Apesar del probable alto el fuego temporal entre Israel e Irán, si fuese necesaria una prueba de lo despreciable que es Donald Trump, considérese ésto:
Cuando se le preguntó la semana pasada si le pediría al primer ministro israelí, Netanyahu, que dejara de bombardear Irán, país que ya había dicho que dejaría de tomar represalias por los ataques israelíes, Trump dijo: “Creo que es muy difícil hacer esa petición ahora mismo. Si alguien va ganando, es un poco más difícil hacerlo que si alguien va perdiendo. Pero estamos listos, dispuestos y capacitados, y hemos estado hablando con Irán. Israel lo está haciendo bien en cuanto a la guerra, e … Irán lo está haciendo peor. Es un poco difícil conseguir que alguien deje de hacerlo”.
Por supuesto, Trump podría haber hecho más que pedir. Podría haberle dicho a Netanyahu que la transferencia de dinero de los impuestos estadounidenses, bombas, misiles, aviones, armas y repuestos terminaría de inmediato si no detenía la guerra. Trump no lo hizo. En cambio, le restó importancia a la pregunta. Eso es despreciable.
Como mínimo, Trump tiene una obsesión contra Irán. Ésto posiblemente es explicable en parte por la revolución islámica de 1979, que derrocó al dictador-monarca respaldado por Estados Unidos e Israel, y la toma de rehenes en la embajada estadounidense. Sin embargo, la historia no comenzó en 1979. El gobierno estadounidense había contribuido a abusar de los iraníes mucho antes. Una fecha más adecuada para comenzar la historia es el 15 de Agosto de 1953. Fue entonces cuando la CIA y agentes británicos derrocaron al primer ministro democráticamente elegido, Mohammad Mosaddegh, y restauraron al autocrático Sha de Irán en el poder. Entre otras cosas, Mosaddegh había nacionalizado la industria petrolera en detrimento de los intereses petroleros británicos.
Resulta que en 2014, cuando el gobierno de Obama negociaba un acuerdo nuclear con Irán (el Plan de Acción Integral Conjunto [PAIC]), y los demócratas y republicanos del Congreso intentaban socavar el acuerdo provisional acordado, mi viejo amigo Marc Joffe y yo escribimos un artículo en The Guardian detallando el prolongado abuso del gobierno estadounidense contra Irán. A continuación, los puntos destacados de dicho artículo.
La hostilidad del Congreso hacia Irán está basada en una visión de blanco o negro, la que funciona de la siguiente manera: Estados Unidos e Israel son democracias liberales que defienden los derechos individuales y la dignidad humana, mientras que Irán es un régimen teocrático despótico que patrocina el terrorismo y haría todo lo posible para borrar a Israel del mapa.
Muy rara vez el mundo es blanco o negro, y los conflictos no suelen ser resueltos hasta que cada parte comprende el punto de vista de la otra. Con ésto en mente, quizá valga la pena reflexionar sobre algunas verdades incómodas que harían que un iraní imparcial dudara de la sensatez del Congreso.
La afirmación de que las políticas estadounidenses están motivadas por la preocupación por los derechos humanos, no es coherente con la historia de las relaciones entre Estados Unidos e Irán.
Eso pudo haber sido (y aún puede ser) nuevo para muchos estadounidenses, pero no debería haberlo sido. No lo era para los iraníes. El gobierno estadounidense ha estado alineado con regímenes brutales en todo el mundo durante mucho tiempo. Pueden consultarlo. No es necesario revisar el historial completo. La historia de las relaciones entre Estados Unidos e Irán lo demuestra.
Como ahora admite la CIA, [el gobierno estadounidense] derrocó a un gobierno iraní elegido democráticamente en 1953, y reinstauró al sha Mohammed Reza Pahlavi en el poder. Durante el siguiente cuarto de siglo, hasta la revolución islámica de 1979, el gobierno estadounidense apoyó al autocrático sha, cuyo régimen también mantenía estrechas relaciones con Israel.
La policía secreta del sha ‒Savak‒ se volvió cada vez más brutal, llegando a detener sin juicio y torturar a decenas de miles de ciudadanos iraníes. Para la década de 1970, la brutalidad del régimen ya estaba bien documentada en Occidente.
En 1976, la Comisión Internacional de Juristas de Ginebra informó: “Existen abundantes pruebas que demuestran el uso sistemático de inaceptables métodos de tortura psicológica y física de sospechosos políticos durante los interrogatorios”.
Sin embargo, los sucesivos gobiernos estadounidenses apoyaron al Sha hasta el final y lo protegieron del procesamiento tras su derrocamiento.
Estados Unidos no sólo impuso y apoyó un régimen que torturaba a iraníes inocentes, sino que también hay pruebas de que la CIA colaboró con la Savak. Un informe de 1980 en el programa 60 Minutes de la CBS documentó estrechos vínculos entre estas dos organizaciones.
Joffe y yo señalamos que ésto “añade perspectiva al drama de la toma de rehenes en la embajada estadounidense, que se prolongó durante los últimos 444 días del gobierno de Carter. Muchos en Irán creían que el personal de la embajada estadounidense había ayudado e instigado a la Savak y, por lo tanto, eran blancos legítimos para las represalias. No es necesario condonar la toma de rehenes para comprender que no fue simplemente un acto sádico y no provocado”. Los 66 empleados de la embajada estadounidense no fueron secuestrados por estudiantes militantes hasta meses después de la revolución, cuando el presidente Jimmy Carter admitió al Sha en Estados Unidos para recibir tratamiento médico y, presumiblemente, refugio político. Los estudiantes contaban con el respaldo del nuevo gobernante, el Ayatollah Ruhollah Khomeini.
Ese no fue el final de la historia. Los estadounidenses podrían haber olvidado el papel de EE.UU. en la brutal guerra de Irak contra Irán.
Ahora es bien sabido que el gobierno de Reagan ayudó a Irak con “apoyo militar y de inteligencia” después de que Saddam Hussein atacara Irán en 1980 y lanzara una brutal guerra de ocho años. “La expresa política de Reagan era asegurar la victoria iraquí en la guerra, costara lo que costase”, escribieron el año pasado Shane Harris y Matthew M. Aid en la revista Foreign Policy.
Note bien: “Irak usó armas químicas contra las fuerzas iraníes, matando a miles. Registros gubernamentales desclasificados muestran que el gobierno de Reagan, representado por el enviado especial Donald Rumsfeld, ayudó al ejército de Saddam a producir y desplegar estas terribles armas de destrucción masiva, que incluían agentes tanto biológicos como químicos”.
¿Entendido? El gobierno de EE.UU. proporcionó armas de destrucción masiva a Saddam Hussein para su uso contra Irán. El gobernante iraní se negó a permitir que su ejército produjera armas químicas como represalia. (En 2003, el ejército estadounidense invadió Irak, supuestamente por las armas de destrucción masiva las que Saddam Hussein se había deshecho años antes).
Para colmo de males:
Durante la guerra, en 1988 un buque de guerra estadounidense, el USS Vincennes, derribó un avión iraní de línea aérea sobre el Golfo Pérsico, asesinando a las 290 personas a bordo, incluidos 66 niños. El capitán del barco declaró que estaba siendo atacado por cañoneras iraníes en ese momento y que el Airbus A300 fue erróneamente identificado como un F-14 Tomcat atacante. Irán replicó que el vuelo 655 salía de Irán a la misma hora todos los días. Testigos de la armada italiana y de un buque de guerra estadounidense cercano afirmaron que, en el momento del derribamiento, el avión estaba ascendiendo. En 1996, Estados Unidos llegó a un acuerdo extrajudicial en la Corte Internacional de Justicia por U$S 131,8 millones en una demanda iraní. Si bien era apropiado que el gobierno estadounidense aceptara su responsabilidad, no pudo compensar las pérdidas del pueblo iraní: este ataque cobró más vidas inocentes que el atentado del avión del vuelo Pan Am 103 sobre Lockerbie, Escocia.
Sin embargo, el presidente George H. W. Bush se negó a disculparse por ese derribamiento. Como dijo Bush: “Nunca me disculparé por los Estados Unidos de América, jamás. Me dan igual los hechos”. Sensible, ¿verdad?
El nuevo siglo no marcó una disminución en la beligerancia estadounidense hacia Irán, ni siquiera después de los atentados del 11-S, los que brindaron una oportunidad para un acercamiento con la República Islámica.
A pesar de los esfuerzos de Irán por cooperar con Estados Unidos después del 11-S (el régimen chií se opuso tanto a los talibanes sunníes como a Al Qaeda en el vecino Afghanistan, al este), el presidente [George W.] Bush incluyó en 2002 a Irán como miembro del “eje del mal”, junto con Corea del Norte e Irak. Al año siguiente, Estados Unidos derrocó a Saddam Hussein y ocupó Irak, desplegando fuerzas estadounidenses tanto en el flanco occidental como en el oriental de Irán. Finalmente, en 2011, las fuerzas iraníes capturaron un drone de vigilancia estadounidense que volaba dentro de su espacio aéreo, a unos 225 kilómetros de la frontera con Afghanistan.
Por lo tanto, “lejos de ser inocente, la política estadounidense hacia Irán parece francamente hostil vista desde la perspectiva opuesta. En lugar de seguir contándonos cuentos, es hora de que aceptemos la verdad sobre nuestras relaciones con Irán, el que incluso las agencias de inteligencia estadounidenses e israelíes afirman que no está construyendo un arma nuclear. Tenemos una oportunidad histórica de poner fin a la destructiva guerra fría con Irán que, nos guste o no, seguirá siendo una gran potencia en Oriente Medio. Sería una tragedia que el Congreso saboteara esta oportunidad”.
A pesar de la obstrucción del Congreso, Obama, en colaboración con los demás miembros del Consejo de Seguridad, Alemania y el resto de la Unión Europea, finalizó el acuerdo nuclear con Irán, que impuso un régimen de inspecciones adicionales junto con otras restricciones y pareció descartar la posibilidad de una guerra. A cambio, se levantarían las sanciones occidentales e Irán se reincorporaría a la economía mundial. En la década de 1990, el segundo y actual “Líder Supremo” de Irán, el Ayatollah Ali Khamenei, emitió una fatwa que prohibía la adquisición, producción o uso de armas nucleares.
Desafortunadamente, Trump rompió el acuerdo en 2018. El presidente Joe Biden hizo muy poco por revivir el acuerdo de su antiguo jefe, pero presumiblemente Trump también lo habría roto al regresar al cargo este año. El vergonzoso historial del gobierno estadounidense respecto de Irán sigue atormentando al mundo. Aún no ha terminado, diga lo que diga Trump.
Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko