La situación actual en Gaza pone claramente de manifiesto el excepcionalismo israelí. Israel utiliza la hambruna de dos millones de palestinos en la bloqueada y devastada Franja de Gaza como táctica para obtener concesiones políticas de los grupos palestinos que operan allí.
El 23 de Abril, la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) describió la actual situación humanitaria en Gaza como “la peor jamás vista durante la guerra”. A pesar de la gravedad de estos pronunciamientos, a menudo son tratados como noticias rutinarias, generando escasas acciones concretas o debates sustanciales.
Las violaciones israelíes del derecho internacional y humanitario en relación con su ocupación de Palestina son hechos bien establecidos. Está surgiendo una nueva dimensión del excepcionalismo, reflejada en la capacidad de Israel de someter deliberadamente a la hambruna a toda una población durante un período prolongado, enfoque que algunos incluso defienden.
La población de Gaza continúa soportando un inmenso sufrimiento, habiendo sufrido la pérdida de aproximadamente 10% de su población total debido a muertes, desapariciones y lesiones. Están confinados en una pequeña zona, prácticamente arrasad, de unos 365 kilómetros cuadrados, enfrentando la muerte por enfermedades tratables, sin acceso a servicios esenciales, y ni siquiera a agua potable.
A pesar de estas condiciones, Israel continúa operando con impunidad en lo que parece ser un experimento brutal y prolongado, mientras gran parte del mundo observa con diversos grados de ira, impotencia o total indiferencia.
La cuestión del papel de la comunidad internacional sigue siendo crucial. Si bien la aplicación del derecho internacional es un aspecto, ejercer la presión necesaria para permitir que una población que se enfrenta a la hambruna acceda a necesidades básicas como alimento y agua, es otro. Para la población de Gaza, incluso estas necesidades fundamentales parecen ahora inalcanzables tras décadas de expectativas reducidas.
Durante las audiencias públicas en La Haya, que comenzaron el 28 de Abril, representantes de numerosos países apelaron a la Corte Internacional de Justicia para que, como máximo tribunal, ejerza su autoridad y ordene a Israel que ponga fin a la hambruna de los palestinos.
Israel “no puede castigar colectivamente al pueblo palestino protegido”, declaró el representante sudafricano, Jaymion Hendricks. El enviado saudí, Mohammed Saud Alnasser, añadió que Israel ha transformado la Franja de Gaza en un “montón de escombros inhabitable, mientras mata a miles de personas inocentes y vulnerables”.
Representantes de China, Egipto, Argelia, Sudáfrica y otros países, coincidieron con estas opiniones, coincidiendo con la evaluación de Philippe Lazzarini, director de la UNRWA, quien declaró en Marzo pasado que Israel está empleando una estrategia de “utilización de la ayuda humanitaria como arma”.
Sin embargo, la afirmación de que la utilización de los alimentos como arma es una táctica israelí deliberada, no requiere pruebas externas; el propio Israel lo declaró. El entonces ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, anunció públicamente un “asedio total” a Gaza el 9 de Octubre de 2023, tan sólo dos días después del inicio de la guerra genocida.
La declaración de Gallant: “Estamos imponiendo un asedio total a Gaza. Sin electricidad, sin comida, sin agua, sin combustible; todo está cerrado. Estamos luchando contra animales humanos y actuamos en consecuencia”. No fue un arrebato impulsivo, sino una política arraigada en una retórica deshumanizante e implementada con extrema violencia.
Esta “acción en consecuencia” se extendió más allá del cierre de cruces fronterizos y la obstrucción de la entrega de ayuda. Incluso cuando la ayuda fue permitida, las fuerzas israelíes atacaron a civiles desesperados, incluidos niños, que se congregaron para recibir suministros, bombardeándolos junto con los camiones de ayuda. Un incidente particularmente devastador ocurrió el 29 de Febrero de 2024 en la ciudad de Gaza, donde los informes indicaron que el fuego israelí mató a 112 palestinos e hirió a otros 750.
Este evento fue el primero de lo que se conoció como las “Masacres de la Harina”. Posteriormente se produjeron incidentes similares y, entre estos eventos, Israel continuó bombardeando panaderías, almacenes de ayuda y voluntarios que distribuían ayuda. La intención era matar de hambre a los palestinos hasta un punto que permitiera la negociación coactiva y potencialmente llevar a la limpieza étnica de la población.
El 1° de Abril, un drone militar israelí atacó un convoy de World Central Kitchen, lo que provocó la muerte de seis trabajadores humanitarios internacionales y su conductor palestino. Este incidente provocó una importante salida de los trabajadores humanitarios internacionales restantes de Gaza.
Unos meses después, a partir de Octubre de 2024, el norte de Gaza fue sometido a un estricto asedio, con el objetivo de obligar a la población a desplazarse hacia el sur, posiblemente hacia el desierto del Sinaí. A pesar de estos esfuerzos y de la hambruna resultante, la voluntad de la población gazatí no se quebró. En cambio, según se informa, cientos de miles comenzaron a regresar a sus hogares y pueblos destruidos en el norte.
Cuando el 18 de Marzo Israel incumplió un acuerdo de alto el fuego tras extensas negociaciones, recurrió una vez más a la hambruna como arma. El regreso de Israel a la guerra y a las políticas de hambruna tuvo pocas consecuencias, ni una condena enérgica por parte de los gobiernos occidentales.
“Hacer padecer hambre a civiles como método de guerra” está clasificado como crimen de guerra según el derecho internacional, establecido explícitamente en el Estatuto de Roma. Sin embargo, la pertinencia de estos marcos legales es cuestionada cuando quienes las defienden y se consideran guardianes de estas leyes, no las respetan ni las hacen cumplir.
La inacción de la comunidad internacional durante este período de inmenso sufrimiento humano ha socavado significativamente la pertinencia del derecho internacional. Las posibles consecuencias de esta inacción son graves y se extienden más allá del pueblo palestino, para afectar a la humanidad en su conjunto.
A pesar de ello, persiste la esperanza de que la compasión humana fundamental, al margen de los marcos legales, impulse el suministro de provisiones esenciales como harina, azúcar y agua a Gaza. La incapacidad de garantizar esta ayuda básica cuestionará profundamente nuestra humanidad compartida durante los próximos años.
Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko