El poder tras el trono de Javier Milei

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    Tan sólo en 2023, Argentina se inclinaba hacia el bloque chino-ruso. Con planes de unirse a los BRICS el 1° de Enero de 2024 y, en vías de su integración completa a la Belt and Road Initiative, parecía un hecho consumado.

    En 2022, el presidente saliente Alberto Fernández efectuó declaraciones públicas durante su visita a Rusia, sugiriendo que buscaba reducir su dependencia de Washington y del FMI, y estar dispuesto a acercar su país a Moscú. La perspectiva de que una nación del G20 y la segunda economía más grande de América Latina rechazara el atlantismo (Argentina libró previamente una guerra a gran escala contra el Reino Unido, respaldado por la OTAN, en 1982) dio lugar a una avalancha de documentos de política elaborados por el Departamento de Defensa sobre la posibilidad de que Argentina se transformara en un auténtico oponente geopolítico en el hemisferio occidental.

    Entonces, en Octubre de 2023, Washington sufrió un sorprendente e inesperado revés: la victoria presidencial de Javier Milei. De la noche a la mañana y sin mucho esfuerzo, el gobierno de Biden se encontró con el líder más pro-Washington y pro-sionista fuera del G7.

    En sus primeros dos meses en el cargo, Milei logró un giro radical en la política del gobierno argentino. Tras su victoria, su primer viaje no fue para reunirse con Joe Biden, sino a New York, donde se puso un kipa y visitó la tumba del rabino Jabad-Lubavitch, Menachem Schneerson. En su toma de posesión en Buenos Aires, abrazó al dictador judío-ucraniano Volodymyr Zelenskyy con una menorah. Reitera su compromiso con el Estado de Israel varias veces al día, a la vez que ofrece su apoyo total e inquebrantable a todos los aspectos de la política exterior estadounidense, incluyendo las cruzadas globales que objetivamente perjudican los intereses nacionales de Argentina. Ha vetado el plan del país de unirse a los BRICS, y los U$S 120.000 millones que China ha invertido en la construcción de infraestructura argentina para la Iniciativa de la Belt and Road Initiative están en peligro. El plan económico de Milei consiste en privatizar todas las industrias estatales y los recursos naturales de Argentina, y subastarlos a firmas de gestión de activos con sede en New York con grandes descuentos.

    Bajo la premisa cui bono (¿quién se beneficia?), partidos de la izquierda y algunos libertarios han concluido que Milei debió haber sido llevado al poder por la CIA, el Foro Económico Mundial o la Reserva Federal. Es cierto que en los últimos años el gobierno estadounidense ha ejecutado de forma descuidada múltiples golpes de estado contra líderes latinoamericanos, a los que percibe como potencialmente hostiles a sus intereses económicos o geopolíticos, pero no hay pruebas de que haya tenido una participación significativa en las últimas elecciones argentinas. De hecho, salvo el apoyo moral de algunas figuras conservadoras, en gran medida impotentes, como Ted Cruz y Tucker Carlson, Milei no parece haber tenido muchos contactos en el mundo de la política estadounidense antes de ser electo.

    Al mismo tiempo, Milei no oculta a quién sirve. Por mucho que lo pregone a los cuatro vientos, la izquierda y los libertarios de la sociedad civil se niegan a dar cuenta de la verdad sobre el nuevo presidente de Argentina: figuras judías locales de los medios de comunicación y de las finanzas, con la ayuda de aliados en New York e Israel, tomaron la iniciativa de cambiar radicalmente la trayectoria del país. El poder económico argentino le entregó este regalo a la administración Biden por interés propio.

    El Sanedrín tras Milei

    El ascenso vertiginoso de Javier Milei es, a primera vista, un milagro. De ascendencia italiana y croata, hijo de un conductor de autobús y de una ama de casa, Milei creció en un hogar humilde. La mayor parte de su vida ‒una carrera futbolística fallida, contrataciones y despidos universitarios, y finalmente convertido en un artista televisivo del que nadie se burlaba‒ ha estado llena de decepciones.

    A lo largo de la década de 2010, Milei se ganó una pequeña base de seguidores gracias a su escandalosa columna, que era publicada en periódicos controlados por los sionistas (como The Reporter, bajo la dirección de Ariel Cohen). Aparecía regularmente como panelista en programas televisivos de política, producidos por figuras como Adrian Suar (nacido Adrian Schwartz), en los que Milei aportaba un toque cómico con su personaje de insultante, infantil y pugilista, que ocasionalmente sufría episodios de esquizofrenia en antena, lo que le valió el apodo de “el loco”.

    Tras ingresar a la política en 2020 como parte de un partido libertario marginal, aparentemente financiado por un narcotraficante con sede en Miami, Milei se frustró ante la realidad de su bajo potencial electoral.

    Para 2021, comenzó a hacer propuestas agresivas y caricaturescas a los judíos de Buenos Aires. Sus esfuerzos dieron frutos cuando logró entablar una relación con el rabino Axel Wahnish en una reunión negociada por Julio Goldstein, líder del partido Movimiento de Integración y Desarrollo (MID).

    Se desconoce qué conversaron exactamente Milei y el rabino Wahnish en este encuentro a puerta cerrada, pero el hombre, que en aquel momento era percibido como un payaso con problemas mentales, salió convencido de que algún día sería el líder de Argentina, según Goldstein. Apenas unos meses después de entablar relación con Wahnish, obtuvo un sorprendente 17% de los votos en las elecciones legislativas de Buenos Aires de 2021.

    Wahnish, quien afirma haber asesorado estrechamente al gentil Milei en su supuesto deseo de estudiar la torah, resultó ser la clave que le abrió las puertas a la comunidad judía organizada en general. Tras cultivar esta conexión, Milei pudo codearse con el rabino Jabad-Lubavitch, Tzvi Grunblatt, figura estrechamente vinculada con la élite empresarial argentina y con vínculos en múltiples capitales occidentales.

    Grunblatt presentó a Milei a Eduardo Elzstain en el foro Llao Llao, una reunión secreta de supercapitalistas argentinos organizada anualmente por el gestor de activos con kipah. Elzstain, quien amasó su fortuna tras una importante transferencia de capital de George Söros, es hoy un magnate inmobiliario conocido como el “Dueño de Argentina”. Los judíos poderosos rápidamente se encariñaron con Milei, lo que irritó a los candidatos presidenciales más refinados que buscaban hacerse un nombre en el Llao Llao.

    Tras obtener la aprobación de Elzstain, la campaña presidencial de Milei experimentó un gran impulso de apoyo por parte de la multimillonaria familia Werthein, los Braun (en particular, Sebastián Braun) y Daniel Sielecki, entre otras importantes figuras del judaísmo argentino. Éstos le proporcionaron dinero y una cobertura mediática positiva constante en sus canales de televisión. Estos oligarcas también consiguieron para Milei el respaldo de Patricia Bullrich, una centrista que contaba con 17% de los votos antes de la segunda vuelta de Octubre.

    Elzstain dotó al asesor de Milei, Santiago Caputo, de una maquinaria política de vanguardia que pilló completamente desprevenido a su arcaico y complaciente oponente peronista, Sergio Massa. La campaña de Milei tenía su sede en el Hotel Libertador, propiedad de Elzstain, un hotel de lujo que costaba U$S 450 la noche. A pesar de haber jurado su cargo y de tener previsto mudarse a la residencia presidencial a principios de Diciembre, Milei permaneció en el hotel de Elzstain, donde formó su gabinete bajo la supervisión de su benefactor. Es prácticamente seguro que, pase lo que pase en Argentina, Elzstain saldrá de allí convertido en un hombre mucho más rico.

    La primera parada de Milei en el extranjero fue New York ‒no Washington‒, el centro mundial del capital financiero, donde la familia Werthein alquiló un avión privado para que pudiera rendir homenaje a un rabino fallecido. Al analizar quién lo puso en el poder, las prioridades de Milei son sensatas. A medida que el gobierno estadounidense pierde competencia, cabe esperar que grupos de banqueros y el Jabad-Lubavitch tomen cada vez más decisiones políticas ejecutivas importantes.

     

     

    Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko

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