La retórica anti-establishment de Javier Milei enmascara una profunda lealtad hacia los intereses estadounidenses e israelíes.
El presidente argentino Javier Milei hizo campaña como un outsider que prometió desmantelar la abultada burocracia argentina. Sin embargo, tras asumir el cargo, ha gobernado como el socio más confiable de Washington en Sudamérica.
El gobierno de Milei ha tomado numerosas medidas para alinear los intereses de Argentina con los de Estados Unidos, tanto en política económica como de defensa. Ésto ha incluido reformas económicas agresivas, un paquete de U$S 20.000 millones del FMI, y una visita de alto perfil del secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, para manifestar el “pleno apoyo” de Estados Unidos a la agenda de Milei.
OTAN, jets de combate y sumisión extranjera
En materia de defensa nacional, Argentina ‒curiosamente‒ ha buscado a la OTAN para alcanzar el status de “socio global”, se ha comprometido a modernizar su ejército según los standards de la alianza, y ha adquirido a Dinamarca aeronaves de combate General Dynamics F-16, de fabricación estadounidense. Éstas no son acciones de un gobierno que busca cambiar el statu quo. Más bien, son las de un régimen que se conforma con plegarse a la agenda geopolítica de Estados Unidos. Y ésto es sólo el comienzo.
La administración de Milei se caracteriza por el impactante nivel de influencia judía y sionista. Su asesor espiritual, el rabino Axel Wahnish, fue nombrado embajador en Israel, y ha sido fundamental para moldear la adhesión pública de Milei al judaísmo y las políticas favorables al estado judío. El canciller Gerardo Werthein, quien prestó juramento sobre un rollo de la Torá, ha presidido la transición de Argentina hacia la OTAN y la profundización de sus vínculos con Israel, incluyendo la cooperación en materia de ciberseguridad e inteligencia.
La campaña presidencial y el gobierno de Milei han contado con el apoyo de destacados donantes judíos como Sebastián Braun, cuya familia es de ascendencia judía azkenazí, convertida posteriormente al catolicismo, y economistas como Julio Goldstein, quien ha desempeñado un papel clave como asesor del presidente argentino. Siempre filosemita consumado, las reuniones de gabinete de Milei, según se informa, comienzan con debates sobre la Torá, y se ha comprometido a convertirse al judaísmo tras dejar el cargo.
Política exterior con lente sionista
Esta alineación no es un mero gesto simbólico. Milei ha convertido sus sentimientos filosemitas en políticas concretas, al revertir el histórico apoyo de Argentina en las Naciones Unidas a la creación de un estado palestino, y al comprometerse a trasladar la embajada argentina a Jerusalén, todo ello en sintonía con los intereses judeoestadounidenses. Su devoción por Israel ha sido tan pronunciada, que recibió el Premio Génesis ‒conocido como el “Premio Nobel Judío”‒ por su “apoyo inequívoco a Israel”.
En ciertos aspectos, Milei siguió los pasos de Mauricio Macri (2015-2019), el 57.º presidente de Argentina y un conservador convencional, que seguía la línea de Washington en política exterior. Macri designó a Hezbollah como organización terrorista en Julio de 2019, coincidiendo con el 25.º aniversario del atentado de 1994 contra la AMIA en Buenos Aires, el que causó la muerte de 85 personas. Hezbollah y su patrocinador iraní han estado implicados en el ataque.
Casi cinco años después, el 12 de Julio de 2024, Milei designó formalmente a Hamas como grupo terrorista, congelando sus activos en Argentina. El gobierno argentino citó el ataque de Hamas contra Israel en Octubre de 2023 y su conexión con Irán, al que Argentina culpa del atentado de 1992 contra la embajada israelí y del atentado contra la AMIA.
Rompiendo con los BRICS: El fin de la diplomacia multipolar
La política exterior argentina ha adoptado un enfoque más proestadounidense bajo el liderazgo de Milei, alejándose marcadamente del rumbo marcado por su predecesor, Alberto Fernández. En cuanto a política exterior, Fernández aplicó una política exterior pragmática, buscando estrechar lazos con los países BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica) e Irán, y había conseguido una invitación para que Argentina se uniera al grupo.
Este enfoque multilateral fue abandonado abruptamente por Milei, quien retiró la solicitud de Argentina al BRICS en su primer día de mandato, interrumpió el acercamiento con Irán, y antagonizó abiertamente con Brasil en favor de mayor alineación con Estados Unidos, Israel y la OTAN.
Las propuestas de Fernández al bloque euroasiático probablemente inquietaron a Washington y al judaísmo organizado, quienes vieron la orientación de la política exterior de Fernández como una amenaza para la hegemonía del eje judeoestadounidense y, por lo tanto, tenían todos los incentivos para apoyar el ascenso de Milei. Argentina tiene una de las comunidades judías más grandes del hemisferio occidental, con más de 170.000 miembros, lo que la coloca en el séptimo lugar entre los países con mayor comunidad judía. Dada la capacidad de la comunidad judía para ejercer influencia desproporcionada en los gobiernos occidentales, no es exagerado sugerir que el judaísmo argentino jugó un papel desproporcionado ‒con el impulso del judaísmo estadounidense‒ en la elección de Milei.
Peleando las guerras de Estados Unidos a 13.000 kilómetros de distancia
Lo curioso de la deriva del gobierno de Milei hacia Estados Unidos es la lejanía geográfica de Argentina respecto de los escenarios de conflicto que dominan las prioridades de Estados Unidos y la OTAN. Como señaló Ryan McMaken, del Mises Institute, la distancia entre Buenos Aires y Kiev es de más de 12.800 kilómetros; y a Jerusalem, de 12.250 kilómetros. No hay ninguna razón ‒salvo la captura étnica e ideológica del gobierno argentino‒ para que Argentina se involucre en conflictos de Medio Oriente o caiga bajo el paraguas de seguridad de la OTAN.
Sin embargo, Milei se ha esforzado por apoyar inicialmente a Ucrania, aunque su apoyo ha disminuido en los últimos meses. Además, ha respaldado con entusiasmo a Israel en su guerra contra Gaza, incluso cuando otros países latinoamericanos se han distanciado de Tel Aviv. Esta postura no beneficia ni a la defensa ni a los intereses económicos argentinos; es pura sumisión a las prioridades geopolíticas israelí-estadounidenses.
A pesar de toda su teatralidad, la presidencia de Javier Milei representa una profundización de la integración de Argentina en el eje Estados Unidos-OTAN-Israel, impulsada en gran medida por una combinación de fervor ideológico y la influencia de poderosas redes judías. El abandono por parte de Milei de la diplomacia pragmática y multidimensional en favor del alineamiento dogmático con el cada vez más aislado bloque estadounidense-israelí, es un error estratégico que corre el riesgo de sacrificar la autonomía y el desarrollo a largo plazo de Argentina.
Sin soberanía, Argentina nunca será más que un mero juguete geopolítico en manos de una gran potencia como Estados Unidos, obsesionada con mantener la primacía global a toda costa.
Si Argentina quiere ser verdaderamente próspera, debe aprovechar los aspectos positivos de Oriente y Occidente y, en última instancia, trazar su propio rumbo.
Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko