Por Jeffrey D. Sachs y Sybil Fares
Pronto podríamos ver a varias potencias nucleares enfrentadas entre sí, arrastrando al mundo hacia la aniquilación nuclear.
Durante casi 30 años, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha sumido a Oriente Medio en la guerra y la destrucción. Este hombre es un polvorín de violencia. A lo largo de todas las guerras que ha liderado, Netanyahu siempre ha soñado con la gran victoria: derrotar y derrocar al gobierno iraní. Su ansiada guerra, recién lanzada, podría llevarnos a la muerte a todos en un Armaggedon nuclear, a menos que Netanyahu sea detenido.
La obsesión de Netanyahu con la guerra se remonta a sus mentores extremistas, Ze’ev Jabotinsky, Yitzhak Shamir y Menachem Begin. La generación anterior creía que los sionistas debían usar toda la violencia ‒guerras, asesinatos, terrorismo‒ “necesaria” para lograr su objetivo de eliminar cualquier reivindicación palestina de una patria.
Los fundadores del movimiento político de Netanyahu, el Likud, exigieron el control sionista exclusivo sobre todo lo que había sido el Mandato Británico de Palestina. Al inicio del Mandato Británico a principios de la década de 1920, los árabes musulmanes y cristianos constituían aproximadamente 87% de la población, y poseían diez veces más tierras que la población judía. En 1948, los árabes aún superaban en número a los judíos, en una proporción aproximada de dos a uno. No obstante, la carta fundacional del Likud (1977) declaraba que “entre el mar y el Jordán sólo existirá la soberanía israelí”. El ahora infame cántico “Del río al mar”, caracterizado como antisemita, resulta ser el lema antipalestino del Likud.
El reto para el Likud residía en cómo perseguir sus objetivos maximalistas a pesar de su flagrante ilegalidad según el derecho internacional y la moral, que exigen una solución de dos estados.
En 1996, Netanyahu y sus asesores estadounidenses idearon una estrategia de “ruptura limpia”. Abogaban por que Israel no se retirara de las tierras palestinas capturadas en la guerra de 1967 a cambio de la paz regional. En cambio, Israel remodelaría Oriente Medio a su gusto. Fundamentalmente, la estrategia preveía a Estados Unidos como la principal fuerza para lograr estos objetivos, librando guerras en la región para desmantelar a los gobiernos opuestos al dominio israelí sobre Palestina. Estados Unidos estaba llamado a librar guerras en nombre de Israel.
Esta estrategia de “ruptura limpia” fue implementada eficazmente por Estados Unidos e Israel después del 11-S. Como reveló el Comandante Supremo de la OTAN, el general Wesley Clark, poco después del 11-S, Estados Unidos planeó “atacar y destruir los gobiernos de siete países en cinco años: comenzando por Irak, luego Siria, Líbano, Libia, Somalia, Sudán e Irán”.
La primera de las guerras, a principios de 2003, tenía como objetivo derrocar al gobierno iraquí. Los planes para futuras guerras se retrasaron a medida que Estados Unidos se vio envuelto en Irak. Aun así, Estados Unidos apoyó la división de Sudan en 2005, la invasión israelí del Líbano en 2006, y la incursión de Etiopía en Somalia ese mismo año. En 2011, el gobierno de Obama lanzó la operación Timber Sycamore de la CIA contra Siria y, junto con el Reino Unido y Francia, derrocó al gobierno de Lybia mediante una campaña de bombardeos. Hoy, estos países están en ruinas, y muchos están sumidos en guerras civiles.
Netanyahu fue promotor de estas guerras por elección propia, ya sea en público o entre bastidores, junto con sus aliados neoconservadores en el gobierno estadounidense, como Paul Wolfowitz, Douglas Feith, Victoria Nuland, Hillary Clinton, Joe Biden, Richard Perle, Elliott Abrams y otros.
En su testimonio ante el Congreso estadounidense en 2002, Netanyahu abogó por la desastrosa guerra en Irak, declarando: “Si eliminan a Saddam, el régimen de Saddam, les garantizo que tendrá enormes repercusiones positivas en la región”. Continuó: “Y creo que la gente de Irán, los jóvenes y muchos otros, dirán que la época de tales regímenes, de tales déspotas, ha pasado”. También declaró falsamente ante el Congreso: “No cabe duda alguna de que Saddam busca, trabaja y avanza hacia el desarrollo de armas nucleares”.
El lema de reconstruir un “Nuevo Oriente Medio” proporciona el lema de estas guerras. Inicialmente formulado en 1996 con la iniciativa “Clean Break”, fue popularizado por la secretaria Condoleezza Rice en 2006. Mientras Israel bombardeaba brutalmente al Líbano, Rice declaró:
“Lo que estamos presenciando aquí, en cierto sentido, son los dolores de parto de un nuevo Oriente Medio, y hagamos lo que hagamos, debemos asegurarnos de que avanzamos hacia ese nuevo Oriente Medio, no de que volvamos al antiguo”.
En Septiembre de 2023, Netanyahu presentó ante la Asamblea General de la ONU un mapa del “Nuevo Oriente Medio”, eliminando por completo la posibilidad de un Estado palestino. En Septiembre de 2024, detalló este plan mostrando dos mapas: una parte de Oriente Medio, una “bendición”, y la otra ‒que incluía Líbano, Siria, Irak e Irán‒, una maldición, al tiempo que abogaba por un cambio de régimen en estos últimos países.
La guerra de Israel contra Irán es el último paso de una estrategia que ya lleva décadas. Estamos presenciando la culminación de décadas de manipulación sionista extremista de la política exterior estadounidense.
La premisa del ataque de Israel contra Irán es la afirmación de que Irán está a punto de adquirir armas nucleares. Tal afirmación es absurda, ya que Irán ha pedido repetidamente negociaciones precisamente para eliminar la opción nuclear a cambio del fin de décadas de sanciones estadounidenses.
Desde 1992, Netanyahu y sus partidarios han afirmado que Irán se convertirá en una potencia nuclear “en pocos años”. En 1995, funcionarios israelíes y sus aliados estadounidenses declararon un plazo de 5 años. En 2003, el Director de Inteligencia Militar de Israel afirmó que Irán sería una potencia nuclear “para el verano de 2004”. En 2005, el jefe del Mossad afirmó que Irán podría construir la bomba en menos de 3 años. En 2012, Netanyahu afirmó ante las Naciones Unidas que “sólo faltan unos meses, posiblemente unas semanas, para que obtengan suficiente uranio enriquecido para la primera bomba”. Y así sucesivamente.
Este patrón de más de 30 años de plazos cambiantes ha marcado una estrategia deliberada, no un fracaso profético. Las afirmaciones son propaganda; siempre existe una “amenaza existencial”. Más importante aún, está la falsa afirmación de Netanyahu de que las negociaciones con Irán son inútiles.
Irán ha declarado repetidamente que no quiere un arma nuclea,r y que lleva mucho tiempo dispuesto a negociar. En Octubre de 2003, el Líder Supremo, el ayatollah Alí Jamenei, emitió una fatwa que prohibía la producción y el uso de armas nucleares. Esta decisión fue citada oficialmente por Irán en una reunión del OIEA en Viena en Agosto de 2005, y desde entonces ha sido mencionada como una barrera religiosa y legal para el desarrollo de armas nucleares.
Incluso para quienes se muestran escépticos sobre las intenciones de Irán, este país ha abogado constantemente por un acuerdo negociado con el respaldo de una verificación internacional independiente. En cambio, el lobby sionista se ha opuesto a cualquier acuerdo de este tipo, instando a Estados Unidos a mantener las sanciones y rechazar los acuerdos que permitirían una supervisión estricta del OIEA a cambio del levantamiento de las mismas.
En 2016, la administración Obama, junto con el Reino Unido, Francia, Alemania, China y Rusia, alcanzó el Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC) con Irán, un acuerdo histórico para supervisar estrictamente el programa nuclear iraní a cambio de un alivio de las sanciones. Sin embargo, bajo la incesante presión de Netanyahu y el lobby sionista, el presidente Trump se retiró del acuerdo en 2018. Como era de esperar, cuando Irán respondió ampliando su enriquecimiento de uranio, se le culpó de violar un acuerdo que el propio Estados Unidos había abandonado. El doble rasero y la propaganda son evidentes.
El 11 de Abril de 2021, el Mossad israelí atacó las instalaciones nucleares iraníes en Natanz. Tras el ataque, el 16 de Abril Irán anunció que aumentaría aún más su enriquecimiento de uranio como herramienta de negociación, al tiempo que instaba repetidamente a reanudar las negociaciones para un acuerdo similar al JCPOA. El gobierno de Biden rechazó todas esas negociaciones.
Al comienzo de su segundo mandato, Trump acordó iniciar una nueva negociación con Irán. Irán se comprometió a renunciar a las armas nucleares y a someterse a las inspecciones del OIEA, pero se reservó el derecho a enriquecer uranio para fines civiles. El gobierno de Trump pareció estar de acuerdo con este punto, pero luego se retractó. Desde entonces, se han celebrado cinco rondas de negociaciones, y ambas partes han informado de avances en cada ocasión.
La sexta ronda debía celebrarse, aparentemente, el domingo 15 de Junio. Sin embargo, Israel lanzó una guerra “preventiva” contra Irán el 12 de Junio. Trump confirmó que Estados Unidos conocía el ataque con antelación, incluso mientras la administración hablaba públicamente de las próximas negociaciones.
El ataque de Israel fue perpetrado no sólo en medio de negociaciones que avanzaban, sino días antes de una programada Conferencia de la ONU sobre Palestina, la que habría impulsado la causa de la solución de dos estados. Dicha conferencia ha sido pospuesta.
El ataque de Israel contra Irán amenaza ahora con escalar a una guerra a gran escala que atraiga a Estados Unidos y Europa del lado de Israel, y a Rusia y quizás a Pakistán del lado de Irán. Pronto podríamos ver a varias potencias nucleares enfrentadas, arrastrando al mundo hacia la aniquilación nuclear. El Reloj del Juicio Final está a 89 segundos de la medianoche, lo más cercano al Armaggedon nuclear desde su lanzamiento en 1947.
En los últimos 30 años, Netanyahu y sus aliados estadounidenses han destruido o desestabilizado una franja de 4.000 km de países que se extiende por el norte de África, el Cuerno de África, el Mediterráneo Oriental y Asia Occidental. Su objetivo ha sido bloquear un estado palestino, derrocando a los gobiernos que apoyan la causa palestina. El mundo merece algo mejor que este extremismo. Más de 170 países en la ONU han pedido la solución de dos estados y la estabilidad regional. Eso tiene más sentido que que Israel lleve al mundo al borde del Armaggedon nuclear para lograr sus ilegales y extremistas objetivos.
Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko