Comprendiendo la importancia de la justicia

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    Para muchos economistas, las cuestiones de justicia no son relevantes para el estudio del libre mercado. En la mayoría de las situaciones en las que intentan invocar argumentos sobre “justicia”, se refieren a la justicia distributiva. Su objetivo es abordar cuestiones de desigualdad de ingresos y redistribución de la riqueza. Argumentan que la “justicia social” requiere que el estado redistribuya la riqueza.

    “Justicia social” es un slogan carente de sentido, un mantra esgrimido por activistas políticos para evitar la responsabilidad por sus políticas. Los mercados se constituyen no por diseño, sino por una forma de “orden espontáneo”, en el que cualquier intento por representar las fuerzas del mercado como “justas” o “injustas”, refleja un inapropiado antropomorfismo del mercado. La expresión ‘justicia social’ carece por completo de significado y está vacía de contenido: es un fraude semántico, utilizado para lograr la aprobación moral a la apropiación indebida del patrimonio de terceros [robo] para su supuesta “redistribución justa”.

    Ludwig von Mises argumentó que los intentos por evaluar los resultados del libre mercado en función de la “justicia”, son erróneos. En Human Action argumenta que quienes analizan el libre mercado en función de la justicia, “sostienen un conjunto de principios metafísicos y condenan de antemano la economía de mercado, porque no se ajusta a su ideología”. Les preocupa especialmente que los mercados libres sean “injustos”, porque no resultan en una distribución equitativa de la riqueza. Von Mises señala que, si bien pueden haber comenzado con “buenas intenciones” al adoptar un enfoque utilitarista del análisis de mercado, luego dan un giro y denuncian lo que pueden considerar resultados “injustos”, como la desigualdad de la riqueza. Paradójicamente, las intervenciones estatales -introducidas para supuestamente lograr la “justicia”- sólo tienen el efecto de desviarlos de sus objetivos económicos. Von Mises explica:

    Por lo tanto, son precursores de la regresión económica, predicando una filosofía de decadencia y desintegración social. Una sociedad organizada según sus preceptos, puede parecer justa para algunos desde la perspectiva de su arbitrario standard de justicia social. Pero sin duda será una sociedad de pobreza progresiva para todos sus miembros.

    Von Mises reiteró que “el capitalismo no sólo ha multiplicado las cifras de población, sino que al mismo tiempo ha mejorado el nivel de vida de la gente de una manera sin precedentes”. Quienes deseen mejorar las condiciones materiales de todas las personas deberían, por lo tanto, adoptar los principios del capitalismo, en lugar de adoptar dudosas políticas redistributivas de “justicia social”, las que sólo conducen a la pobreza y al declive económico. Si bien respaldaba la defensa utilitarista del capitalismo de libre mercado de von Mises, Murray N. Rothbard adoptó una postura completamente diferente en el debate sobre la justicia. Como David Gordon ha explicado a menudo, la teoría ética de Rothbard busca superar las limitaciones del análisis utilitarista de costo-beneficio. Rothbard criticó la reticencia utilitarista a emitir juicios de valor sobre actos específicos. En la sección citada por Gordon, argumenta:

    Los utilitaristas afirman, a partir de su estudio de las consecuencias de la libertad en contraposición con sistemas alternativos, que la libertad conducirá con mayor seguridad a objetivos ampliamente aceptados: armonía, paz, prosperidad, etc. Ahora bien, nadie discute que deban estudiarse las consecuencias relativas al evaluar los méritos o deméritos de las respectivas creencias. Pero existen muchos problemas al limitarnos a la ética utilitarista. Por un lado, el utilitarismo asume que podemos sopesar alternativas y decidir políticas en función de sus consecuencias positivas o negativas. Pero si es legítimo aplicar juicios de valor a las consecuencias de X, ¿por qué no es igualmente legítimo aplicar dichos juicios a X mismo? ¿Acaso no hay algo en un acto en sí mismo que, por su propia naturaleza, pueda ser considerado bueno o malo?

    En Ética de la Libertad, Rothbard explica con más detalle por qué considera la ética utilitarista como inadecuada para defender la libertad individual. Uno de los puntos que plantea es que, a menos que uno evite por completo participar en debates sobre políticas públicas enmarcados en el lenguaje de la justicia, no puede evitar invocar juicios de valor. Argumenta que, “si bien la teoría económica praxeológica es extremadamente útil para proporcionar datos y conocimientos que permitan formular políticas económicas, no puede ser suficiente por sí sola como para que el economista pueda efectuar pronunciamientos de valor ni defender ninguna política pública”. Limitarse a declarar que la justicia social es un slogan sin sentido, sería un flojo punto de partida para cualquiera que desee participar en debates sobre políticas públicas.

    Otro punto de Rothbard se refiere a la defensa de la libertad individual. Argumenta que el análisis costo-beneficio a menudo produce resultados contrarios a ella. Argumenta que “para defender plenamente la libertad, no se puede ser metodológicamente esclavo de todos los objetivos que la mayoría del público pueda apreciar”. A veces, la mayoría se equivoca. Como ha señalado David Gordon, ésto no significa que la ética utilitarista sea una cuestión simplista de análisis costo-beneficio, ni sería preciso decir que los utilitaristas simplemente siguen la opinión mayoritaria. Gordon señala que “los utilitaristas necesitan determinar qué incluir en sus cálculos, pero decir ésto no significa que no puedan hacerlo de forma razonable”. El argumento de Rothbard es, más bien, que en algunas situaciones “hay que ir más allá de la economía y el utilitarismo, para establecer una ética objetiva que afirme el valor primordial de la libertad, y condene moralmente toda forma de estatismo”.

    Ésta es una de las razones por las que Rothbard defendió los derechos de propiedad por razones morales o éticas, abordando directamente las exigencias de la justicia. Rothbard argumentó:

    … no podemos simplemente hablar de la defensa de los “derechos de propiedad” o de la “propiedad privada” per se. Porque si lo hacemos, corremos el grave peligro de defender el “derecho de propiedad” de un agresor criminal; de hecho, lógicamente debemos hacerlo. Por lo tanto, sólo podemos hablar de propiedad justa, propiedad legítima o quizás “propiedad natural”. Ésto significa que, en casos concretos, debemos decidir si un acto de violencia es agresivo o defensivo: por ejemplo, si se trata de un delincuente que roba a una víctima, o de una víctima que intenta recuperar su propiedad.

    En otras obras, por ejemplo su conferencia “Guerra Justa”, donde defendió la justicia de la Revolución Americana y la Guerra de Independencia del Sur, Rothbard demuestra que se toma muy en serio la necesidad de decidir cuestiones de justicia para identificar, en cada caso, qué parte es la agresora. En el esfuerzo por mejorar nuestras condiciones materiales, no basta con dejar que las cosas sigan su curso. Es necesario abordar cuestiones de justicia. Rothbard no considera la justicia como algo meramente incidental en la defensa de la libertad, sino como un concepto moral y ético que reside en la esencia misma de la libertad. En Ética de la Libertad sostiene:

    … ante todo, la libertad es un principio moral, arraigado en la naturaleza humana. En particular, es un principio de justicia, de la abolición de la violencia agresiva en los asuntos humanos. Por lo tanto, para fundamentarse y perseguirse adecuadamente, el objetivo libertario debe buscarse con un espíritu de devoción primordial hacia la justicia … La justicia, no la débil caña de la mera utilidad, debe ser la fuerza motivadora para alcanzar la libertad.

     

     

    Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko

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