¿Deberían ser abolidos los partidos políticos?

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    El modelo dominante de democracia liberal está en crisis. En Estados Unidos y en muchos países europeos, la confianza en el sistema político está disminuyendo. Ha habido muchos intentos de explicar este desencanto con la política y con el estado. Sin embargo, pocos consideran el papel de los partidos políticos. Para el público en general, pero también para la mayoría de los teóricos políticos, un orden social sin política y, por lo tanto, sin partidos políticos, parece inconcebible. En este artículo investigamos la propuesta, elocuentemente planteada a principios de la década de 1940, por Simone Weil, de que los partidos políticos deberían ser prohibidos.

    Democracia: no del pueblo, sino de los partidos políticos

    Cuando Hans-Hermann Hoppe publicó su libro La democracia. El dios que fracasó[[1]] en 2001, algunos lectores pueden haber pensado que sus afirmaciones eran exageradas. Sin embargo, la evidencia es desde entonces abrumadora: la democracia está en profunda crisis. Las democracias siguen fallando. El sistema político de Occidente está en crisis.[[2]]

    Lo que hoy es llamada “democracia” no es democracia en el sentido original del concepto. No hay gobierno (kratos) del pueblo (demos), sino dominio de los partidos políticos. En su clasificación de las formas de gobierno,[[3]] Aristóteles habría denominado “oligarquía” al sistema actual. Algunos teóricos políticos hablan de cartelización[[4]] del sistema de partidos políticos, en la que los partidos políticos conspiran para emplear recursos del estado a fin de asegurar su supervivencia colectiva.

    Un hecho sorprendente que acompaña al sistema de gobierno de partidos políticos, es la tendencia a que el mal gobierno no conduce a la muerte de los gobernantes, sino a su reelección. Los malos gobiernos ganan votantes porque, a medida que las condiciones económicas de la gente se deterioran, ésta tiende a exigir más gobierno. En el desarrollo urbano se ha analizado en detalle esta espiral de empobrecimiento. El llamado efecto Curley[[5]], estudiado en Estados Unidos a fin de explicar por qué algunas ciudades se vuelven más pobres, pero los políticos que provocan la pobreza son reelegidos, también es aplicable a los países. En este caso, una política de subsidios permite que las empresas no rentables sigan funcionando, mientras que las empresas productivas enfrentan cargas fiscales adicionales y tienden a quebrar.

    Los políticos ganan elecciones mediante promesas utópicas para su clientela, y toman medidas que conducen al declive económico. Como resultado, los partidos que implementan malas políticas son reelegidos y desencadenan otra ronda de empobrecimiento, la que en realidad promueve su reelección. Más aún, los partidos políticos que compiten se parecen en su búsqueda de malas políticas. Aunque prometen lo mejor para la sociedad, en realidad compiten sobre quién hace lo peor para la gente.

    Al combinar la redistribución y la retórica anticapitalista, los sectores privados con mejor desempeño se ven inducidos a migrar a países extranjeros. Como resultado, está creciendo proporcionalmente la base de votantes de los políticos que causaron el empobrecimiento. En algunos estados o países, los peores políticos y sus respectivos partidos son reelegidos una y otra vez. Los mismos políticos que causan los problemas, se ofrecen como salvadores. Desde la energía hasta las migraciones, desde el precario estado del sistema de salud hasta las jubilaciones y las guerras en el exterior, ¿quiénes causaron estos problemas, si no los mismos gobernantes que aún hoy sostienen el cetro en sus manos?

    Al mismo tiempo, crece el descontento con el estado y con la política. El desencanto con el Estado y con la política es un asunto que viene siendo discutido desde hace mucho tiempo, pero que se ha agudizado en los últimos años. No sólo en Estados Unidos las encuestas de opinión[[6]] reflejan esta actitud, mostrando que la confianza en las instituciones públicas está disminuyendo drásticamente. Este descontento con la política, sin embargo, contrasta marcadamente con la actual politización de todos los aspectos de la vida.

    La razón principal de esta insatisfacción con el sistema político, es principalmente la falta de conexión entre gobernantes y gobernados. Este sistema gobernado por partidos políticos se ha distanciado de la sociedad. Se percibe cada vez más que quienes ostentan el poder, están en la cima e ignoran las preocupaciones reales de los ciudadanos. Los oligarcas del partido son incapaces de sentir empatía, y son vistos como arribistas de mente estrecha.

    El sentimiento de impotencia general paraliza a muchos ciudadanos. Hasta ahora, la falta de participación política sólo ha provocado la falta general de interés en los asuntos políticos, una especie de lentitud. La reacción de muchos ciudadanos ha sido la de retirarse completamente de la política, y no participar más en las elecciones.

    En Alemania, por ejemplo, la participación electoral en las elecciones federales al Bundestag[[7]] ha estado disminuyendo desde mediados de la década de 1970, y es aún menor en las elecciones a los parlamentos estatales (Bundesländer).[[8]] Con una proporción de no votantes de aproximadamente 40%, las asambleas resultantes de tales elecciones, difícilmente puedan ser consideradas representativas del pueblo.[[9]] Además, si deben formar coaliciones para que un gobierno tenga una mayoría parlamentaria, los partidos con bajos porcentajes de votos marcan el tono.[[10]] El partido ecologista resultó ser el factor político ideológicamente dominante en el gobierno de coalición formado en la República Federal de Alemania en Diciembre de 2021. Aunque no determina al Canciller, con participación inferior a 15% de los votos en las últimas elecciones, y antes de eso con participación inferior a 10%,[[11]] el Partido Verde ocupa el cargo de Vicecanciller, así como el Ministerio de Asuntos Exteriores, Economía y Protección del Clima, Alimentación y Agricultura, el Ministerio de Medio Ambiente, el Ministerio de Asuntos Familiares y la Oficina del Ministro de Cultura y Medios de Comunicación. La cosmovisión rojo-verde está predominantemente presente en los medios públicos. Por lo tanto, en la República Federal de Alemania predomina un grupo parlamentario que fue elegido democráticamente por menos de 8% de la población. Esta evolución es alarmante, porque los partidos políticos se han convertido en el grupo de poder dominante.[[12]]

    De hecho, los partidos políticos no sólo participan en la formación de la voluntad política, sino que, debido a su poder concentrado, se han convertido en un “estado dentro del estado”. Sirven como vehículos para obtener poder y beneficios para sus miembros principales. En el proceso, se vuelven cada vez más autoritarios. El candidato debe ser primero aprobado dentro del partido político. Lo que cuenta no es el interés por el bienestar de la gente, sino la asertividad y la insinuación dentro del propio partido. Es más que natural, por tanto, que surja un tipo especial de político de partido. El tipo de persona que elegida es aquella cuyo instinto de poder es particularmente desenfrenado, y que es particularmente capaz de adularse ante sus semejantes para dominarlos. Un paraíso para los tramposos, mas la gente decente e inteligente evita participar en este juego. Aquéllos que se convierten en miembros del partido, son seducidos y atrapados en el torbellino de la maquinaria del partido. Incluso si llegan a la cima, seguirán siendo víctimas.

    En la política democrática moderna, los partidos políticos son la parte esencial de la política. Cualquiera que no pertenezca a un partido está prácticamente excluido del proceso político. La llamada “toma de decisiones políticas” se ha vuelto extremadamente unilateral. Como se puede observar, las principales cuestiones que se plantean en la lucha partidaria son aquéllas que están muy alejadas de las necesidades del pueblo. Las decisiones no serán tomadas en interés del país. Ni siquiera en interés de sus propios votantes.

    Si las cosas son como se las describió antes, ¿qué significaría abolir los partidos políticos? ¿Conduciría la abolición de los partidos políticos al fin de la democracia o, más bien, a su conclusión? ¿Quién debe gobernar en ausencia de partidos políticos? Una de las declaraciones más enfáticas a favor de la abolición de los partidos políticos proviene de un panfleto de Simone Weil, escrito en 1943 y publicado póstumamente en 1950. Aunque no sugiere una solución al problema de los males de los partidos políticos, su texto proporciona una exposición conmovedora sobre la naturaleza del gobierno de los partidos políticos.

    Simone Weil sobre la abolición de los partidos políticos

    Cuando Simone Weil[[13]] escribió sus Notas sobre la abolición general de los partidos políticos”, [[14]] era testigo contemporánea del gobierno de partido único en la Alemania nazi y en la Rusia soviética. Sin embargo, el impulso inmediato para escribir su ensayo provino de su trabajo con el grupo de exiliados franceses en Londres. Se horrorizó al saber que incluso en una situación en la que Francia estaba parcialmente bajo ocupación extranjera, la lucha partidista no terminaría, y que los esfuerzos de los miembros del grupo “France Libre”[[15]] estaban más centrados en ganar poder para su partido político particular, que en la liberación de la patria francesa.

    Lo que motivó a Weil a escribir su panfleto contra los partidos políticos no fueron sólo los horrores del régimen nacionalsocialista y del partido soviético, sino más bien su impactante constatación de que el totalitarismo surge de la propia competencia entre los partidos políticos. Aprendió que la tendencia a la tiranía es inherente a la lucha entre partidos políticos. Lo que ocurrió en la Unión Soviética y en la Alemania nazi no es una excepción, sino que forma parte de la naturaleza del sistema de partidos políticos basado en el voto mayoritario. Todos los partidos políticos tienden hacia el totalitarismo.

    Partidos políticos y democracia

    Los partidos están en desacuerdo con el gobierno popular. Según Simone Weil, entendida en su sentido originario la democracia no deriva su legitimidad de las decisiones de la mayoría, sino que corresponde a la verdad y a la justicia. Simone Weil no reduce la democracia a la definición que posteriormente dio Joseph Schumpeter en su libro Capitalismo, socialismo y democracia[[16]] de 1950 como un “arreglo institucional para llegar a decisiones políticas, en el que los individuos obtienen el poder de decidir a través de una lucha competitiva por el voto popular” (p. 269), sino de la definición clásica de democracia enunciada por Rousseau.

    Jean-Jacques Rousseau (1712-1778) desarrolló su idea fundamental sobre la teoría democrática en su obra sobre el Contrato social (1762). Justifica el gobierno popular como expresión de la “voluntad general” (volonté générale), que según él es fruto de la razón. El concepto fundamental de democracia de Rousseau deriva de la afirmación de que la razón sólo puede encontrar la verdad y la justicia en la medida, en que no se deja corromper por las pasiones. Aunque hay una variedad infinita de errores e injusticias, sólo hay una verdad y una justicia. La interpretación que Simone Weil hace de Rousseau es que, puesto que todos los hombres están unidos en lo justo y lo verdadero, mientras que la falsedad y el crimen los dividen eternamente, la razón debe ser la base del funcionamiento de la democracia. Para Simone Weil, el aspecto central de la teoría de la democracia de Rousseau es que la razón conduce al consenso, mientras que la pasión instiga la divergencia. En la medida en que los partidos políticos están impulsados ​​por la pasión y la incitan, son perjudiciales para la verdadera comprensión de lo que es la democracia.[[17]]

    Para convertirse en una institución legítima, la democracia debe cumplir dos condiciones. En primer lugar, el pueblo debe estar libre de cualquier forma de pasión colectiva al expresar su voluntad política. En segundo lugar, la gente sólo puede expresar su voluntad en cuestiones de asuntos públicos, y no debería hacerlo eligiendo personas individuales o grupos de individuos; es decir, partidos políticos. Las pasiones distorsionan la voluntad general y convierten la democracia en una caricatura. Los partidos políticos ganan más poder cuanto más desinhibidas emergen las emociones colectivas. Así, con el objetivo de ganar cada vez más poder, los partidos políticos alimentan las pasiones. En lugar de la razón, la irracionalidad gobierna el proceso político. Simone Weil concluye que estas circunstancias demuestran que nunca hemos conocido nada que se parezca ni remotamente a la democracia.

    Los partidos políticos toman sus decisiones importantes a puerta cerrada. Si se quiere formar parte del liderazgo, se debe revelar lo menos posible. Incluso la prensa está secretamente involucrada. Los ciudadanos no saben lo que ocurre detrás de escena. Lo poco que aprende, lo considera mentira, y posiblemente tenga razón. Los estallidos emocionales colectivos se generalizan porque son inflamados sistemática y oficialmente por el funcionamiento de los partidos. Los partidos políticos y la democracia no encajan, porque la ausencia de pasión es fundamental para la formación de la voluntad común en una democracia. Los partidos políticos son perjudiciales para la razón, pues su propia existencia se basa en la pasión. Por lo tanto, son ajenos a la democracia.[[18]]

    Los males de los partidos políticos

    Según Weil, las tres características permanentes de los partidos políticos son:

    1. Máquina de generar pasiones colectivas.
    2. Organización diseñada para ejercer presión colectiva sobre las mentes de todos sus miembros individuales.
    3. Su primer y último objetivo, es su propio crecimiento, sin límites.

    Debido a estas tres características, todo partido es totalitario, potencialmente y por su aspiración.[[19]]

    Los partidos políticos son la antítesis de la democracia, porque funcionan como una máquina para generar pasiones colectivas. Son organizaciones que ejercen presión colectiva sobre las mentes de todos sus miembros. El propósito de los partidos políticos no es operar para resolver problemas públicos, sino que su primer objetivo, así como el objetivo último de cualquier partido político, es su propia expansión del poder.[[20]]

    Como explica Simone Weil, la naturaleza tiránica de los partidos políticos surgió en la Europa continental durante la Revolución Francesa de 1789. El primer partido en actuar en esta dirección fue el Club de los Jacobinos.[[21]] En sus orígenes, Los Jacobinos eran un club de debate; llegaron al poder como partido político en la lucha por el poder durante la Revolución Francesa y, al hacerlo, se convirtieron en el primer partido totalitario. Los jacobinos fueron los primeros en practicar el principio: “un partido en el poder, y todos los demás en prisión”. En el curso de las luchas partidarias durante el período revolucionario, los jacobinos se convirtieron en los portadores del terror que pronto engulliría a la Revolución Francesa, y finalmente devoraría a sus propios hijos. No es casualidad que el totalitarismo y el régimen del terror aparezcan en los inicios del moderno sistema de partidos políticos, el que falsamente pretende representar a la “democracia”.

    Por regla general, los partidos políticos sólo tienen ideas vagas y poco realistas sobre la solución de los problemas públicos. Sin embargo, la realidad de las circunstancias prácticas de su propia existencia hace inevitable que ellos mismos se conviertan en su propio fin. La obtención del poder se convierte en su principal objetivo; de ahí el hambre insaciable de dominación de los partidos políticos. Sin contenido intelectual propio, los partidos políticos luchan incansablemente por el poder como fin en sí mismo. Si han alcanzado el poder total dentro de un país, y ya no encuentran allí suficientes adversarios, atacarán o crearán supuestos enemigos externos.

    La tendencia al totalitarismo es la característica esencial de un partido político. Dado que la noción de interés público es una ficción, la búsqueda del poder absoluto se convierte en una absoluta necesidad. La afinidad natural entre el totalitarismo y la falsedad encuentra su hogar en el partido político.

    Con el surgimiento de los partidos políticos en la lucha por el poder durante la Revolución Francesa, también surgió la división entre “izquierda” y “derecha”. Esta distinción ha causado estragos en la mente de la gente, ya que limita el discurso político a una diferencia menor que la que existe entre la derecha y la izquierda del libertarismo. En Estados Unidos, esta distorsión ha llegado tan lejos, que el término “liberalismo” ha sido despojado de su significado original, y es utilizado para denotar al izquierdismo. Aunque ambos –la izquierda y la derecha– compiten en la lucha por el poder, ambos grupos son inherentemente totalitarios y, como tales, igualmente opuestos a la libertad.

    Propaganda política

    Como organizaciones que luchan por el poder absoluto, las organizaciones partidarias ejercen presión colectiva permanente sobre las mentes de la gente a través de propaganda perversa. Los partidos políticos buscan esclavizar la mente, proceso que comienza con sus propios miembros y se extiende desde allí a toda la sociedad. Los miembros del partido practican tres tipos de mentiras: engañar al público. Mienten a su propio partido, y se mienten a sí mismos. Dado que pertenecer a un partido político “siempre y en todos los casos obliga a mentir, la existencia misma de los partidos políticos es un mal absoluto e incondicional”.[[22]]

    Una vez establecido un sistema de partidos, resulta prácticamente imposible intervenir eficazmente en los asuntos públicos, sin convertirse en miembro activo de un partido. Sin embargo, aunque uno puede entrar a competir en un partido como persona honesta, no puede seguir siéndolo. Para hacer una carrera política, hay que jugar el juego y someterse al proceso. Pronto, los intereses e intenciones originales desaparecerán de la mente del recién llegado, y prevalecerán los intereses partidistas y la adquisición de poder. “Si el diablo estuviera a cargo de la organización de la vida pública, no podría inventar un medio más astuto”.[[23]]

    La mayoría de la gente se une a un partido político porque en las actividades y la propaganda de ese partido ha percibido algunos aspectos que parecen justos y buenos. Pero nadie que no esté profundamente involucrado en el partido político, conoce las verdaderas posiciones del partido sobre cuestiones de la vida pública. Cuando se une al partido, el recién llegado sólo conoce algunas de las posiciones que han sido presentadas externamente, pero no sabe que la mayoría de aquéllas está oculta para el recién llegado y para el público. Así pues, todo aquel que se une a un partido, tarde o temprano somete su pensamiento a la autoridad del partido. A medida que pasa el tiempo, a medida que el miembro del partido se conecta más íntimamente con el funcionamiento interno de su partido, aprende gradualmente lo que realmente representa el partido; y cuanto más alto asciende, lo aceptará sin mayor examen, porque así es como quiere llegar a la cima.

    ¿Por qué prohibir los partidos políticos?

    Simone Weil pide no sólo la prohibición de partidos concretos, sino también su prohibición general. Está convencida de que la abolición de los partidos políticos tendría también efecto purificador más allá de los asuntos públicos, donde el espíritu partidista lo ha infectado todo. Debido al prestigio que generalmente tiene el poder ante los ojos de la población, pensar en términos de partidos se ha vuelto común. El espíritu de partido fue aplicado en todos los asuntos. La ciencia también se ha sometido al espíritu partidista.

    La influencia negativa de los partidos políticos en la vida pública y la difusión de su propaganda, han configurado toda la mentalidad de nuestro tiempo. Casi en todas partes –a menudo incluso en el caso de problemas puramente técnicos–, la gente toma partido en lugar de pensar: a favor o en contra. Tal elección sustituye la actividad mental. “Ésto es lepra intelectual; se originó en el mundo político, y luego se extendió por todo el país, contaminando todas las formas de pensamiento. Esta lepra nos matará si no abolimos los partidos políticos”.[[24]]

    Weil concluye que la institución de los partidos políticos parece ser un mal casi puro. Son inherentemente malos, y en la práctica su efecto es perjudicial para los seres humanos. Así como el derecho penal prohíbe la formación de bandas criminales, la ley debe prohibir los partidos políticos. Para Weil, los partidos políticos son criminales en el verdadero sentido de la palabra. Los partidos políticos son la antítesis de la democracia. Tienen su propio crecimiento en mente como su primer objetivo, y son totalitarios por naturaleza. Así, no sólo la disputa o discusión es la esencia de la política, y no lo que imaginaron los teóricos democráticos liberales, o lo que Rousseau quiso decir con su idea de “voluntad común”, sino que la división político-partidaria de la sociedad en amigos y enemigos es el principio, y en este sentido la doctrina del respectivo partido es considerada correcta, buena y justa, en contraste con el enemigo cuyas ideas son erróneas, malas e injustas.

    Los partidos políticos no iluminan, sino que matan el sentido de la verdad y de la justicia. “Los partidos son organizaciones constituidas pública y oficialmente, diseñadas para sofocar el sentido de la verdad y de la justicia en las almas. Se ejerce presión colectiva sobre el público general mediante la propaganda. El propósito declarado de la propaganda es persuadir, no ilustrar”.[[25]]

    La política de partidos conduce a la politización, a la división social. Tarde o temprano, la situación se tornará en guerra civil. En la democracia de partidos existe la voluntad de hacer concesiones, pero sólo en la medida en que sirva a los intereses de los partidos y a la carrera de la nomenklatura. Por lo tanto, no se trata de acuerdos permanentes ni bien negociados. Se terminan si cambian los intereses.

    El político de carrera típico no se preocupa por el individuo, sino por su propia ganancia de poder. Sin embargo, en la medida en que el político quiere dominar y gobernar, está subordinado a su propio partido político. Ser político significa no ser libre. Como miembro de un partido político, el político debe adoptar el credo del partido, debe seguir las reglas del partido, y debe adherirse a los principios del partido. Un político debe ser siempre un hombre de partido. Fuera de su partido político, no tiene poder. En la medida en que el político quiera gobernar y dominar, él mismo está bajo la autoridad de su propio partido político. Ser político significa entonces no ser libre. Como miembro de un partido político, el político debe adoptar el credo del partido. Debe seguir las reglas del partido y adherirse a sus principios. La verdad es que el partido político es dueño del político. La gente sabe que el político es un fraude: mientras pretende hacer las reglas y ser el amo, él mismo es la infortunada víctima.

    Los principales protagonistas de este mundo moderno son los políticos y los partidos políticos. El objetivo principal de un partido político es ganar poder. La dominación es el objetivo de un partido político, y el aparato estatal sirve como su instrumento. Cuanto más grande y eficaz sea el estado, mejor servirá como medio de opresión y control y, por tanto, para ampliar el poder del partido político. Los partidos políticos luchan por el poder, y por eso quieren un estado poderoso. “Nosotros, el pueblo” somos las víctimas de este juego.

    Conclusión

    El cambio del siglo XVIII al siglo XIX marcó el inicio de la era política. El arrebato llegó con la Revolución Francesa. Sin embargo, la muerte del antiguo estado, y la abolición y limitación de la monarquía, no liberaron al individuo. En cambio, las revoluciones democráticas dieron lugar al nacimiento de la política y el culto al estado. El factor central de esta evolución es el surgimiento de los partidos políticos.

    La política de partidos está en el corazón de la democracia moderna. Como tal, el sistema político se parece más a “oligarquía” que a “democracia” en el sentido de “gobierno del pueblo”. En el sistema hoy denominado “democracia”, los partidos políticos compiten por los votos del pueblo, y los ganadores de esta competencia forman el cuerpo legislativo como representantes electos. El mismo mecanismo es aplicado también a las elecciones presidenciales. Los candidatos sin el apoyo de un partido político están prácticamente excluidos de participar en el proceso electoral. Que los peores son quienes llegan al poder, está en la mecánica del sistema.

     

     

     

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    Referencias

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    Pew Research Center: Turnout in U.S. has soared in recent elections but by some measures still trails that of many other countries. https://www.pewresearch.org/short-reads/2022/11/01/turnout-in-u-s-has-soared-in-recent-elections-but-by-some-measures-still-trails-that-of-many-other-countries/

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    Statista: Wahlbeteiligung bei den Bundestagswahlen in Deutschland von 1949 bis 2021.https://de.statista.com/statistik/daten/studie/2274/umfrage/entwicklung-der-wahlbeteiligung-bei-bundestagswahlen-seit-1949/

    Statista. Wahlbeteiligung bei den jeweils letzten Landtagswahlen in Deutschland nach Bundesländern (Stand: Oktober 2023) https://de.statista.com/statistik/daten/studie/

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    Weil, Simone: “Notes sur la suppression générale des parties politiques.“ Flammarion, 2017

    “On the Abolition of All Political Parties”. NYRB Classics Reissue Edition, 2014

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    Notas

    [[1]] Hans-Hermann Hoppe, Democracy. The God That Failed. The Ludwig von Mises Institute 2016 [2001]; www.hanshoppe.com/democracy.

    [[2]] El problema de la “ingobernabilidad” ha sido objeto de estudios desde los años 1970. Ver Michael Crozier and Samuel P. Huntington: The Crisis of Democracy: Report on the governability of Democracies to the Trilateral Commission. Triangle Papers. 1975. https://www.amazon.com/Crisis-Democracy-Governability-Democracies-Trilateral/dp/0814713645

    [[3]] W. L. Newman: Aristotle’s Classification of Forms of Government. The Classical Review Vol. 6, no. 7 (July 1892), pp. 289–93. https://www.jstor.org/stable/693449

    [[4]] Richard S. Katz and Peter Mair: Changing Models of Party Organization and Party Democracy: The Emergence of the Cartel Party. Party Politics. Vol. 1, no. 1. https://journals.sagepub.com/doi/10.1177/1354068895001001001

    [[5]] Edward L. Glaeser and Andrei Shleifer The Curley Effect: The Economics of Shaping the Electorate. The Journal of Law, Economics, & Organization, Vol. 21, no. 1. https://scholar.harvard.edu/files/shleifer/files/curley_effect.pdf

    [[6]] Jeffrey M. Jones: Confidence in U.S. Institutions Down; Average at New Low. Gallup July 6, 2022. https://news.gallup.com/poll/394283/confidence-institutions-down-average-new-low.aspx

    [[7]] Statista: Wahlbeteiligung bei den Bundestagswahlen in Deutschland von 1949
    bis 2021. https://de.statista.com/statistik/daten/studie/2274/umfrage/entwicklung-der-wahlbeteiligung-bei-bundestagswahlen-seit-1949/

    [[8]] Statista: Wahlbeteiligung bei den jeweils letzten Landtagswahlen in Deutschland nach Bundesländern (Stand: Oktober 2023) https://de.statista.com/statistik/daten/studie/255400/umfrage/wahlbeteiligung-bei-landtagswahlen-in-deutschland-nach-bundeslaendern/

    [[9]] A participação nos EUA disparou nas últimas eleições, mas por algumas medidas ainda está atrás da de muitos outros países. Pew Research Center: https://www.pewresearch.org/short-reads/2022/11/01/turnout-in-u-s-has-soared-in-recent-elections-but-by-some-measures-still-trails-that-of-many-other-countries/ https://healthequitytracker.org/exploredata?mls=1.voter_participation-3.00&mlp=disparity&gad_source=1&gclid=CjwKCAiArLyuBhA7EiwA-qo80OWVmjko2wqa8HLYNkPPwe9lV3AyxI-ikhJu3oIaPWsPG1XkkCLdxoCofoQAvD_BwE

    [[10]] En las elecciones federales de septiembre de 2021, de una población de 83,2 millones de habitantes y 61,1 millones de electores elegibles, 12,2 millones de personas votaron por el Partido Socialdemócrata (SPD), 6,4 millones por el Partido Verde y 4,0 millones por el Partido Demócrata Libre (SPD). Así, la coalición que formaron estos partidos para formar gobierno representa a 36,9% del electorado y sólo a 18,6% de la población. 81,4% de la población alemana no votó por ninguno de estos partidos y casi dos tercios (63,1%) de los electores habilitados votaron por ellos. En estas elecciones federales de 2021, 88% de la población no votó por los socialdemócratas y 92% no votó por los Verdes. En total, hubo 6.469.081 votos electorales para esta agrupación. En términos de la población en su conjunto, esta cifra supone 7,77%. Sin embargo, el Partido Verde, como socio esencial de la coalición gubernamental, determina en gran medida la política gubernamental e impone su política anti-industrial en todo el país. Para obtener datos, consulte: https://www.bundeswahlleiterin.de/bundestagswahlen/2021/ergebnisse/bund-99.html

    [[11]] Statista: Participación de los Verdes en las elecciones al Bundestag de 1980 a 2021. https://de.statista.com/statistik/daten/studie/368835/umfrage/stimmenanteile-der-Eleições dos Verdes no Bundestag/

    [[12]] La Constitución (Grundgesetz) de la República Federal de Alemania no preveía que ésto sucediera ya que, suscintamente, sólo establece la “participación” de los partidos políticos en la formación de la voluntad política en su artículo 21: “Los partidos participan en la formación de la voluntad política del pueblo. Su constitución es libre. Su régimen interno debe respetar los principios democráticos. Deben rendir cuentas públicamente del origen y el uso de sus fondos y activos”.

    [[13]] Nacida en 1909, Simone Weil se licenció en Filosofía por la Escuela Normal Superior en 1931. Optó por trabajar temporalmente en una fábrica, y se unió a las Brigadas Internacionales en 1936. Dejó Francia con su familia para ir a New York en 1942, pero más tarde fue a Londres para trabajar para el Movimiento de Liberación Francés. Murió el 24 de Agosto de 1943. A pesar de su corta vida, su obra, que abarca la filosofía, la política y la teología, es considerada una de las más importantes del siglo XX.

    [[14]] “Notes sur la suppression générale des parties politiques”. Disponible en inglés como “On the Abolition of All Political Parties” NYRB Classics; Reissue edition, 2014.

    [[15]] Fundación Charles de Gaulle: una formación embrionaria en el verano de 1940. https://www.charles-de-gaulle.org/lhomme/dossiers-thematiques/debuts-de-france-libre

    [[16]] Joseph A. Schumpeter: Capitalismo, Socialismo y Democracia. Harper Perennial Modern Classics 1950.

    [[17]] “La verdad es una. La justicia es una. Los errores y las injusticias varían indefinidamente. Así, los hombres convergen en lo justo y lo verdadero, mientras que la falsedad y el crimen los hacen divergir indefinidamente. Dado que la unión es una fuerza material, podemos esperar encontrar en ella un recurso para hacer que la verdad y la justicia sean materialmente más fuertes que el crimen y el error aquí abajo. pag.9. Los números de página están referidos a la edición de libro electrónico de las Notas: Simone Weil: Note sur la suppression générale des partis politiques. Nova edição. CLIMATS Flamarion 2017.

    [[18]] “Cuando existe pasión colectiva en un país, es posible que cualquier voluntad particular se acerque más a la justicia y a la razón, que la voluntad general; o, mejor dicho, que constituye una caricatura de ella. La segunda condición es que el pueblo exprese su voluntad respecto de los problemas de la vida pública, y no simplemente tome decisiones individuales. Mucho menos una elección irresponsable de las autoridades locales. Pues la voluntad general no tiene relación con tal elección”. pág.11

    [[19]] “Para evaluar a los partidos políticos según el criterio de la verdad, la justicia y el bien común, es necesario comenzar por discernir sus características esenciales. Podemos enumerar tres: Un partido político es una máquina para generar pasión colectiva. Un partido político es una organización construida de tal manera que ejerce presión colectiva sobre el pensamiento de cada uno de los seres humanos que la integran. El primer y, en última instancia, el único fin de cualquier partido político es su propio crecimiento, y esto, sin límites. Por esta triple característica, todo partido es totalitario en germen y por aspiración. Si de hecho no lo es, es sólo porque quienes lo rodean no lo son menos. Estas tres características son verdades que, de hecho, son obvias para cualquiera que se haya acercado al círculo de los partidos”.

    [[20]] Así pues, la tendencia esencial de los partidos es totalitaria, no sólo en relación con una nación, sino en relación con todo el globo. Es precisamente porque la concepción del bien público de tal o cual partido es una ficción, una cosa vacía, sin realidad, que impone la búsqueda del poder total. Toda realidad implica un límite propio. Lo que no existe, nunca es limitable. “Por eso hay una afinidad, una alianza entre el totalitarismo y la mentira”. pág.13

    [[21]] Crane Brinton. The Jacobins. An Essay in the New History. Routledge 2011.https://www.routledge.com/The-Jacobins-An-Essay-in-the-New-History/Brinton/p/book/9781412818339

    [[22]] “De estas tres formas de mentir –al partido, al público, a uno mismo–, la primera es, con diferencia, la menos mala. Pero si la afiliación a un partido siempre obliga a mentir en cualquier caso, la existencia de partidos es absoluta e incondicionalmente mala”. pág.16

    [[23]] “Si confiáramos la organización de la vida pública al diablo, no podría imaginar nada más ingenioso”. pag. 18

    [[24]] “Ésta es una lepra que se originó en los círculos políticos, y que se ha extendido por todo el país, en casi a todo el pensamiento. Es dudoso que esta lepra, que nos está matando, pueda ser curada sin suprimir primero los partidos políticos”. pág.23

    [[25]] “Los partidos son organizaciones constituidas pública y oficialmente, diseñadas para sofocar el sentido de la verdad y la justicia en el alma de las personas. Se ejerce presión colectiva sobre el público general mediante la propaganda. El propósito declarado de la propaganda es persuadir, no difundir información”. pág.14

     

     

     

    Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko

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