Miembros de la administración Trump aparecieron el 16 de Marzo en los programas de entrevistas de los Domingos por la mañana, argumentando que los aranceles de represalia son necesarios para revitalizar las industrias estadounidenses mediante la promoción de un régimen de comercio internacional “justo”. En la transmisión de Face the Nation, de CBS, el secretario de Estado Marco Rubio ofreció la siguiente justificación para los aranceles de represalia:
No nos gusta el statu quo. Vamos a establecer un nuevo statu quo, y luego podremos negociar algo que sea justo para ambas partes, si así lo desean. Pero lo que tenemos ahora no puede continuar. Hemos desindustrializado a este país; desindustrializado los Estados Unidos de América. Hay cosas que ya no podemos produci,r y tenemos que poder producirlas para estar seguros como país y para tener empleos. Por eso tuvimos un cinturón industrial, por eso hemos sufrido la destrucción de todos estos empleos importantes que antes sustentaban a comunidades enteras, por el comercio, que básicamente envió estas fábricas, estos empleos, esta capacidad industrial, a otros lugares que no pueden continuar, y que no continuarán.
Como señaló Thomas DiLorenzo, presidente del Mises Institute, en un artículo reciente del Mises Wire, la exigencia trumpiana de “justicia” en el comercio internacional se reduce a una intensificación de los perjuicios fiscales que sufren tanto los consumidores como los productores estadounidenses, obligándolos a pagar precios más altos. En el programa Meet the Press, de NBC, después de que la presentadora Kristen Welker presionara varias veces al secretario del Tesoro, Scott Bessent, sobre el aumento de precios provocado por los aranceles, éste finalmente respondió:
Bueno, miren, no tienen por qué hacerlo, porque creo, especialmente con los aranceles a China, que los fabricantes chinos asumirán el IVA, el precio o los aranceles. Creo que la moneda se ajusta. Y creo que si analizamos el primer mandato del presidente Trump, todas las demás medidas que tomamos, si estamos desregulando, si bajamos los precios de la energía, entonces, si analizamos el espectro, los estadounidenses obtendrán precios más bajos y una mayor asequibilidad.
En marcado contraste, Ludwig von Mises llegó a una conclusión muy diferente sobre la relación causal entre el malestar económico y los aranceles, en su análisis del proteccionismo en Human Action:
La función principal de los aranceles y otros mecanismos proteccionistas hoy en día es ocultar los efectos reales de las políticas intervencionistas diseñadas para elevar el nivel de vida de las masas. El nacionalismo económico es el complemento necesario de estas políticas populares que pretenden mejorar el bienestar material de los asalariados cuando, en realidad, lo perjudican.
Von Mises señaló que las reducciones en la productividad interna son causadas por diversas formas de intervención gubernamental. Si bien los aranceles impuestos por gobiernos extranjeros obligan a desplazar la mano de obra, los recursos naturales y el capital nacionales de sus usos más productivos en las industrias exportadoras, la acumulación de aranceles adicionales impuestos por el gobierno nacional sólo perjudica aún más la productividad de los factores internos. Von Mises también señaló que los salarios más altos que disfrutan los trabajadores estadounidenses en comparación con los de otros países se deben principalmente al mayor ahorro per capita en Estados Unidos. Siempre es la restricción voluntaria del consumo presente (ahorro), y el redireccionamiento de los insumos productivos liberados por dicho ahorro, hacia la inversión en líneas de producción con mayor intensidad de capital, lo que diferencia a las naciones respecto de sus niveles salariales.
La respuesta trumpiana standard a este análisis misesiano (que, sin duda, asume la existencia de barreras a la migración transfronteriza y los movimientos de capital), es que las barreras arancelarias extranjeras incentivan a los ahorradores estadounidenses a invertir en manufacturas en el extranjero (es decir, la supuesta “deslocalización de empleos estadounidenses” por parte de Wall Street), mientras que la apertura de las fronteras de Estados Unidos incentiva a los trabajadores extranjeros de países con bajos salarios a mudarse a Estados Unidos. Ambos factores tenderían a reducir la inversión per capita en Estados Unidos en comparación con naciones manufactureras protegidas por aranceles y migración, como China.
Por otro lado, los enormes deficits por cuenta corriente de Estados Unidos significan que, de hecho, los extranjeros han estado aportando mucho más ahorro a Estados Unidos que al resto del mundo. Las entradas de fondos ahorrados por extranjeros –casi en su totalidad en forma de préstamos de estadounidenses– equilibran las salidas asociadas con el gasto en bienes y servicios extranjeros. En la medida en que no hayan sido financiadas con exportaciones estadounidenses, las compras estadounidenses de bienes extranjeros han sido financiadas con concesiones de crédito extranjero a estadounidenses.
La Figura 1 muestra cómo tanto las exportaciones como las importaciones han aumentado en relación con el ingreso nacional estadounidense durante las últimas seis décadas, abarcando el período en el que la desindustrialización se ha hecho evidente.
Figura 1: Exportaciones e importaciones como proporción del ingreso nacional
Fuente: FRED
La premisa trumpiana de que las barreras comerciales exteriores causan enormes deficits comerciales al obstaculizar las exportaciones estadounidenses, es completamente falsa. De hecho, las exportaciones han cobrado mayor importancia como fuente de ingresos para los estadounidenses, a pesar de la desindustrialización y del surgimiento de nuevos competidores extranjeros. Además, la entrada masiva de ahorro externo en relación con la renta nacional (representada en la figura 1 como el exceso de la curva de importaciones sobre la curva de exportaciones) debería haber incrementado la inversión per capita en Estados Unidos. Entonces, ¿por qué disminuyó la inversión general en Estados Unidos, a pesar de la afluencia de crédito externo?
Para comprender el agravamiento del deficit de inversión, debemos examinar qué sucedió con el ahorro interno. La figura 2 muestra la proporción de la renta nacional estadounidense dedicada al ahorro neto por los estadounidenses:
Figura 2: Ahorro neto como fracción de la renta nacional
Fuente: FRED
Este gráfico revela que los estadounidenses están cada vez menos dispuestos a financiar el crecimiento económico. Sencillamente, el aumento del ahorro disponible proveniente del extranjero no ha sido suficiente como para compensar la pérdida de ahorros de los estadounidenses. Al examinar los diversos componentes del ahorro neto, se descubre que las tasas de ahorro personal se han visto erosionadas constantemente, mientras que los deficits públicos se han disparado, consumiendo gran parte del fondo de ahorro privado disponible desde la década de 1980. Mientras tanto, las empresas luchan por adquirir suficientes fondos para su inversión (principalmente a través de sus propias ganancias retenidas) para mantener su stock actual de bienes de capital productivos, incluso mientras la población sigue creciendo.
La práctica desaparición del ahorro en Estados Unidos es ahora una auténtica crisis. Trump merece elogios por contradecir la propaganda de la élite, al llamar la atención sobre la existencia de un problema de desindustrialización en Estados Unidos y sus graves consecuencias para los trabajadores estadounidenses. Pero le está haciendo un flaco favor al país al intentar culpar a los extranjeros, en lugar de intentar corregir el despilfarro estadounidense con su gasto de gobierno. De hecho, muchos de los socios comerciales proteccionistas de Estados Unidos, ahora afectados por aranceles (en particular, Japón y la Unión Europea), tienen problemas similares a los de Estados Unidos con la desindustrialización inducida por el consumo de capital. Pero a diferencia de éste, disfrutan de saldos positivos por cuenta corriente con el resto del mundo. El proteccionismo y las balanzas comerciales positivas no han sido la solución a sus problemas: tanto ellos como Estados Unidos deben seguir la sabiduría de von Mises y revertir el intervencionismo, en lugar de intentar encubrir con aranceles los síntomas del declive industrial.
Trump también le está haciendo un flaco favor a Estados Unidos al pretender que la carga de los aranceles recaerá en los extranjeros. El secretario Bessent olvidó mencionar que sólo alrededor de 15% de las exportaciones de China es destinada a Estados Unidos, y que menos de 19% del PBI de China depende de las exportaciones. Es decir, menos de 3% del PBI de China depende actualmente de los clientes estadounidenses. Los fabricantes chinos en riesgo, encontrarán sin duda clientes no estadounidenses para sus productos a precios ligeramente inferiores, o encontrarán otros usos ligeramente menos rentables para la mano de obra y los recursos naturales que actualmente dedican a producir exportaciones para los estadounidenses. Algunos ingresos chinos se verán disminuidos en términos reales, y algunos bienes de capital chinos podrían tener que ser amortizados con pérdidas para los capitalistas chinos, como consecuencia de estos cambios en respuesta a los aranceles estadounidenses. Sin embargo, ésto dista mucho de que los chinos tengan que asumir el arancel impuesto por Trump en su totalidad.
Los aranceles necesariamente provocan una disminución en la cantidad de bienes importados a Estados Unidos, y un aumento en el precio que pagan los consumidores estadounidenses por dichos bienes. Son los consumidores quienes inevitablemente se ven perjudicados por la menor cantidad de bienes extranjeros disponibles para satisfacer sus necesidades, incluso en aquellos casos en que los aumentos de precios de largo plazo resultan ser extremadamente moderados. De una forma u otra, inevitablemente los consumidores también asumen el arancel.
El secretario Bessent también omitió mencionar que los aranceles reducen la capacidad de los extranjeros para obtener los dólares necesarios para comprar exportaciones estadounidenses y otorgar crédito a los estadounidenses. El mismo mecanismo de ajuste monetario al que aludió, por el que para los extranjeros los dólares se vuelven repentinamente más difíciles de ser ganados y, por lo tanto, los bienes, servicios e inversiones estadounidenses cotizados en dólares, se encarecen en divisas, representa una grave amenaza para los ingresos de exportación estadounidenses y para la capacidad de los productores estadounidenses de acceder al ahorro externo. Dada la falta de ahorro de Estados Unidos, la inhibición del acceso al ahorro externo podría paralizar la formación de bienes de capital, y hacer que el Tesoro dependa aún más desesperadamente de la creación inflacionaria de dólares y de la expansión del crédito bancario para financiar los deficits federales.
Debemos prestar suma atención a la sabiduría de Ludwig von Mises: los aranceles sólo pueden perjudicar aún más gravemente nuestro bienestar.
Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko