El desafío de Milei a los falsos economistas

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    En 1972, los miembros del recién creado Partido Libertario Americano querían que Murray Rothbard fuera su candidato a presidente de los Estados Unidos en las próximas elecciones. Cuando se le preguntó sobre esta posibilidad durante una entrevista, Rothbard primero soltó una larga carcajada. Y la risa fue realmente larga, como lo indica el audio de la entrevista reproducido por el entrevistador durante su reciente charla en el Mises Institute. Después de reír, comentó que no creía que fuera siquiera el momento de crear un partido libertario, simplemente porque no había suficientes libertarios; pero que si eventualmente hubiera un partido libertario fuerte, podrían lograrse varias cosas: con algunos electos como congresistas, alguna medida estatista podría no ser aprobada, otras podrían ser abolidas, etc., pero lo mejor sería que tal partido pudiera ser utilizada como arma educativa. En 2005, cuando comencé a reunir a libertarios brasileños para formar un partido libertario, no tenía ninguna intención de que el partido existiera formalmente en un futuro cercano –más aún dada la burocracia deliberadamente obstaculizadora necesaria para la oficialización de un partido político en Brasil. Para mí, incluso un partido no oficial podría servir para difundir ideas libertarias, ya que el circo político atrae la atención del público, especialmente en épocas electorales.

    De hecho, durante el período electoral algunas –pocas– personas buscan conocer las propuestas de los candidatos para resolver los problemas sociales, y sería importante llegar a estas personas a través de las propuestas de un partido libertario, tratando de mostrarles básicamente que estos problemas son causados ​​por el estado, y se resuelven eliminando sus intervenciones. Los políticos libertarios electos no pueden lograr mucho, a menos que formen una mayoría. Pero incluso un político libertario electo en solitario puede hacer mucho, ya que su posición funciona como una plataforma constante, y como una señal (inapropiada pero real) de respetabilidad ante el público en general. Ron Paul es un ejemplo; durante sus años como congresista, no pudo ni siquiera retrasar ni un segundo la expansión masiva del estado, y mucho menos reducirla –pero utilizó la plataforma de su cargo y su candidatura presidencial para difundir ideas libertarias. Desde el éxito de las novelas de Ayn Rand (que no era libertaria), el libertarismo nunca había tenido tanta exposición pública; y después de Ayn Rand, fue el esfuerzo político de Ron Paul el que creó a la mayor cantidad de libertarios del mundo.

    Actualmente, el libertarismo tiene una nueva estrella solitaria, el anarcocapitalista Javier Milei, presidente de Argentina y figura pública de alcance global. Como presidente, poco puede hacer para detener al Leviathan. Como mencioné anteriormente, un solitario congresista libertario no podría hacer nada, y las cosas no son muy diferentes con un presidente. El sistema democrático contribuye muy bien a la expansión y el mantenimiento del statu quo estatista, pero representa un obstáculo casi insuperable para su reversión. Vimos ésto en la historia reciente de Brasil. Lejos de ser un libertario, Bolsonaro intentó abolir algunas intervenciones estatales específicas, y fracasó. La Oficina de Correos es un ejemplo. Durante los 4 años de su mandato, Bolsonaro avanzó hacia la privatización de este dinosaurio socialista. No pudo completar esta tarea a tiempo y, cuando lo destituyeron de su puesto, el proyecto volvió al punto de partida. En los primeros 100 días de su gobierno, Milei ya enfrentó este tipo de resistencias. Aunque logró recortar el gasto y lograr el primer superavit de Argentina en más de una década (recordando que recortar el gasto sin reducir los impuestos, no es una ventaja para los súbditos), su liberadora “Ley Ómnibus” (mega-ley) fue rechazada por el Congreso, y su Decreto de Necesidad y Urgencia que abolía una serie de intervenciones, fue rechazada por el Senado. Ambas acciones liberarían a los argentinos de pesadas cadenas, y pondrían al país en el camino de la prosperidad.

    Para hacerse una idea, uno de los artículos de la Ley Ómnibus elimina el cobro de impuestos a cualquier producto importado que traigan los viajeros. Actualmente el límite es de U$S 500, y los delincuentes de la policía aduanera registran los bolsos de los pasajeros y roban a punta de pistola, en el acto, 50% del valor de todo lo que supere ese límite. Lamentablemente Milei no es un dictador con el poder de liberar al pueblo argentino, el que sigue siendo esclavo de la casta política y de las élites dominantes, y continúa siendo atacado por sus secuaces armados. Si sus propuestas no son aprobadas, Milei apuesta a que en las elecciones de mitad de mandato de 2025 obtendrá la mayoría mediante la votación; y no sólo éstas, sino que serán aprobadas muchas más de sus propuestas liberalizadoras. La democracia no se trata sólo de elecciones periódicas en las que, en teoría, una mayoría puede robar y oprimir a una minoría, sino que en la práctica es una minoría organizada la que roba y oprime a una mayoría. El esquema de extorsión democrática ha desarrollado una serie de estructuras para perpetuarse. La casta parásita se ha consolidado democráticamente, y es poco probable que sea desmantelada por un presidente democrático. Lo más probable es que –tarde o temprano– el sistema elimine esta anomalía.

    Paralelamente a su tarea ejecutiva, Milei ha aprovechado el escenario político para propagar el austrolibertarianismo –y éste será quizás su mayor legado. Si en política exterior continúa avergonzando a los libertarios con su apoyo al genocidio palestino perpetrado por el estado de Israel, su apoyo al payaso Zelenski y la guerra proxy (por poder) de Estados Unidos contra Rusia a costa de sangre ucraniana, en lo que respecta a la economía Milei ha hecho un gran trabajo. El cargo de presidente está dando una visibilidad sin precedentes a las ideas austrolibertarias. Jeff Berwick se quejó cuando Milei rechazó su invitación para hablar en Anarchapulco, pero fue al globalista Foro Económico Mundial (FEM). Sin embargo, participar en el evento anarcocapitalista sería predicar a los (pocos) conversos, mientras que su discurso en Davos tuvo repercusión a nivel mundial. Otro gran escenario que se le abrió a Milei fue la CPAC –Conferencia Política de Acción Conservadora– en Estados Unidos.

    Ya ha sido destacado en varios lugares que Milei se enfrentó a un público adverso en Davos, echando en cara a los presentes que ellos eran el problema; sin embargo, lo mismo sucedió en el CPAC. Si bien en Davos es bastante obvio que Milei presentó ideas antagónicas a las de la camarilla socialista de la élite política y económica del WEF, también atacó frontalmente las ideas estatistas socialistas de los conservadores del CPAC, aunque fueron demasiado torpes como para darse cuenta de ello y lo aplaudieron efusivamente. El discurso en el CPAC fue un complemento al discurso de Davos, y comenzó así:

    En primer lugar, muchas gracias por esta invitación. En cuanto a la conferencia de hoy, dado el impacto de la conferencia de Davos, en la que señalé que Occidente está en peligro debido al avance de las ideas estatistas, en esa conferencia hoy me centraré en los fundamentos técnicos que sustentaron estas opiniones políticas.

    Jesús Huerta de Soto ya ha manifestado que se arrepiente de haberle puesto el título a su libro Socialismo, cálculo económico y función empresarial, pues el título apropiado sería Estatismo, cálculo económico y función empresarial; y Milei comienza su discurso dejándolo bien claro: el problema no es el socialismo, sino el estatismo. En Davos dijo que “los principales líderes del mundo occidental han abandonado el modelo de libertad, por distintas versiones de lo que llamamos colectivismo”; en el CPAC aclara que el estatismo, defendido por los conservadores, es una de estas formas de colectivismo. Y continúa:

    En este sentido, me centraré en cómo la economía neoclásica y su visión de las fallas del mercado son funcionales para el avance del socialismo, y cómo destruye el crecimiento económico al frenar las mejoras en el bienestar y a la lucha contra la pobreza.

    La economía neoclásica es la economía dominante. Es la economía enseñada con exclusividad en prácticamente todas las universidades del mundo. Es la economía que todo ministro de economía considera en sus excesos. Es la economía que todo burócrata del Banco Central utiliza en su vida diaria como falsificador de dinero. Es la economía que todo comentarista experto de los medios utiliza para justificar ante el público las criminales intervenciones del estado. No sólo la audiencia de Davos, sino también toda la audiencia del CPAC suscribe la economía neoclásica y, basándose en sus errores, justifica y apoya la existencia del estado y sus intervenciones en el libre mercado. Milei da una lección de economía a los incautos, y destaca el concepto de “fallas del mercado” como el error neoclásico más pernicioso. Explica qué es el mercado, y concluye lógicamente que las “fallas del mercado” no existen y, “en realidad, todas estas elegantes definiciones son elementos que posibilitan la intervención del estado, y con ésta, el avance del estatismo y del socialismo”.

    Miei explica que, sin propiedad privada, en el socialismo no puede realizarse el cálculo económico, y la sociedad colapsa. Sin embargo, en sus “versiones más ligeras que permiten la existencia del sector privado, la interferencia del estado añade ruido al sistema de precios, y cuanto más estado hay, más violencia hay, más distorsión hay, y peor funciona el sistema”. En otras palabras, cualquier interferencia gubernamental en los precios –desde leyes de salario mínimo y barreras proteccionistas, hasta la manipulación de las tasas de interés– sólo interfiere y empeora la situación. A continuación, Milei derriba la teoría neoclásica de los monopolios, mostrando cómo no tiene sentido y sólo frena el progreso. Aunque la teoría neoclásica del monopolio ya ha sido refutada por completo por los economistas austriacos hace décadas, sigue enseñándose en las universidades de economía como si nada hubiera pasado, y siendo utilizada por los interventores estatales para provocar una pobreza generalizada. Cada año, falsos economistas reciben sus títulos en economía y andan predicando teorías controvertidas que tienen terribles consecuencias para la gente. Y algunos de estos “economistas” se convierten en profesores, enseñan la misma teoría errónea que aprendieron, y perpetúan el ciclo empobrecedor de ignorancia y violencia económicas.

    Milei fue uno de esos falsos economistas que se formaron en economía neoclásica y se convirtieron en profesores de economía. Como relató Milei cuando recibió su doctorado honorario, “la gran mayoría de los lugares que enseñan economía en Argentina nos capacitan como marxistas keynesianos … nos enseñan que el estado es bueno y el mercado es malo”. Y fue exactamente la teoría austriaca del monopolio la que lo salvó. Milei estaba en un viaje intelectual tratando de encontrar respuestas a las contradicciones que había estado encontrando en la economía neoclásica –la principal: ¿cómo es que en el período de la historia en el que prevalecían condiciones que según su teoría económica eran negativas, de “monopolios” y mercados más libres, la riqueza general se disparó? Un buen día –un hermoso día además– un compañero de Milei le entregó un texto de 150 páginas de Murray Rothbard titulado Monopolio y competencia. Este texto es en realidad el capítulo 10 del libro Hombre, Economía y Estado – con Poder y Mercado. Milei había sido profesor de economía durante 25 años, y al terminar de leer el texto dijo: “Llevo más de veinte años engañando a estudiantes. Todo lo que les enseñé sobre las estructuras del mercado está mal”. Así que nunca dejó de leer a Rothbard y a otros austriacos, aprendió economía real, dejó de ser un falso economista, y se convirtió a la Escuela Austriaca y al anarcocapitalismo. Y eso no fue hace mucho; tan recientemente como 2013, Milei estaba elogiando al presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke (así como a uno de los ídolos economistas de Milei, Robert Lucas, quien también respaldó a Bernanke). Milei demostró que posee humildad e integridad intelectual, una cualidad muy poco común. Ya es bastante difícil para alguien reconocer pequeños errores; mucho más difícil es admitir que te has equivocado durante décadas. La mayoría de los “economistas profesionales” nunca asumirán que son fraudes, por lo que deben ser expuestos.

    Sin embargo, esta guerra entre escuelas económicas no es una disputa intelectual, sino propagada. La Escuela Austriaca ya ha ganado intelectualmente; simplemente no logró mostrarle al mundo su superioridad. Carl Menger, fundador de la Escuela Austriaca, derrotó a los historicistas durante la Methodenstreit [Discusión del Método] en la década de 1890. Desde entonces todas las teorías económicas han sido refutadas por los austriacos. Böhm-Bawerk refutó la teoría de la explotación comunista; von Mises demostró en 1920 que el socialismo no funciona, antes de que los experimentos soviéticos, chinos y muchos otros socialistas, se cobraran sus millones de víctimas. Si las ideas de los economistas austriacos hubieran ganado mayor alcance, el comunismo nunca habría visto la luz. Pero los falsos economistas tienen una ventaja decisiva: sus teorías espurias sirven de justificación para la explotación del pueblo por parte de la casta política. En otras palabras, las élites gobernantes se aseguran de que los medios de comunicación y la educación controlados por el estado promuevan embustes como si fueran verdades científicas económicas. Por eso Keynes, incluso después de ser derrotado por Hayek, hizo enseñar y aplicar su teoría en todo el mundo. Para que un austriaco pueda participar en un debate económico, primero debe exponer la refutación de todas las teorías falsas, y luego exponer la verdadera. Por ejemplo, en este artículo de 1983, al presentar el argumento a favor de la privatización de calles y carreteras, el economista austriaco Walter Block tuvo que explicar la refutación de todos los engaños económicos utilizados por los economistas neoclásicos para decir que las calles y carreteras privadas son imposibles (a pesar del hecho de que en EE.UU., antes de su estatización, había más de 4.000 carreteras privadas). Así que Block dedica la mayor parte de su artículo a disipar los mitos neoclásicos de las fallas del mercado, las externalidades, los “free riders”, los bienes públicos, etc. Necesita explicar a los falsos economistas que no existen comparaciones interpersonales de utilidad, un hecho elemental que, a pesar de años de estudiar la disciplina, desconocen. Porque la disciplina que estudiaron no es verdadera economía –austriaca–, sino brujería disfrazada de ciencia económica, ya que practican la comparación de utilidades interpersonales.

    En otro discurso ante una audiencia más especializada, titulado “Moneda, precios, política monetaria e inflación”, Milei señaló que “la gran mayoría de los economistas locales, profesionales y respetables … discuten el problema de la inflación y no entienden qué es el dinero”. Luego dio una lección básica y necesaria sobre cómo una economía de trueque pasa a una economía monetaria con la introducción de un medio de intercambio.

    Debido a este deplorable estado de analfabetismo económico, Per Bylund clamó por una nueva Methodenstreit. No es que los austriacos deban refutar las nuevas teorías, sino que las viejas teorías, algunas recalentadas, ya refutadas hace un siglo, todavía son enseñadas y practicadas como si fueran perfectamente válidas. En otro artículo, Bylund concluye que los estudiantes terminan los cursos de economía sabiendo menos sobre economía que cuando comenzaron, y estaríamos mejor sin la educación económica que prevalece hoy. Al comentar sobre el grito de guerra de Bylund, Jonathan Newman proporcionó una visión general de la situación en la economía convencional, y concluyó que:

    Incluso una mirada superficial a lo que se considera erudición económica en las principales revistas académicas de hoy, muestra que los errores metodológicos que fueron desmentidos por Menger y von Mises persisten hoy. También vemos que los hallazgos empíricos tienden a justificar al estado. He aquí una muestra de los métodos y conclusiones del número más reciente de American Economic Review, ampliamente considerada como la principal revista de economía.

    Luego ofrece ocho ejemplos del tipo de necromancia neoclásica que abunda en la economía profesional. Los falsos economistas ni siquiera saben que la ciencia económica es una rama de la praxeología, y no una ciencia positivista que exige pruebas todo el tiempo, y matematiza sus conclusiones. Otro ejemplo interesante fue dado en el programa Pánico, en el que el falso economista Samy Dana comentó la muerte del premio Nobel de economía Daniel Kahneman, a quien considera “una de las grandes mentes de la economía”. Kahneman ni siquiera era economista, sino un psicólogo que desarrolló la llamada “Economía del Comportamiento”, que intenta darle más sentido a la economía neoclásica en relación con su deficiente teoría sobre las elecciones de los consumidores. Economistas austriacos como David Howden, Joakim Book y Frank Shostak ya han demostrado las deficiencias de la economía del comportamiento, y cómo es utilizada para introducir controles gubernamentales para “proteger” a los individuos de su propio comportamiento irracional. Pero la reacción de los demás miembros del programa Pánico ante las ideas de Kahneman –que Samy Dana considera brillantes contribuciones a la economía–, dice mucho: sonaban –y son– completamente extrañas y se rieron de ellas.

    Newman concluye su artículo diciendo:

    Como se puede ver, abundan el cientificismo, el empirismo y el historicismo, a pesar de la aplastante derrota de la Escuela Historicista Alemana. Los economistas modernos no sólo emplean sus métodos, sino que sus conclusiones tienden a justificar la intervención gubernamental y menosprecian el libre mercado, de manera muy similar al trabajo de Schmoller y sus discípulos. Per Bylund tiene toda la razón: necesitamos otra Methodenstreit.

    Sí, se necesita una nueva Methodenstreit para desenmascarar una vez más a los falsos economistas, y Milei los está llamando a la pelea. Muchos de estos economistas neoclásicos, considerándose partidarios del libre mercado y enemigos del socialismo, piensan –o fingen pensar– que la lucha no es con ellos, e incluso elogiaron los discursos de Milei en los que califica su teoría [la teoría de estos pseudoeconomistas] como fraude y fuerza auxiliar del socialismo/estatismo. La lucha es principalmente con ellos. Una cosa es para los falsos economistas que defienden abiertamente el socialismo; pero peores son los falsos economistas que apoyan el socialismo mientras se hacen pasar por capitalistas que defienden el libre mercado, como Samy Dana y Paulo Guedes. ¿Cómo puede un economista decir que está en contra del gran estado, sin decir una palabra contra la institución del Banco Central, que otorga al Leviathan el enorme poder de controlar la moneda? Estos economistas todavía utilizan sus falsas teorías –pura brujería– para justificar al Banco Central ante el público desprevenido. Samy Dana es el típico economista del régimen, que se limita a sugerir cuál debería ser la próxima tasa de interés que fijará el gobierno, sin explicar nunca que la determinación de la tasa de interés es sólo un control de precios, y como todo control de precios, genera distorsiones en las señales del mercado, perjudicando a la economía. Luchar contra la organización criminal Banco Central es uno de los principales frentes de batalla en el desafío de Milei a los neoclásicos.

    Además, Milei también se enfrenta a economistas alineados con la Escuela Austriaca, que a pesar de oponerse al Banco Central, apoyan otro delito: el sistema bancario de reserva fraccionaria. Esta cuestión ya ha sido objeto de intensos debates entre varios economistas austriacos, y el bando que considera legítima esta práctica fraudulenta está representado principalmente por George A. Selgin y Lawrence White (en Brasil, este lado es defendido más famosamente por Fernando Ulrich). Contra ellos están los nombres más importantes de la Escuela Austriaca, como Murray Rothbard, Jesús Huerta de Soto y Walter Block. Es posible que Hans-Hermann Hoppe haya enterrado definitivamente el “sistema bancario libre” al refutar a Selgin y White, y demostrar claramente que las reservas fraccionarias son fraude. Al proponer el fin del sistema de reserva fraccionaria en Argentina, Milei ha sido criticado por partidarios de este fraude, como Juan Ramón Rallo. Philipp Bagus intervino y aclaró todos los defectos de las críticas de Rallo a Milei. Bagus lleva tiempo refutando todas las confusiones económicas de Rallo, e incluso publicó un libro denunciando a este embustero, llamado ANTI-RALLO: Una crítica a la teoría monetaria de Juan Ramón Rallo.

    Desde la Methodenstreit, los economistas austriacos han seguido reafirmando su superioridad, demostrando las inconsistencias de las teorías económicas espurias que dominan la corriente principal. Frank Shostak es uno de ellos, que desde hace muchos años escribe constantemente artículos que, a partir de una propuesta hecha por falsos economistas, aplica el paradigma austriaco e imparte una clase que disipa el mito económico en cuestión, pero siempre para un público reducido. Ahora Milei grita al mundo, señalando los completos y fatales errores de los neoclásicos. Huerta de Soto declaró que lleva 40 años diciendo las mismas cosas que Milei en sus clases, pero ahora gracias a Milei están teniendo eco universal, y por eso Milei mereció ganar el Nobel de Economía. Sin embargo, aquí en el Instituto Rothbard también venimos diciendo lo mismo desde hace muchos años, en un pequeño rincón de Internet, ante una audiencia de unos pocos cientos de lectores. Ahora es un placer ver cómo estas ideas resuenan a nivel mundial. A pesar de ser una vergüenza como libertario –o a lo sumo como microlibertario, pareciéndose más a un sionista neoconservador, como lo demostró Oscar Grau–, y a pesar de que se le impide realizar cambios liberadores efectivos en el aparato estatal argentino, el logro de Milei en promover la verdadera ciencia económica (=Escuela Austriaca) es realmente fascinante. ¿Cuándo podríamos imaginar que la gente corriente sabría más sobre economía que los falsos profesores y comentaristas de economía? Milei logró hacer ésto para gran parte del pueblo argentino, como lo demuestra esta entrevista a un joven elegido al azar en la calle:

    El periodista sólo quería entrevistar a un NPC [alguien incapaz de elaboración de pensamientos propios] que respondió “Milei o Massa”, pero comenzó a escuchar una verdadera lección de economía sobre cómo realmente el gobierno se financia a sí mismo, hasta que el tipo se quedó sin información. En su limitado poder como jefe del ejecutivo, Milei ha sido un austriaco mediocre, tomando medidas contrarias a la buena economía e incluso colocando en su gobierno a falsos economistas de la Escuela de Chicago. Y aunque está lejos de ser el mejor economista austriaco del mundo, Milei merece un verdadero premio económico: no el Nobel, porque ganar el Premio Nobel, financiado por el Banco Central sueco, es una deshonra, no un honor. Sino un premio de honor, como el que recibirá Milei del Instituto Juan de Mariana –por combatir ante el mundo entero, en sus discursos y ahora hasta en un nuevo libro, los errores neoclásicos de los falsos economistas.

     

     

    Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko

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