La obra pionera en teoría política de Ludwig von Mises, publicada en 1927, es un mensaje para las generaciones actuales. En la sección 5 de su introducción a Liberalismo: La Tradición Clásica, Mises resulta impecablemente pertinente al describir cómo los oponentes del liberalismo y de la economía de mercado tergiversan hechos que están a la vista de todos. Se verá cómo refutó la absurda afirmación de que el capitalismo sólo beneficia a un pequeño grupo privilegiado y explotador. La obra de la mayoría de los pensadores desaparece poco después de ellos. No así la de Ludwig von Mises.
Comenzó la sección reconociendo lo que debería ser obvio: los gobiernos siempre han interferido con la libertad individual, la libre empresa y el libre mercado –en una palabra, con el capitalismo– de manera sustancial. El laissez faire nunca ha sido tolerado. Ésto no demuestra que sea imposible, sólo que la gente no entendía el sistema, o no quería que se demostrara su éxito. Von Mises escribió:
Una sociedad en la que se aplican los principios liberales suele ser denominada sociedad capitalista, y la condición de esa sociedad, capitalismo. Dado que en todas partes se ha aproximado a la política económica del liberalismo en la práctica, las condiciones actuales del mundo nos ofrecen una idea imperfecta del significado y de los posibles logros del capitalismo en su máximo apogeo. Sin embargo, es totalmente justificado llamar a nuestra época la era del capitalismo, porque todo lo que ha creado la riqueza de nuestro tiempo se remonta a las instituciones capitalistas. Es gracias a las ideas liberales que aún perduran en nuestra sociedad, a lo que aún perdura en ella del sistema capitalista, que la gran mayoría de nuestros contemporáneos puede disfrutar de un nivel de vida muy superior al que hace apenas unas generaciones sólo era posible para los ricos y, sobre todo, para los privilegiados.
Ésto podría haber sido escrito ayer. La fabulosa riqueza de la que disfrutan los estadounidenses y los habitantes de otros países semi-capitalistas habría sido inimaginable hace poco tiempo. Las generaciones anteriores se reirían de cómo usamos hoy la palabra “pobre”. Eso es lo que ha logrado incluso la libertad parcial. Los rezagados se han visto obligados a vivir sin la economía de mercado, para su desgracia. Todos seríamos más ricos con plena libertad.
Ciertamente, en la retórica habitual de los demagogos, estos hechos son presentados de forma muy diferente. Al escucharlos, uno pensaría que todo progreso en las técnicas de producción redunda en beneficio exclusivo de unos pocos favorecidos, mientras que las masas se hunden cada vez más en la miseria. Sin embargo, basta con un momento de reflexión para darse cuenta de que los frutos de todas las innovaciones tecnológicas e industriales contribuyen a una mejora en la satisfacción de las necesidades de las grandes masas. Todas las grandes industrias que producen bienes de consumo, trabajan directamente para su beneficio; todas las industrias que producen máquinas y productos semiterminados trabajan para ellas indirectamente. Los grandes desarrollos industriales de las últimas décadas, como los del siglo XVIII, conocidos con la no del todo acertada expresión “Revolución Industrial”, han resultado sobre todo en una mejor satisfacción de las necesidades de las masas. El desarrollo de la industria textil, la mecanización de la producción de calzado, y las mejoras en el procesamiento y la distribución de alimentos, han beneficiado por su propia naturaleza al público en general. Gracias a estas industrias, hoy en día las masas están mucho mejor vestidas y alimentadas que nunca. Sin embargo, la producción en masa no sólo proporciona alimento, vivienda y ropa, sino también otras necesidades de la multitud. La prensa sirve a las masas tanto como la industria cinematográfica, e incluso el teatro y otros bastiones artísticos similares se convierten cada día más en lugares de entretenimiento masivo.
Como afirma el economista Bryan Caplan, el consumo masivo requiere producción en masa, y en ningún momento de la historia la producción en masa ha beneficiado sólo a un pequeño segmento de la sociedad. Von Mises continuó:
Sin embargo, como resultado de la ferviente propaganda de los partidos antiliberales, que distorsiona los hechos, hoy en día se asocian las ideas del liberalismo y el capitalismo con la imagen de un mundo sumido en miseria y pobreza cada vez mayores. Sin duda, ninguna propaganda despectiva, por grande que sea, podría jamás, como esperaban los demagogos, dar a las palabras “liberal” y “liberalismo” una connotación completamente peyorativa. En última instancia, no es posible ignorar que, a pesar de todos los esfuerzos de la propaganda antiliberal, hay algo en estas expresiones que sugiere lo que cualquier persona normal siente al oír la palabra “libertad”. Por lo tanto, la propaganda antiliberal evita mencionar la palabra “liberalismo” con demasiada frecuencia, y prefiere que las infamias que atribuye al sistema liberal sean asociadas con el término “capitalismo”. Esa palabra evoca a un capitalista insensible, que sólo piensa en su propio enriquecimiento, aunque sólo sea posible mediante la explotación de sus semejantes.
En este caso, las cosas han empeorado en cierto modo. Los antiliberales de las llamadas tribus de izquierda y de derecha han convertido la palabra “liberal” en algo peyorativo. Se ha vuelto casi tan peyorativo como “capitalismo”. Pero, como señaló von Mises, se pasa por alto un sencillo e innegable hecho sobre la economía de mercado:
Al formarse la idea de capitalista, a nadie se le ocurre que un orden social organizado sobre principios genuinamente liberales está constituido de tal manera que deja a los empresarios y capitalistas una sola vía para la riqueza: proporcionar a sus semejantes lo que ellos mismos creen necesitar. En lugar de hablar del capitalismo en relación con la prodigiosa mejora del nivel de vida de las masas, la propaganda antiliberal lo menciona únicamente para referirse a aquellos fenómenos cuyo surgimiento fue posible únicamente gracias a las restricciones impuestas al liberalismo. No se hace ninguna referencia al hecho de que el capitalismo ha puesto un lujo exquisito, además de un alimento en forma de azúcar, a disposición de las grandes masas. El capitalismo sólo es mencionado en relación con el azúcar cuando un cartel eleva su precio en un país por encima del precio del mercado mundial. ¡Como si tal desarrollo fuera siquiera concebible en un orden social en el que son aplicados los principios liberales! En un país con un régimen liberal, sin aranceles, sería impensable que hubiera carteles capaces de elevar el precio de un producto por encima del precio del mercado mundial.
En otras palabras, el antiliberal atribuye a la economía de mercado las deficiencias derivadas de la subversión de la economía de mercado por parte del gobierno.
Los eslabones de la cadena de razonamiento mediante los cuales la demagogia antiliberal logra atribuir al liberalismo y al capitalismo la culpa de todos los excesos, y las consecuencias nefastas de las políticas antiliberales, son los siguientes: se parte de la premisa de que los principios liberales buscan promover los intereses de los capitalistas y empresarios, en detrimento de los del resto de la población, y que el liberalismo es una política que favorece a los ricos por sobre los pobres. Luego se observa que, en ciertas circunstancias, muchos empresarios y capitalistas abogan por aranceles proteccionistas, y otros –los fabricantes de armamento– apoyan políticas de “preparación nacional” y, de entrada, se llega a la conclusión de que éstas deben ser políticas “capitalistas”.
Obsérvese su referencia al complejo militar-industrial como anticapitalista. En la era de los aranceles de Trump, el siguiente segmento de von Mises es particularmente acertado.
De hecho, sin embargo, la situación es muy distinta. El liberalismo no es una política que beneficie a ningún grupo en particular, sino a toda la humanidad. Por lo tanto, es incorrecto afirmar que los empresarios y capitalistas tengan un interés especial en apoyar el liberalismo. Su interés en defender el programa liberal es exactamente el mismo que el de todos los demás. Puede haber casos individuales en los que algunos empresarios o capitalistas encubran sus intereses especiales tras el programa del liberalismo; pero a éstos siempre se oponen los intereses especiales de otros empresarios o capitalistas. El asunto no es tan sencillo como imaginan quienes, por doquier, sospechan “intereses” y “partes interesadas”. Que una nación imponga un arancel al hierro, por ejemplo, no puede ser “simplemente” explicado por el hecho de que ésto beneficie a los magnates del hierro. También hay personas con intereses opuestos en el país, incluso entre los empresarios; y, en cualquier caso, los beneficiarios del arancel sobre el hierro son una minoría cada vez menor. El soborno tampoco puede ser la explicación, pues las personas sobornadas también pueden ser sólo una minoría. Y, además, ¿por qué sólo un grupo –los proteccionistas– soborna, y no sus oponentes, los defensores del libre comercio?
Von Mises refuta aquí la idea de que las empresas son una clase monolítica que manda en todo. De hecho, diversos intereses compiten por los favores del estado. El subsidio de una industria es el gasto de muchas otras. Cuidado con los modelos simplistas. Nos llevarán por mal camino. Von Mises continuó:
El hecho es que la ideología que hace posible el arancel proteccionista no es creada por las “partes interesadas” ni por quienes son sobornados por ellas, sino por los ideólogos, quienes dan al mundo las ideas que rigen el curso de todos los asuntos humanos. En nuestra época, en la que prevalecen las ideas antiliberales, prácticamente todo el mundo piensa en consecuencia, al igual que, hace cien años, la mayoría de la gente pensaba en términos de la ideología liberal imperante en ese momento. Si muchos empresarios hoy abogan por aranceles proteccionistas, ésto no es más que la forma que adopta el antiliberalismo en su caso. No tiene nada que ver con el liberalismo.
¿Las ideas, no los intereses, gobiernan el mundo? Debemos prestar más atención a este tipo.
Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko