¿Es buena o mala cosa la vigilancia total?

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    El libertarismo es una teoría de la justicia. De hecho, es la única teoría de la justicia que puede ser justificada racionalmente y, por lo tanto, la única válida. Esta teoría aborda el uso legítimo de la fuerza en la sociedad, que puede resumirse en la defensa del derecho de propiedad y el castigo de las agresiones contra las personas y sus bienes. En consecuencia, la justicia es fundamental para los libertarios. Y es por ello que anhelan vivir en una sociedad en la que reine la justicia, en la que la impunidad no sea permitida, y en la que todo delito contra el derecho de propiedad sea castigado. Con el actual estado de la tecnología de vigilancia, y de herramientas como el reconocimiento facial y la inteligencia artificial, posiblemente ésto es factible en muchos lugares. Sin embargo, con el actual orden social estatista, ¿es ésto deseable?

    Recientemente, en New York las cámaras captaron las imágenes del asesinato del director ejecutivo de la mayor compañía de seguros médicos de Estados Unidos, perpetrado por un hombre enmascarado. Como New York es una de las ciudades con mayor vigilancia mediante cámaras del mundo, la policía pudo seguir los pasos del hombre enmascarado, captados por varias cámaras. Finalmente, cinco días después del crimen, fue posible ver su rostro en cámara cuando se bajó brevemente la máscara para coquetear con la recepcionista del hostal donde se alojaba. El asesino, Luigi Mangione, fue capturado a 450 kilómetros de la escena del crimen. Si hubiera permanecido en New York tras ser identificado, posiblemente habría sido capturado antes, gracias al Sistema de Conocimiento de Dominio de New York, un sistema que integra las imágenes de 18.000 cámaras con la base de datos policial para la vigilancia en tiempo real.

    La ciudad de São Paulo, donde vivo, cuenta con un sistema de vigilancia aún mayor, el Smart Sampa, con 25.000 cámaras integradas con tecnología de reconocimiento facial e inteligencia artificial para monitorear actividades sospechosas e identificar a las personas buscadas por los tribunales. Desde su implementación en Julio de 2024, el sistema ha permitido la captura de más de 1.000 fugitivos y 2.289 arrestos en flagrancia. Si bien es enorme, el sistema cubre sólo un pequeño porcentaje del espacio público de la ciudad, y muchos delitos son cometidos fuera de su área de cobertura, por lo que muchos delincuentes permanecen sin ser identificados. Si el sistema monitoreara 100% del área de la ciudad y todos los que ingresaban fueran previamente identificados, ningún delincuente permanecería anónimo en espacios públicos. Esta situación ya existe en algunos lugares de la ciudad.

    Soy miembro de un club deportivo que ha implementado un sistema similar, donde toda la zona, excepto los vestuarios, está monitoreada por cámaras. Si deja su móvil, su billetera o cualquier objeto en algún lugar y desaparece, simplemente acude al centro de vigilancia, indica el lugar y la hora aproximados del incidente, y el caso se cierra. Dado que todos los que ingresan al club son identificados con antelación, cualquiera que robe algo en las áreas monitoreadas será identificado y sufrirá las consecuencias. Como resultado, prácticamente no hay robos en el club, porque el aspirante a ladrón sabe que lo atraparán. Es genial poder dejar mi iPhone en cualquier rincón y saber que nadie lo tocará. El único lugar del club donde todavía se producen robos es el único que no está vigilado por cámaras: los vestuarios.[[1]]

    Lo mismo ocurre con otros tipos de infracciones cometidas en las instalaciones del club: agresiones, vandalismo, etc. Todo queda registrado, los implicados son identificados, debidamente juzgados y las víctimas son reparadas. Nada podría ser mejor para quienes valoran la justicia, ¿verdad? No siempre, ya que el sistema también puede ser utilizado para cometer injusticias. Ésto ya ocurrió durante la tiranía del covid, cuando el club cumplió con los protocolos de la tiranía sanitaria, como las ridículas normas para los gimnasios de “operar 6 horas al día, con 30% de aforo, cita previa, entrenamiento individual, limpieza de equipos tres veces al día, y uso obligatorio de mascarilla”. El uso de mascarilla también era obligatorio en todas las áreas del club, incluido el exterior. Esta completa estupidez de usar mascarillas para prevenir la propagación de un virus fue estrictamente impuesta en todo momento con la ayuda del sistema de vigilancia del club. Por ejemplo, un amigo que, un día lluvioso a las seis de la mañana, corría en la pista de atletismo completamente vacía, fue captado por las cámaras con la mascarilla bajada hasta la barbilla, y recibió una advertencia por esta infracción. Al ser un club privado, siempre existe la opción de dejar de asistir (yo estuve tres años, de Marzo de 2020 a Marzo de 2023, sin pisar el club) o de irse definitivamente. Pero existe una diferencia sustancial entre estar obligado a cumplir con las normas privadas, y estar obligado a cumplir con la legislación estatal. Como dice la famosa cita de Schumpeter:

    La teoría que interpreta los impuestos por analogía con las cuotas de un club o con la compra de los servicios de, por ejemplo, un médico, sólo demuestra lo alejada que está esta parte de las ciencias sociales de los hábitos mentales científicos.

    El déspota alcalde Bruno Covas, junto con el tirano gobernador João Doria, también hicieron obligatorio el uso de mascarillas en las calles de São Paulo durante casi dos años. Bueno, nunca usé mascarilla y caminé por las calles de la ciudad todos los días durante este período, sin que ninguna “autoridad” me reprendiera ni me castigara por este “delito”. Había una prohibición vigente, con amenaza de multa, pero como comenté en su momento,[[2]] no se hizo cumplir. Sin la opción fácil de simplemente suspender la asistencia o desvincularse de la ciudad, sólo puedo imaginar el infierno que sería si la vigilancia en las calles de la ciudad fuera como la vigilancia de mi club. Habría recibido cientos de multas y habría sido arrestado. Este ejemplo deja claro que no es deseable que un estado tenga la capacidad de vigilancia total. Por otro lado, aún deseamos fervientemente que ladrones, asesinos, violadores, secuestradores, etc., no permanezcan anónimos e impunes. Y en las calles de São Paulo se producen miles de robos, asaltos, asesinatos, violaciones, secuestros, etc. ¿Nos enfrentamos a un dilema insoluble?

    La solución obvia, pero lejana, es la privatización de todo el espacio público, y su inserción en un orden social libertario, en el que sólo sean combatidos los crímenes reales, con víctimas. Pero en el orden social estatista en el que vivimos, parece que el problema se reduce a intercambiar libertad por seguridad, lo que nos lleva a la advertencia de Benjamin Franklin: “Quienes renunciarían a la libertad esencial para comprar un poco de seguridad temporal, no merecen ni libertad ni seguridad”. Sí, estaríamos más seguros respecto de los delincuentes privados, pero al mismo tiempo estaríamos totalmente a merced del bandidaje estatal; y obligar a la gente a usar mascarilla, no es el único delito perpetrado por esta banda. La lista de crímenes de estado es colosal, como el robo vía impuestos a gran escala, la censura, o la invasión del propio cuerpo con inoculaciones obligatorias. Imaginemos que nadie pudiera escapar de cualquier imposición criminal del estado contra individuos; Orwell ya lo hizo. La CIA, creadora del mito del Crédito Social Chino [SCS], ideó y propagó esta idea distópica, engañando a mucha gente haciéndoles creer que ya existe en China.

    Sin embargo, este dilema entre un escenario de impunidad y delincuencia privada desenfrenada, o una distopía orwelliana, es engañosa. Hay otras maneras de combatir a la delincuencia común, sin tener que ceder nuestras libertades y privacidad a los criminales del estado. Para empezar, la alta criminalidad es consecuencia del propio estado, que monopoliza la policía y la justicia, es indulgente con los verdaderos delincuentes, e incluso impide que las personas se defiendan de aquéllos, desarmándolas. Derogar la prohibición de portación de armas ya reduciría considerablemente la delincuencia. Por otro lado, la mayor parte de la lucha contra la delincuencia ya es efectuada por el mercado, y no por el estado. Hay muchos más guardias privados de seguridad que policías, y el multimillonario mercado de productos de seguridad abastece prácticamente a todo el sector privado, desde candados y cercas eléctricas, hasta puertas y vehículos blindados. Además, si el sistema de monitoreo de la ciudad de São Paulo cuenta con 25.000 cámaras, las cámaras privadas en la ciudad ya superan los millones, y muchos delitos son detectados e identificados por estas cámaras, cuyas imágenes sólo pueden ser difundidas para combatir delitos reales. Quiero que todos los delincuentes sean identificados y castigados, pero no necesitamos al estado para eso. Y, sin embargo, el propio estado impide que ésto suceda plenamente, obstaculizando la vigilancia, la seguridad, y la justicia en manos privadas.

     

     

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    [[1]] Por motivos de privacidad, no hay cámaras en los vestuarios. Pero gracias a la inteligencia artificial, que puede difuminar automáticamente las partes íntimas en las imágenes captadas por las cámaras, ahora también es posible vigilar los vestuarios y los baños.

    [[2]] “¿Alguna vez lo han multado, o conoce a alguien que haya sido multado por no usar mascarilla? Ésto varía según el lugar, pero puedo decir con certeza que aquí en mi ciudad, São Paulo, no sólo no conozco a nadie que haya sido multado, sino que no conozco a nadie que conozca a alguien que haya sido multado. Usar mascarilla en la calle por miedo a ser multado es, al menos por aquí, algo más estúpido que usarla para protegerse de los virus que se propagan por el viento”. Por qué cualquiera que todavía use mascarilla es un completo idiota, Instituto Rothbard, 25 de Febrero de 2022.

     

     

     

    Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko

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