre asociación, y la responsabilidad individual. Ésto significa que mientras exista estado, siempre habrá dominación, injusticia, privilegios e impunidad para quienes detentan el poder.

    Finalmente, invito al lector a reflexionar sobre las ideas aquí presentadas, y buscar comprender los principios de la ley natural y la libertad individual. Es importante tener el coraje intelectual de cuestionar las estructuras que nos rodean, incluso si eso va en contra de todo lo que hemos aprendido a lo largo de nuestra vida. Sólo con el fin del monopolio estatal y la promoción de una sociedad verdaderamente libre, podremos avanzar hacia un futuro pacífico, próspero y humano.

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    [[1]] Nota del editor: Los civiles masacrados por incineración mediante explosivos atómicos en Hiroshima y Nagasaki, representaron los dos tercios de los cristianos de todo Japón en ese momento.

     

     

     

    Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko

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