Hoppe y la posición libertaria sobre la inmigración

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    La “hoppefobia”, un trastorno identificado por primera vez por Murray Newon Rothbard en 1990, se caracteriza por arrebatos irracionales y emocionales dirigidos contra Hans-Hermann Hoppe y su obra. Si no es tratada, puede durar décadas, y dejar a los pacientes intelectualmente impotentes.

    Hoy en día, la forma más virulenta de hoppefobia se encuentra entre los defensores de una inmigración absolutamente irrestricta, especialmente entre los autodenominados liberales clásicos que insisten en un “derecho a viajar” o una “libertad de movimiento” para todas las personas, en todas partes y en todo momento.

    Estos defensores de la inmigración elevan las “fronteras abiertas” a un principio vital del libertarismo. En su narrativa, las fronteras nacionales son líneas imaginarias. Las naciones en sí mismas son construcciones históricas obsoletas. Todas las restricciones a la inmigración son antiliberales per se. Después de todo, ¿por qué las circunstancias aleatorias del nacimiento de alguien deberían tener algún efecto sobre los derechos legales o las ventajas geográficas? Y no hay desventajas, porque los inmigrantes aportan beneficios no calificados, económicos y de otro tipo, a sus nuevos países anfitriones. Al igual que el libre comercio, el libre movimiento de personas simplemente dirige el capital humano hacia sus usos más productivos.

    Así, nos vemos obligados a contemplar un liberalismo muy extraño: un liberalismo en el que los estados existen, pero no existen fronteras estatales; donde la ciudadanía surge de la presencia física; donde los servicios estatales y la propiedad estatal (así llamada) estén igualmente disponibles para todos los interesados; donde los humanos son comparados con bienes tangibles; y donde las externalidades negativas se vuelven inaplicables.

    Cualquiera que, en la esfera libertaria, exprese preocupación por la inmigración masiva (por traer a millones de personas pobres del Sur Global al Norte Global, del Tercer Mundo al Primer Mundo), es rápidamente etiquetado como nativista. Las preguntas sobre compensaciones, en términos de delincuencia, empleo, bienestar o vivienda, son descartadas como evidencia de una mentalidad temerosa, reacia a aceptar a los recién llegados y a adaptarse al cambio. El crecimiento económico es clave, más que preocupaciones amorfas sobre la compatibilidad cultural, política, económica, lingüística, religiosa o étnica de los inmigrantes.

    Por encima de todo, esta narrativa insiste en que quienes defienden las restricciones migratorias, no son personas bien intencionadas que simplemente tienen una opinión diferente. Por el contrario, son xenófobos provincianos, racistas, nativistas e incluso fascistas. Resienten la inevitabilidad demográfica del status de minoría blanca en Estados Unidos y Europa, y el declive del dominio cristiano en un Occidente que se seculariza rápidamente. Son, de hecho, actores de mala fe con malas motivaciones.

    ¡Pregúntenle al Dr. Hoppe, quien ha sido el blanco de estos insultos!

    Pero ¿por qué esto? ¿Por qué deberían los libertarios aceptar las fronteras abiertas como prueba de fuego o posición predeterminada? ¿No deberíamos considerar más profundamente cómo podría funcionar la inmigración en una sociedad absolutamente libre, es decir, una sociedad completamente privada? ¿O cómo debería funcionar en las condiciones actuales, por imperfectas que sean? ¿Trata realmente este argumento sobre principios libertarios y nada más?

    El Dr. Hoppe tiene algunas ideas. Para empezar, es un conocido crítico tanto de las fronteras abiertas como de la consiguiente “integración forzada”. Su artículo fundamental de 1998, “En defensa del libre comercio y de la inmigración restringida”, fue una refutación exhaustiva de la analogía errónea entre el libre comercio de bienes entre países, y la libre circulación de personas a través de las fronteras nacionales. Explicó estos asuntos en profundidad en su histórico manifiesto de 2001 La democracia: el dios que fracasó. Con capítulos titulados “Sobre la libre inmigración y la integración forzada” y “Sobre el libre comercio y la inmigración restringida”, el Dr. Hoppe consolidó su reputación como defensor de la inmigración condicional y contractual.

    También consolidó su reputación como la bestia negra del coro de las fronteras abiertas.

    Para ser claro, el Dr. Hoppe es un anarcocapitalista declarado, que preferiría nada menos que privatizar toda la propiedad estatal, y replantear fundamentalmente la cuestión de la inmigración como cuestión de derechos de propiedad privada. Su ahora infame visión de “comunidades propietarias”, que son verdaderamente privadas y excluyentes, se acerca más a las ciudades-estado o principados de la Europa del siglo XIX, que a las socialdemocracias modernas favorecidas por los libertarios que gravitan alrededor de Washington, DC. Y así, el Dr. Hoppe se ha convertido en un avatar de la derecha libertaria populista, que es profundamente antiestatal, pero ve la inmigración masiva como un proyecto político estatista.

    A partir de las obras citadas anteriormente, junto con varios discursos que ha presentado a lo largo de los años en conferencias y en su evento anual en Bodrum, Turquía, podemos intentar resumir las opiniones del Dr. Hoppe sobre inmigración y fronteras de la siguiente manera:

    • La inmigración implica concesiones, como cualquier otra política o medida económica. De ninguna manera es un beneficio absoluto para la nación receptora.
    • No es posible un enfoque verdaderamente libertario de la inmigración, cuando en todos los niveles los estados poseen (es decir, controlan) enormes cantidades de tierras “públicas”, incluidas costas y puertos, autopistas, aeropuertos, carreteras, instalaciones militares, parques y espacios comunes [[i]]. La propiedad pública es un concepto inválido bajo cualquier cosmovisión libertaria, pero la realidad actual es muy diferente.
    • Podemos rechazar la noción de que la propiedad pública debería ser vista como “sin dueño”. Dada la realidad de la propiedad pública, los agentes estatales deben al menos funcionar como fideicomisarios o administradores de esa propiedad en nombre de los pagadores de impuestos que la financian. Los inmigrantes no tienen el mismo derecho a utilizar esa propiedad pública, porque no han sido obligados a pagar por ella a través de impuestos, préstamos o inflación del país anfitrión.
    • Bajo los principios libertarios, no hay respuestas sencillas a la pregunta actual: ¿cómo deberían los agentes gubernamentales controlar el acceso a la propiedad pública? El cálculo económico real es imposible cuando el estado controla los recursos, y los considerandos “no económicos” son absolutamente subjetivos.
    • Las “fronteras abiertas”, donde los estados no toman medidas para limitar la entrada, son una forma de acción estatal. Es una elección política consciente.
    • La “asistencia social”, en todas las formas de bienes y servicios proporcionados por los pagadores de impuestos, ofrece incentivos perversos para los inmigrantes. El voto democrático y la representación proporcional, brindan incentivos perversos para que los políticos importen inmigrantes para obtener beneficios políticos [[ii]].
    • El bienestar de una nación o sociedad es necesariamente subjetivo. No se mide por agregados económicos ‒PBI ni ningua cosa de esas. Cuando consideramos la riqueza económica, lo que importa es la riqueza per capita de un área, no la producción económica total.
    • Las mercancías no son personas. Los bienes son inanimados. Los bienes importados son “invitados” por quien asume el costo o el riesgo económico de la demanda de dichos bienes. Los individuos, por otro lado, tienen voluntad, volición y necesariamente realizan acciones –buenas o malas– dondequiera que se encuentren. Debemos distinguir y separar el libre comercio de bienes, de la libre inmigración, tanto conceptualmente como en términos de políticas.
    • La inmigración debería ser regulada según un “principio de costo total”, que sencilamente implica la invitación contractual y el patrocinio de un individuo o entidad en el país anfitrión. En palabras del Dr. Hoppe: “Toda migración sería realizada por invitación, y sería invariablemente aplicado el principio del costo total. Tanto el anfitrión que invita, como el invitado, o ambos conjuntamente, tendrían que pagar el costo total asociado con la presencia del invitado. Ningún costo podría ser trasladado ni externalizado a terceros, y tanto el que invita como el invitado serían responsables por cualquier daño derivado de la invitación a la propiedad de terceros”. El patrocinio es particularmente importante para disuadir y compensar el crimen o la asistencia social entre los nuevos inmigrantes.
    • La inmigración libre condicional, aplicando el principio de patrocinio con costo total, es mucho más liberal, más humana y más justa, que los sistemas actuales empleados en todo Occidente. También eliminaría los largos tiempos de espera para la entrada o residencia autorizada por el estado. Los patrocinadores pueden incluir familiares, empleadores, grupos religiosos, grupos cívicos y sociales, y emisores de bonos de patrocinio con fines de lucro.

    En última instancia, es la propiedad estatal (léase: el control estatal) de la tierra y de los recursos lo que hace que las “fronteras abiertas” sean un desastre político. Ésto es aplicable a todos los estados, en todas partes, y en todo momento. No debemos pretender que la privatización se producirá pronto. No estamos obligados a imaginar que los estados renunciarán a sus vastos espacios públicos, a sus intervenciones económicas, y a sus nefastas maquinaciones de bienestar social en un futuro próximo: podemos defender un enfoque mejor aquí y ahora. Podemos proponer que los agentes estatales con control de facto sobre la propiedad del gobierno, administren esa propiedad como lo harían los propietarios privados, preservando el capital en lugar de agotarlo, y brindando su uso principal a los pagadores de impuestos que lo financiaron.

    Las fronteras abiertas son una política, no un principio. “La libertad de ir y venir” es un argumento simplista que confunde la ley natural con la política, y confunde el derecho a salir de un lugar con un derecho imaginario a entrar en un lugar. No reconoce el derecho conflictivo de las personas a utilizar acuerdos colectivos para asociarse ‒o no asociarse‒ con otros. La importación consciente y planificada de dependientes desesperadamente pobres a los EE.UU. y Europa, simplemente para obtener beneficios políticos, no es de ninguna manera incidental a los argumentos deontológicos en favor de la libre inmigración, pero demuestra claramente que estos argumentos no son una cuestión de principios. Las consecuencias son la medida política. La inmigración actual a los países occidentales no es, de hecho, un fenómeno de mercado, sino más bien el resultado directo de programas gubernamentales diseñados para cambiar radicalmente esos países.

    Afortunadamente, hoy en día la hoppefobia sigue siendo un fenómeno aislado y en gran medida inofensivo. Sobrevive principalmente entre un grupo pequeño pero vocingleros de libertarios de izquierda, académicos mimados, y think tanks hayekianos que orbitan, esperanzadamente, al borde de la respetabilidad en Washington o Bruselas. A algunos de estos últimos, literalmente les pagan para que hagan ingeniería inversa de argumentos empíricos en favor de políticas de inmigración gratuita. Pero sus esfuerzos hicieron poco para frenar la creciente popularidad del Dr. Hoppe, especialmente entre los jóvenes desilusionados, que buscaban modelos políticos y económicos más allá del tímido neoliberalismo. Los Luftmensch [voladores] libertarios, como los llamó Rothbard, pueden insistir en incluir “fronteras abiertas” en su programa, pero el programa de inmigración contractual del Dr. Hoppe continúa arraigado en la propiedad privada. Los gritos de “estatismo” y “liberalismo autoritario” deben caer en oídos sordos.

    Como siempre, el Dr. Hoppe se toma a sus críticos con calma. Aunque proclaman en alta voz su eterna enemistad hacia su obra, él continúa sus esfuerzos por alinear el libertarismo moderno con la realidad fundamental y la naturaleza humana. La cuestión de la inmigración está al frente de este realineamiento hoppeano. No todas las culturas son creadas iguales, los seres humanos no son objetos fungibles, y el bienestar de cualquier nación o sociedad es subjetivo. Importar millones de inmigrantes pobres a los estados de bienestar occidentales, no es el camino hacia la libertad ni hacia la prosperidad. De hecho, todo el mundo quiere vivir en un buen vecindario, y podemos expandir este impulso natural hacia afuera, en círculos concéntricos, desde el pueblo más local hasta la sociedad en su conjunto. Todos queremos naturalmente vivir entre gente buena, trabajadora, productiva y decente. Los mercados, en forma de capital privado real y propiedad, reflejarían ésto. Lo mismo debería ocurrir con la política de inmigración.

    La inmigración patrocinada, aplicando un marco de costo total, desarrollada por el Dr. Hoppe, es la forma inmediata, humana y justa de abordar los inevitables conflictos y compensaciones que rodean la migración hacia los países ricos. Es compatible con la realidad política que enfrenta Occidente. Sobre todo, presenta la mejor aproximación a la gestión de la propiedad privada que podemos esperar en un mundo de depredación estatal.

    Los hoppefóbicos no tienen por qué tenerle miedo

     

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    [[i]] Del editor: En Argentina, inclusive la llamada “riqueza natural del subsuelo” y “la riqueza natural de la superficie” son de propiedad de los estados provinciales, según la ley positiva.

    [[ii]] Del editor: En Argentina, tanto los llamados “sistema de salud pública” como el “sistema de educación pública”, son de carácter obligatoriamente “gratuito” es decir, enteramente financiados con el dinero de los pagadores de impuestos, Pero resulta que la calidad y la eficiencia de ambos es cada vez más pobre, debido al “turismo de salud” en un caso, y a los “estudiantes extranjeros” en el otro inmigrantes especialmente latinoamericanos, aunque no únicamente, que se instalan temporariamente para usufructuar estos servicios  “gratuitos” gratuitos para ellos.

     

     

     

    Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko

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