Muchas personas que conocen y aprecian los beneficios de la competencia en el sistema de mercado, creen que la competencia puede solucionarlo todo. Sin embargo, no es así. Así como la competencia en la producción de bienes mejora las cosas, la competencia en la producción de bienes negativos las empeora. ‒Hans-Hermann Hoppe “Der Wettbewerb der Gauner” (La competencia de los bandidos)
El objetivo de este artículo es analizar los incentivos para delinquir desde una perspectiva praxeológica y las consecuencias de su estructura. ¿Por qué es tan popular el delito y por qué estamos inmersos en un entorno social donde la mayoría de las relaciones se configuran como un juego criminal de suma cero? La economía es la ciencia de la acción humana, pero las acciones delictivas son a menudo descuidadas, porque los economistas prefieren analizar el funcionamiento de los mercados y los precios, o porque la intervención gubernamental en la economía no es percibida como una forma de delincuencia. Como resultado, la “economía criminal” no es un campo de gran interés. Los economistas neoclásicos que han decidido investigarla, terminan describiendo ‒mediante gráficos y ecuaciones‒ clichés como que los delincuentes sopesan los costos y beneficios de su actividad delictiva, que a mayor probabilidad de ser atrapados, menor tasa de delincuencia, y que un delincuente no puede emplear todos sus recursos para atacar.[[1]] El análisis matemático de la acción humana es una herramienta heurística inútil.
Medios políticos y medios económicos
La condición humana se caracteriza por la escasez. En última instancia, el tiempo es el recurso fundamental, y si bien ésto refuta los temores malthusianos sobre la superpoblación y el agotamiento de los recursos naturales,[[2]] comprender la condición humana implica ser consciente de que el tiempo es limitado para todos. Incluso en una situación imaginaria con abundancia de recursos, uno aún necesitaría al menos elegir cómo emplear su tiempo para extraer los diferentes recursos que mejoran la vida.[[3]]
En su estudio sobre la naturaleza del estado, Franz Oppenheimer distinguió entre medios económicos, que consiste en el uso del trabajo propio para obtener el trabajo de otros; y medios políticos, que consiste en la apropiación no correspondida del trabajo ajeno.[[4]] El trabajo es otra forma de referirse al tiempo. Lo que Oppenheimer define como medios políticos, debería ser llamado delito, que consiste en la apropiación fraudulenta o violenta del tiempo ajeno. Esta apropiación puede abarcar desde el caso extremo del asesinato, en el que el asesino corta para siempre el tiempo restante, hasta las hipótesis menores del ladrón o del estafador que se apropia de la propiedad privada previamente establecida, mezclando no tanto el trabajo de alguien, siguiendo la famosa definición lockeana[[5]], sino el tiempo con factores externos. La definición de delito según la ley natural, por lo tanto, es la de una acción que constituye una negación del derecho fundamental de propiedad sobre uno mismo, que es el derecho exclusivo de control sobre el propio tiempo. Que el derecho penal se ha desviado de esta definición básica de delito, ha sido evidente desde el comienzo de la teoría jurídica[[6]], ya que los abogados y los juristas han distinguido entre mala in se y mala prohibita, siendo las primeras aquellas acciones que están prohibidas según la ley natural, y las segundas aquéllas que simplemente están prohibidas por una ley dada, y que serían legítimas porque no infringen el tiempo ni la propiedad sobre uno mismo de nadie.
Pero ¿no son todos los delitos simplemente la expresión de ciertas condiciones sociales, creencias y valores transitorios, los que pueden cambiar con el tiempo y permitir una consideración diferente de las acciones individuales? Si bien esta consideración del derecho penal es frecuente, sin embargo es lógicamente inadmisible. Una sociedad carente de reglas objetivas de conducta no podría determinar la verdad que, en cuestiones sociales, sólo puede ser buscada y encontrada dialécticamente, bajo la condición previa del reconocimiento igualitario de los litigantes como dueños de sí mismos.[[7]] La igualdad y el respeto de la autopropiedad y del derecho individual exclusivo a controlar el tiempo, son las condiciones previas lógicas para el descubrimiento de la verdad utilizando la lógica humana. Ésto la convierte en una ética libertaria objetivamente necesaria, y evita el establecimiento de reglas sociales arbitrarias y transitorias. De hecho, ésto es lo que ha sucedido muchas veces a lo largo de la historia, y todavía sucede hoy. Si se permite que cualquier creencia establezca las reglas necesarias para resolver los conflictos por recursos escasos, entonces nada puede oponerse objetivamente al gobierno de los dioses o de sus reyes ungidos, a la voluntad de la mayoría, a la dictadura del proletariado, a la supremacía de la raza aria, y a las recientes creencias religiosas de la cultura progresista y del cambio climático. Y más allá de las superestructuras ideológicas del momento, cualquier sistema social podría ser reducida a la ley del más fuerte.
Incentivos para actividades delictivas
A pesar de la inadmisibilidad lógica y ética de la conducta delictiva, existen fuertes incentivos para participar en esas actividades. Frente a la necesidad universal de trabajo e intercambio, el crimen parece un atajo cómodo. El presunto delincuente ve la apropiación violenta o fraudulenta de recursos ajenos como una salida más sencilla y fácil, en comparación con la inevitabilidad de tener que servir a su prójimo con un producto o servicio que considera valioso y por el que está dispuesto a pagar.[[8]] Cooperación significa intercambio voluntario de tiempo, en el que ambas partes de cualquier transacción proyectan su condición final como más deseable en comparación con su posición inicial. Esta valoración es subjetiva y puede ser encontrada en cualquier actividad humana, incluso en aquéllas caracterizadas por la gratuidad. El donante obtiene satisfacción transfiriendo su título de propiedad a otra persona. La solidaridad es un incentivo tanto como el beneficio. Las transacciones voluntarias benefician a todos los participantes.
Por el contrario, la actividad criminal es siempre [a veces] un juego de suma cero. La ventaja del criminal corresponde a una pérdida para la víctima del delito. Peor aún, cuanto más fácil sea para el delincuente apropiarse violenta o fraudulentamente de la propiedad ajena, menos valor concederá a los ingresos de su delito. Así, el delito no implica sólo la transferencia involuntaria de la propiedad, sino también la destrucción asimétrica de la misma, por lo que el daño para la víctima es mayor que el beneficio para el perpetrador.
Crimen y personalidad psicopatológica
Las características más llamativas del criminal son la falta de empatía y la obsesión por el beneficio individual. Entre los atributos, comúnmente considerados como típicos de un empresario ‒el individualismo obstinado y el único motivo de lucro‒, son en realidad los que describen la personalidad del criminal. Por supuesto, también hay criminales en el mundo de los negocios,[[9]] pero ésto representa una excepción. Además, lo que a menudo es considerado como una forma de delito comercial ‒la evasión fiscal‒, es simplemente una forma de autodefensa contra un atacante violento. El modo común y predominante de interacciones sociales es el de la cooperación y la solidaridad. El mercado es descripto a menudo como el lugar donde el egoísmo prevalece por sobre las relaciones que pueden encontrarse en los pequeños grupos que constituyen el punto de partida de la historia humana.[[10]] Todo lo contrario: el mercado es un mecanismo social que permite a desconocidos interactuar pacíficamente y obtener ganancias recíprocas.
Además, mientras que la personalidad “normal” suele caer presa del razonamiento abstracto y la hipostatización [consideración de una idea o principio como algo independiente y con existencia propia],[[11]] el criminal tiene la capacidad de ver a través de las supuestas instituciones y comprender las relaciones de riqueza y explotación que suelen estar ocultas para la mayoría de las personas por un velo de ignorancia y engaño. El criminal psicopatológico sólo ve su beneficio; los incentivos que impulsan sus acciones son extremadamente simples. La persona normal busca alcanzar objetivos que van más allá de la acumulación de riqueza y poder. Valores como la cooperación e incluso el autosacrificio, por ejemplo, por el bienestar de la descendencia, son características distintivas no sólo de los seres humanos, sino también de primates.[[12]] El psicópata, por otro lado, no comparte estos valores comunes, porque su búsqueda se centra únicamente en riqueza y poder. Paradójicamente, ésto convierte al criminal en un pensador más perspicaz, y le permite perseguir sus objetivos despiadadamente, a costa del engaño, la mentira y el asesinato. Hay grados de personalidad psicopatológica. Sin embargo, el delincuente más exitoso es el más despiadado, el que muestra menos escrúpulos. En la competencia entre delincuentes[[13]], el ganador siempre es el peor.
Rendimiento marginal creciente de la actividad delictiva
Por muy fácil que sea el acto de apropiación, una característica distintiva de la actividad delictiva es el aumento del rendimiento marginal por cada unidad adicional de bienes o servicios apropiados. Ésto ayuda a explicar la existencia de una clasificación de los delincuentes según el éxito creciente de sus empresas.
El delincuente leve equivale al cazador y recolector que vive del trabajo para obtener sus alimentos y consumirlos inmediatamente, sin posibilidad de planificar su futuro. El ladrón o estafador de poca monta sólo ve el resultado inmediato de su delito, y su interés se centra en el objetivo de este acto: se marcha con el dinero robado a su víctima, y se conforma con ello. En el ámbito económico, el aumento de la producción, la eficiencia y la tecnología posibilita la acumulación de capital y determina el lento proceso de civilización que acompaña a la reducción de la preferencia temporal. Cuanto menor sea la preferencia temporal, más ambiciosos serán los proyectos que puedan ser llevados a cabo. La actividad delictiva denota una evolución comparable a la reducción de la preferencia temporal, lo que explica el crecimiento de las organizaciones criminales y la acumulación de poder en comparación con la acumulación de capital.
Una de las certezas que el delincuente debe afrontar es la reacción de sus víctimas. Cuanto más exitoso sea el delincuente, más feroz será la resistencia que encontrará. Normalmente, la resistencia al delito se manifiesta mediante la creación no sólo de estructuras físicas como muros, alambres de púas y vallas, sino también de organismos de protección. La autodefensa puede, y a menudo se organiza, colectivamente, y es la causa del desarrollo de los servicios de protección.
La reacción a la existencia de estas agencias de protección es similar a la reducción de la preferencia temporal en el ámbito de la actividad económica normal. Los delincuentes astutos reservan al menos una parte de su botín para defenderse de las fuerzas del orden, contratando abogados, construyendo medios de escape seguros y efectivos, y ocultando el producto de sus delitos donde no se les pueda encontrar. Es una experiencia común para cualquier abogado defensor penal que las bandas de ladrones exitosas siempre se quedan con una parte del botín para evitar ser atrapadas, pagar los gastos del juicio, hacer más llevadera la vida en prisión a los arrestados y mantener a sus familias. La cooperación ocasional en uno o más delitos pronto se institucionaliza con la creación de organizaciones criminales permanentes. El bandido, ladrón o asesino individual, que si trabajara solo obtendría para sí todos los beneficios de sus crímenes, renuncia voluntariamente a parte de su autonomía y botín, porque espera obtener una ventaja competitiva al ser parte de una organización criminal más grande, no sólo en su competencia con otros criminales que explotan al mismo grupo de víctimas, sino también en la superación de su reacción.
La misma estructura de incentivos que facilita la transición de delincuente de poca monta a pandillero también impulsa la formación de carteles criminales [organizaciones criminales, propias del delito complejo]. Los pandilleros que compiten por el mismo grupo de víctimas pueden optar por luchar entre sí o acordar sus esferas de influencia. Ambas soluciones, versiones menores de la guerra y la diplomacia, han sido probadas y observadas con frecuencia, y la forma inteligente de salir de una guerra continua entre pandillas, es formar carteles. Éstos pueden garantizar no sólo que la explotación de las víctimas sea perpetrada de forma ordenada, sino que también pueden resistir eficazmente a las fuerzas del orden. Así como es razonable implementar la transición de delincuente de poca monta a pandillero, la forma en que es abordada la resistencia de las fuerzas del orden y de las víctimas puede adoptar diferentes formas. En primer lugar, existirá una competencia tecnológica entre delincuentes y víctimas; cuanto más eficaces sean los sistemas de defensa, más poderosos serán los medios para vencerlos. En segundo lugar, la gestión eficiente del sistema legal es otra estrategia clave. En tercer lugar, así como las pandillas tienen un incentivo para llegar a un acuerdo entre sí, pueden considerar pagar para entrar en el sistema legal de resistencia al crimen y convertirse en sus dueños.
Del crimen a la legitimidad
El mayor problema para cualquier organización criminal es la criminalidad misma, la ilegalidad de su actividad, y la fuerte motivación de las víctimas para resistir la explotación sistemática de sus bienes y de su tiempo. Otros seres humanos saben instintivamente que la actividad criminal contradice la naturaleza del ser humano como dueño de sí mismo, el que forma parte de una estructura de cooperación social espontánea basada en la libertad individual y la propiedad privada. Por lo tanto, el mayor problema para cualquier criminal es su clasificación dentro de un rango de comportamiento antisocial que hace que la resistencia, la autodefensa y la desaprobación social sean resultados poosibles de la actividad criminal. El cambio desde la criminalidad a la legitimidad es el cambio de paradigma crucial que conduce al establecimiento de organizaciones criminales cuyo poder e influencia aumentan exponencialmente. La clave para lograr este cambio de paradigma es la explotación de los errores de la hipostatización y el razonamiento abstracto. Si la organización criminal logra establecerse como una institución necesaria, o que trabaja por el bien común, la tendencia será ignorar al criminal individual, y considerar a la institución abstracta como una persona.[[14]] Los humanos necesitan historias y tradiciones compartidas para mantener unidas a las sociedades. El criminal exitoso es un narrador talentoso, carente de empatía y, por lo tanto, capaz de mentir sin remordimientos. Construye una narrativa que lo convierte en el representante de una institución abstracta a la que debe obedecerse “por el bien común”. Si este truco tiene éxito, las organizaciones criminales salen del oscuro mundo del crimen, y se disfrazan de estados o gobiernos.
La forma en que ésto es logrado puede variar a lo largo del tiempo y los lugares, pero el patrón común es que las organizaciones criminales finalmente logran acceder al sistema legal, al que convierte en su propiedad, lo que hace que la resistencia de sus víctimas no sólo sea inútil, sino incluso prohibida por la misma ley cuyo propósito original era proteger la autopropiedad y la igualdad. Uno de los desarrollos más comunes es la transición de depredadores nómadas a élites militares de nobles o conquistadores. Una de las primeras formas de actividad criminal fue la formación de naciones de ladrones nómadas que vagaban por países, y a veces continentes, en busca de tierras, riquezas y personas para esclavizar. Ejemplos de ésto incluyen el Imperio Romano, el Imperio Mongol y los vikingos. En algún momento de su desarrollo histórico, estas bandas de ladrones altamente eficientes y militarmente hábiles, comprendieron que existía una ventaja competitiva al permanecer en las tierras conquistadas como señores. Abstenerse de robarlo todo y asesinar o esclavizar a todos en las naciones conquistadas, permite ingresos estables en lugar de la explotación ocasional y destructiva. Los ladrones nómadas o extranjeros se asientan permanentemente en zonas derrotadas, como una élite militar que se arroga el derecho a explotar a las poblaciones sometidas inferiores gracias a su superior poderío militar y éxito en la batalla. Pronto, los ladrones locales también se transforman en agencias de protección, con una fuerte motivación para proteger a las víctimas de su propia actividad criminal sistemática de las bandas rivales interesadas en conquistar las mismas tierras. Así, los romanos defendieron los territorios del imperio de la llegada de los bárbaros, quienes representaban una etapa más primitiva de la misma actividad criminal del robo, que era el principal negocio de los romanos siglos antes de las invasiones bárbaras.
Una transformación más moderna y en parte desconocida de los pandilleros en funcionarios gubernamentales, es la apropiación de las estructuras legales existentes por parte de organizaciones criminales muy poderosas ‒a menudo, las que históricamente resultaron de la transformación de los depredadores nómadas en élites militares residentes. Los ejemplos son muy controvertidos y deben ser tomados con mucha franqueza, pero son difíciles de negar. Los carteles de la droga exitosos han logrado secuestrar gobiernos enteros y comprar presidentes, jueces y legisladores, para que se sometan a sus intereses. El notorio líder del cartel de la droga, Pablo Escobar, supuestamente ofreció al gobierno colombiano pagar más de U$S 10.000 millones de la deuda pública de su país a cambio de una modificación de las leyes de extradición de Colombia.[[15]] El desembarco de tropas en Sicilia fue posible en dos ocasiones (en 1860 y en 1943[[16]]) gracias a la cooperación de la mafia, cuyos vínculos con la CIA y el gobierno italiano aún no han sido investigados, pero son un hecho comprobado. Figuras poderosas que se mueven entre el crimen y los negocios legítimos, como los magnates del robo, los oligarcas rusos, los banqueros y las grandes farmacéuticas, pueden ser descriptas como dueños de gobiernos y organizaciones internacionales.
Uno de los ejemplos más llamativos de la transformación del crimen en legitimidad, es el desarrollo de la banca de reserva fraccionaria.[[17]] El acto de un banquero (depositario) que tomaba dinero de sus clientes (depositantes), y lo prestaba con intereses a otros clientes, evolucionó lentamente desde un crimen a la sanción oficial por ley, la que convirtió a los banqueros en acreedores del préstamo, y en propietarios plenos del dinero de sus depositantes. El término “quiebra” está relacionado con el italiano “bancarotta”, que significa “banco quebrado”. En la Edad Media, los banqueros que no podían recuperar sus depósitos, eran sometidos a severos castigos penales y simbólicos, como la quiebra del banco donde contaban su dinero. Era evidente que la apropiación de los fondos de los depositantes era una forma de robo.[[18]] El desarrollo definitivo de la banca de reserva fraccionaria es nuestro sistema financiero bancario moderno, en el que el dinero es creado de la nada, sin siquiera el esfuerzo ‒como supuestamente lo habría expresado Milton Friedman[[19]]‒ de tomar papel en perfecto estado, pintarlo con pintura en perfecto estado, y hacer que la combinación sea inútil. Además, los delincuentes falsificadores, como los banqueros centrales, son celebrados como héroes de la economía a la que supuestamente salvan con el dinero que imprimen. El robo sistemático mediante la inflación es elogiado, y es considerado legítimo y beneficioso.
Otra forma eficaz de lograr la transición de un gobernante criminal a uno soberano y legítimo, es el establecimiento de redes de protección y la alianza con clases que pueden beneficiarse del uso, o en ocasiones de la propiedad, de la red de protección gubernamental.[[20]] En el desarrollo de los gobiernos como organizaciones criminales institucionalizadas que operan bajo la protección de la legitimidad, no es sustancial ni simplemente una cuestión de perspectiva quién es el dueño del estado. Los beneficiarios de la red de protección mafiosa pueden ser vistos como clientes o como dueños del gobierno[[21]] que utilizan a sus miembros como títeres o empleados. Un ejemplo moderno surge a la luz: la clara impresión es que los gobiernos occidentales son propiedad de grandes corporaciones (industria farmacéutica, industria armamentística, sector financiero en manos de unas pocas familias de banqueros), y que el vacuo rito de las elecciones y el nombramiento de presidentes y de primeros ministros es llevado a cabo sólo para transmitir la impresión de que todo está en orden, y de que los estados, como los conocen las personas de diferentes naciones a partir de la historia propagandística de los libros, realmente existen. Es un fenómeno común. Cuando la República Romana se derrumbó, el emperador Augusto, quien ejercía el verdadero poder militar, mantuvo intacta la estructura republicana. El Senado continuó reuniéndose durante siglos, se elegían nuevos cónsules cada año[[22]], cada nuevo emperador fingía derivar sus poderes de una ley de imperio ficticia, y la propaganda oficial eclipsó el mensaje de que el nuevo gobernante había restablecido el antiguo orden. Pronto se hicieron evidentes las verdaderas relaciones de poder, y una cleptocracia de oficiales militares no sólo se apoderó del gobierno y cambió de emperadores cuando éstos se negaron a satisfacer sus demandas, sino que también logró arruinar el imperio extrayendo enormes cantidades de dinero y empobreciendo a las clases productivas, hasta que el estado romano se derrumbó por su propio peso[[23]].
La transición de ladrones a reyes, de bandas criminales a oligarquía, nobleza o democracia, resuelve el mayor problema al que se enfrenta cualquier criminal: la resistencia de las víctimas. Pensar de forma abstracta e hipostatizar al gobierno como si fuera una entidad personal, junto con una narrativa eficiente, el miedo a un enemigo común, y la idea de que el gobierno es el único protector contra cualquier riesgo que parezca conveniente para afianzar el poder, extingue la tendencia de las víctimas de todos sus delitos a defenderse. Es una especie de gigantesco síndrome de Stockholm, al menos para la gran mayoría de los ingenuos.
Derecho internacional, guerra y organizaciones internacionales
Aparte de la comunidad de víctimas de los gobiernos, los estados viven en un estado de anarquía. Es decir, no existe una autoridad superior que ostente el monopolio de la violencia[[24]] y la toma de decisiones[[25]] en caso de conflicto entre ellos. Un patrón similar se desarrolla en la relación entre bandas criminales. La forma más primitiva, costosa e ineficaz de resolver conflictos es la guerra. Así como una familia mafiosa exitosa tiene un interés particular en expandir su territorio y su base de explotación, los estados tienen un incentivo para adquirir territorios más extensos y acceder a un mayor número de sujetos[[26]] a cuya riqueza y recursos puedan acceder.[[27]] Sin embargo, las guerras de conquista y expansión se topan con la resistencia de los gobiernos rivales, los que defienden sus cuencas extractivas. Ésta es una de las razones por las que los gobiernos se han presentado repetidamente como protectores respecto de enemigos externos.
Pero si bien es cierto que, tal como afirma Randolph Bourne,[[28]] la guerra es la salud del estado, pone en peligro su propia existencia, ya que puede conllevar la destrucción de un estado y su reemplazo por otro. Por ello, los incentivos para ir a la guerra son bajos cuando existe una élite gobernante interesada en mantener la propiedad de un territorio y una población determinados.[[29]] En cambio, un gobernante democrático que sólo obtiene los beneficios de su disfrute, estará muy interesado en ir a la guerra, incluso si ésto puede llevar a la destrucción del gobierno que temporalmente controla. El rey derrotado pierde su reino para siempre; el presidente, incluso si arruina su propio país, sin duda acumulará beneficios personales que superan los riesgos que de todos modos corren otras personas.
Por otro lado, dado que la victoria en la guerra depende de mayores recursos, los países liberales tienen más probabilidades de ganar y adoptar una actitud guerrera, ya que cuentan con una riqueza que no está disponible para dictaduras y tiranías que obstaculizan la libertad económica y la capacidad de producir bienes y servicios de sus súbditos. Por ello, en el ámbito bélico las democracias liberales, donde las libertades económicas están más protegidas, tienden a ser más agresivas y exitosas en el uso de la violencia internacional.
A pesar de estas evidencias, la guerra es una empresa peligrosa, y las bandas gubernamentales también tienen un fuerte incentivo para llegar a un acuerdo. Dado que los carteles de la droga pueden negociar en sus respectivas zonas de influencia, el derecho internacional es la solución a los conflictos entre estados. La famosa frase de Carl von Clausewitz de que la guerra es la continuación de la diplomacia por otros medios, sigue vigente. La confrontación violenta tiende a ser una medida extrema.
La otra tendencia es la cartelización. Los gobiernos y estados débiles tienen un incentivo para unirse a organizaciones internacionales que les ofrezcan protección ante posibles agresiones de otros estados, y medios más eficientes para oprimir y explotar a sus súbditos. Organizaciones internacionales como la Unión Europea o uniones de estados como Estados Unidos, por ejemplo, protegen a los gobiernos de la posibilidad de que sus ciudadanos se dejen llevar por la influencia, abandonando un país percibido como demasiado opresivo o explotador. Ver cómo miembros del gobierno de diferentes países ceden voluntariamente la soberanía de su nación a intereses extranjeros, suele provocar indignación y asombro, pero es perfectamente comprensible desde la perspectiva de un psicópata. Los italianos o alemanes pueden estar apegados a la idea de su nación, pero no ocurre lo mismo con los criminales que logran ascender a las más altas esferas del poder. Tienen una visión clara del alcance de su acción política, y siguen el ejemplo del pandillero astuto que tiene la ventaja de unirse a un cartel de bandas. El desarrollo definitivo es un gobierno mundial.
Este desarrollo, sin embargo, contiene las semillas de su propio colapso. El líder de una banda criminal que se extiende por todo el mundo debe tener un conocimiento completo de todo y, lo más importante, utilizar ese conocimiento con eficiencia.[[30]] Ésto es imposible, incluso con el sistema de inteligencia artificial más sofisticado, porque si fuera posible saberlo todo, el futuro seguiría siendo incierto. El emperador del mundo necesariamente fracasará, pues debe enfrentarse con la verdad praxeológica de que el conocimiento universal es inviable, y de que las decisiones humanas son impredecibles. Ésto es un rayo de esperanza en un mundo donde el crimen es la actividad más común y exitosa.
_________________________________
[[1]] Gary S. Becker, “Crime and Punishment: An Economic Approach,” J. Political Econ. 76, no. 2 (Mar–Apr., 1968): 169–217; Isaac Ehrlich, “The Deterrent Effect of Capital Punishment: A Question of Life and Death,” The American Economic Review 65, no. 3 (Jun., 1975): 397–417; idem, “Crime, Punishment, and the Market for Offenses,” J. Economic Perspectives Vol. 10, no. 1 (1996; https://www.aeaweb.org/articles?id=10.1257/jep.10.1.43): 43–67; M. R. Garfinkel, S. Skaperdas editors, The Political Economy of Conflict and Appropriation (Cambridge University Press 2009).
[[2]] Julian Simon, The Ultimate Resource (Princeton 1981).
[[3]] Saifadean Ammous, Principles of Economics (2023), chapter 3.
[[4]] Franz Oppenheimer, The State, New York 1926, p. 25; Albert Jay Nock, Our Enemy, The State.
[[5]] John Locke, Second Treatise on Government (1690).
[[6]] Aulus Gellius, Noctes atticae, VI, IV, 45; A. D. Greenfield, Malum Prohibitum, American Bar Association Journal 7, no. 9 (Sep. 1921): 493–95
[[7]] Hans-Hermann Hoppe, “On the Ultimate Justification of the Ethics of Private Property,” in The Economics and Ethics of Private Property (Auburn, Ala.: Mises Institute, 1993; www.hanshoppe.com/eepp); veja também Murray N. Rothbard, “Beyond Is and Ought,” Liberty 2, no. 2 (Nov. 1988; https://perma.cc/8LZR-DN6Y; also https://mises.org/library/beyond-and-ought): 44–45, p. 44.
[[8]] Frank Chodorov, The Rise and Fall of Society (1959; https://mises.org/library/book/rise-and-fall-society), p. 94.
[[9]] P. Babiak-R.D. Hare, Snakes in Suits: When Psychopaths Go to Work (2009).
[[10]] Hans-Hermann Hoppe, A Short History of Man: Progress and Decline (Auburn, Ala.: Mises Institute, 2015; www.hanshoppe.com/shm ; D. Graeber, D. Wengrow, The Dawn of Everything: A New History of Humanity (2021).
[[11]] Ludwig von Mises, The Ultimate Foundations of Economic Science (1962), p. 78; Giampiero De Bellis, Magic Words and the Fallacy of Hypostatization (2013; https://polyarchy.org/basta/sussurri/hypostatization.html).
[[12]] F. De Waal, The Bonobo and the Atheist (2013).
[[13]] Hans-Hermann Hoppe, Der Wettbewerb der Gauner (Berlin, 2012).
[[14]] E. Kantorowicz, The King’s Two Bodies: A Study in Medieval Political Theology (1957), explora la lenta personificación del cargo de rey (corona) hasta convertirse en una entidad abstracta separada del titular individual del cargo.
[[15]] https://thefactbase.com/pablo-escobar-offered-colombia-nearly-10-billion-usd-to-pay-off-the-country-s-debt-if-they-would-change-the-country-s-laws-of-extradition/
[[16]] https://www.wearethemighty.com/mighty-history/how-mafioso-lucky-luciano-helped-the-allies-invade-sicily-in-1943/
[[17]] J. Huerta de Soto, Dinero, crédito bancario y ciclos económicos, Madrid 2009, 7ma ed. 2020, p. 35 ff.
[[18]] C. Cipolla, Il Fiorino e il quattrino, Bologna 2013; G. Villani, Cronica, Torino 1991. Puede ser una coincidencia, pero la plaga que arrasó Europa y Florencia en 1348 se produjo justo después de una de las mayores crisis bancarias de la historia de la humanidad.
[[19]] https://www.anquotes.com/milton-friedman-quotes/
[[20]] C. Tilly, War Making and State Making as Organized Crime, Part II, Chapter 5, in: P. Evans-D. Rueschemeyer-T. Stockpol editors, Bringing the State Back In, Cambridge University Press 1985.
[[21]] Smedley Butler, War Is a Racket, 1935.
[[22]] J. Dale Davidson, W. Rees-Mogg, The Sovereign Individual, 1999, p. 57.
[[23]] Ludwig von Mises, Human Action (Auburn, Ala.: Mises Institute 2009), p. 768; Rostovtzeff, The Social and Economic History of the Roman Empire, 2nd ed. (1957), p. 468.
[[24]] M. Weber, Politik als Beruf (München und Leipzig 1919).
[[25]] Hans-Hermann Hoppe, Economy, Society, and History (Auburn, Ala.: Mises Institute, Auburn 2004; https://www.hanshoppe.com/esh); Lecture 7, Parasitism and the Origin of the State.
[[26]] Hans-Hermann Hoppe, A Short History of Man: Progress and Decline (Auburn, Ala.: Mises Institute, 2015; https://www.hanshoppe.com/shm/), Chapter 3; idem, “The Origin and Nature of International Conflict,” https://mises.org/podcasts/imperialism-enemy-freedom/origin-and-nature-international-conflict.
[[27]] Las personas son riqueza, por eso en la Rusia zarista la propiedad de los nobles se calculaba en almas, el número de siervos que podían ser explotados por el señor feudal; Tolstoi, Guerra y paz, Parte I, Capítulo 7.
[[28]] Randolph Bourne, War Is the Health of the State (1918, republished by Anecdota Press 2015).
[[29]] Hans-Hermann Hoppe, Democracy, the god that failed (New Brunswick, 2001): p. 34.
[[30]] F. A. Hayek, “The Use of Knowledge in Society,” The American Economic Review 35, no. 4. (Sep. 1945): 519–30.
Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko